
VÍA VERDE de la JARA
Los avatares de la historia nos permiten hoy disfrutar de la Vía Verde de la Jara, una línea de ferrocarril que nunca llegó a utilizarse, salvo unos kilómetros en las Villuercas en los que sí tendieron raíles.
Los kilómetros que nosotros recorremos se adaptaron para convertirlos en un bonito Camino Natural de gran valor paisajísitico y ambiental, donde se conserva gran parte de la infraestructura como túneles, viaductos o estaciones.
Hasta la fecha, algunas de estas ifraestructuras están en lamentable estado de abandono y otras con falta de mantenimiento. Se aconseja visitar la página de la Vía Verde para más información. Aquí os dejamos el link:
http://www.viasverdes.com/itinerarios/itinerario.asp?id=103
Un bonito y solitario recorrido que pudimos completar y disfrutar sin incidencias.
Salida desde Calera y Chozas
Hola amig@s!
Nos encontramos en la localidad de Calera y Chozas, en Toledo, con la intención de recorrer la Vía Verde de la Jara.
Lo primero es dar con el inicio de la Vía Verde, pero es fácil, hay que salir de la población dirección este por su avenida principal (Av. Benito Alcalde Sánchez) hasta encontrar una calle a la derecha donde un mural de azulejos y un panel nos señalizan que por aquí vamos bien.
Si seguimos esta calle nos situaremos enseguida en uno de los puentes que salvan la Vía Verde. Así que solo tendremos que descender por un carril contiguo para poder alcanzarla.
La Vía Verde
Realmente esta ruta se inicia unos 900 metros más al norte, en la estación de tren de esta localidad, la única de esta vía que todavía está en funcionamiento, pero para mayor comodidad y así evitar un cruce de carretera preferimos comenzar desde aquí.
El entorno que nos recibe al principio corresponde a las Vegas del Tajo, concretamente circulamos por la Vega de Enmedio, que como puede verse es una amplia extensión de regadío donde se cultiva el cereal, árboles frutales y algunos olivos.
La presencia del río, arroyos y canales de agua como el Alberche enriquecen el abastecimiento y desarrollo de estas tierras, lo que favorece también al equilibrio y evolución de una variada fauna que como nosotros, parece todavía algo dormida.
No obstante, esta fría mañana de marzo obliga a todos a calentar motores para espabilar con prontitud.
Filas de cañaverales jalonan la pista intentando darnos cobijo de cuando en cuando, pero no hay manera. Habrá que esperar a que el astro sol haga acto de presencia.


Antiguas estaciones de tren abandonadas
Mientras tanto, seguimos surcando el terreno, acometiendo ahora los designios de La Vega de Abajo, donde encontramos la primera de las Estaciones, que como se aprecia se exhiben en total abandono.
Lejos de achicarnos por el frío, la ruta tiene suficientes alicientes como para mantenerlo un poco apartado de nuestra mente. Tras la Estación de Silos, el paisaje cambia a uno de bosque mediterráneo que navega por las bonitas dehesas de la Finca del Arco.

Embalse de Azután
Por aquí, asoman las aguas del Río Tajo, que se muestran mansas al formar parte del Embalse de Azután.
El paraje del Embalse de Azután fue nombrado Reserva Natural en parte, por su alto valor en especies de aves acuáticas y migratorias, lo que obliga a protegerlas de la caza. Aparentemente, aquí ponen medios para vigilar y asegurar que esto no cambie.
Los túneles de la antigua vía ferroviaria
Muy pronto nos disponemos a afrontar los primeros túneles de la jornada. No olvidemos que las Vías Verdes son trazados ferroviarios en desuso que se han acondicionado para poder transitarlos de forma saludable.
Concretamente en este recorrido cruzaremos un total de 17 túneles que dan fe a las importantes obras de ingeniería que se realizaron en el terreno, y también otras correspondientes a la hora de salvar ciertos desniveles y los caudales de los ríos. Nos referimos a los viaductos, y puede que el primero que cruzamos sea el más impresionante.
El Puente de Amador
Este puente construido en 1929 (“Puente de Amador”) y conocido por poseer el nombre del ingeniero que lo creó, salva el río Tajo a unos 60 metros de altura. Tiene casi 250 metros de longitud y dada la época de su construcción, destaca por el uso del hormigón en la obra y por describir una ligera curva en su trazado.
Pasamos por tanto al margen izquierdo del Tajo, yendo paralelos a su dibujo que se encajona dirección oeste. Por ambos flancos van a parar al río los caudales de pequeños arroyos ( Arroyo de Corralrubio) que se integran a la perfección en las fantásticas dehesas que ahora irrumpen en nuestras retinas en forma de mantos de encinares.


Es normal que ante estas panorámicas a alguien se le haya ocurrido plantar aquí un banco en el que deleitarse con el serpenteo del Tajo.

Después de esta idílica pausa la Vía Verde va separándose poco a poco del Tajo dirección Sur, flanqueando algunas plantaciones de olivos, árboles frutales y almendros hasta las inmediaciones de la localidad de Aldeanueva de Barbarroya. Este pueblo también cuenta con una antigua estación que encontraremos una vez pasemos el tercer túnel del recorrido.


Desde esta estación se divisan las cumbres de Sierra Ancha y Sierra Aguda al tiempo que nos brinda acceso al territorio de La Jara.
Los berrocales
La presencia del paso de algunos arroyos cercanos deja su rastro en el camino. La vía se atrinchera por momentos entre las paredes excavadas por la mano del hombre hasta que salimos de nuevo a cielo abierto, en un entorno que empieza a salpicarse de berrocales y rocas graníticas redondeadas.
Un firme más apropiado para la actividad ganadera (Arroyo del Regajo).
Nuevas trincheras no hacen más que generar más expectación sobre las magníficas vistas que nos esperan tras rebasarlas. Y aunque las Sierras de Ancha, Aguda y la Estrella siguen dominando el marco de fondo, bien es cierto (Arroyo del Valle del Tejar) que la accidentada orografía está llena de estímulos visuales.

En este sentido, la ruta nos acerca ahora a una depresión en el terreno, por la discurre el Río Ollegoso, y que salvaremos por el Viaducto del Riscal del Cuervo, de 80 metros de longitud. Merece la pena hacer una pausa para contemplar el paisaje de berrocal, con rocas pulidas por la erosión que atestiguan el paso del tiempo.
Tras el viaducto toca superar la tercera estación que sale a nuestro paso (Estación de Pilas) y parece que en esta ocasión a estas instalaciones le han dado uso de vivienda.
Atravesando los túneles de la historia
Pocos metros después atravesaremos los túneles 4 y 5, prácticamente contiguos, con el fin de salvar los desniveles de varios cerros próximos entre sí. A nuestra derecha, la Sierra Aguda va quedando atrás al tiempo que nos vamos aproximando al curso del Río Huso, el cual se convertirá en compañero de viaje durante algunos kilómetros.
Un río que también ha sido testigo de la despoblación tras el abandono de las obras de este intento fallido de vía de ferrocarril. Se hicieron trincheras, túneles, viaductos y apeaderos que pretendían unir Talavera de la Reina con Villanueva de la Serena, pero solo unos pocos kilómetros pudieron disfrutar de vías ferroviarias.
Quizá la orografía del terreno, los efectos de una posguerra o la emigración motivaron abandono.
Un río que también ha sido testigo de la despoblación de estas tierras, motivo que sumado a los efectos de la posguerra pudieron frustrar la continuidad de las obras de este trazado.
Se hicieron trincheras, túneles, viaductos y apeaderos que pretendían unir Talavera de la Reina con Villanueva de la Serena, pero solo unos pocos kilómetros pudieron disfrutar de vías ferroviarias.
El hombre a veces intenta adaptar sin éxito la naturaleza a sus necesidades. Pese a ello puede resarcirse aprovechando estos 52 kilómetros para convertirlos en un bello camino natural cargado de majestuosas estampas.

Continuamos progresando por el entramado de esta obra hasta alcanzar la Estación de Nava-Fuentes. Tenemos que decir que desde la página oficial de las Vías Verdes se avisa sobre el mal estado de las estas estructuras, por lo que no se recomienda acercarse a estos edificios.
El túnel número 9
También desaconsejan el paso por el siguiente túnel, el número 9, con casi 800 metros de longitud, aconsejándote tomar una vía alternativa. El caso es que iniciamos este camino, pero conforme íbamos avanzando, la dirección tomada nos iba separando cada vez más de la vía verde. Así que bajo nuestra responsabilidad decidimos volver y atravesar el túnel.
Y como sucede en otros de este recorrido es necesario llevar una buena iluminación para no llevarnos sorpresas.
Pasamos ahora al margen derecho del río Huso, paralelos a su curso y encarando un paraje geológicamente distinto.

El Río Huso entre pizarras
Ahora son las pizarras las que gobiernan las entrañas de la orografía. Rodando por las trincheras tenemos un estupendo muestrario de ellas.
Encinas y jaras pueblan la superficie, y aunque estas últimas no florecerán has finales de abril para añadir colorido al entorno, ya se encarga el zigzagueante Huso de mantenernos entretenidos.


Tras el túnel número 10 salvaremos la carretera CM-411 por un puente y volveremos a encontrar el caudal del río a nuestra derecha. La vegetación de ribera también tiene cabida a las orillas del Huso y esta combinada con algunos pequeños saltos de agua logran componer parajes idílicos.
Ante este panorama, es fácil seguir incentivados para rodar y dejarse sorprender en cada recodo que nos descubre el camino.
Otro viaducto permitirá al Huso regresar a la izquierda para ir a la caza del Río Frío, que desciende con vitalidad desde las Sierra de Sevilleja. Este Río dispone de numerosos molinos de agua a lo largo de su recorrido y aquí, en su desembocadura, podemos apreciar las ruinas de uno de ellos.


Tras el túnel 12 sale a nuestro paso la Estación de Campillo Sevilleja, con algunas instalaciones acondicionadas y unos vagones de tren a modo de restaurante que han contribuido a dinamizar las visitas por esta zona de la vía verde.
El antiguo apeadero como se ve, se encuentra en abandono.
El Embalse de San Vicente
Justo después de esta estación atravesamos dos nuevos túneles contiguos que con las filtraciones de agua que advertimos, dejan indicios de las lluvias caídas recientemente.
Como si de un baile se tratara el Río Huso pasa ahora a nuestra derecha, pero su danza pronto morirá en el Embalse de San Vicente. Esta contención de agua es de menor tamaño que la del embalse de Azután, pero suficiente para abastecer a la Mancomunidad de Río Frío. Cuenta con una agradable área de descanso con bonitas vistas.
Un paraje silencioso pero embaucador
A partir de aquí, encaramos la parte más solitaria de esta vía verde donde nos alejamos además de los núcleos urbanos más próximos.
La corriente de agua que ahora nos acompaña es la del Arroyo de San Vicente, cuyo caudal viene directamente del embalse que acabamos de dejar atrás.
Jaras, encinas y pinos, entre otras especies, siguen poblando unas merindades por las que ahora asoman los montes de la Sierra de Altamira, puerta natural al Geoparque de las Villuercas-Ibores-Jara.
Esta cordillera bien puede apreciarse conforme vamos alcanzando la penúltima estación de nuestro viaje (Estación La Cervilla). Y si echamos la vista atrás la Sierra de Sevilleja nos cubre las espaldas.
Sorprende mirar alrededor y apenas ver señales de civilización en kilómetros a la redonda. Solo la presencia del paso por el último túnel nos despierta de estas embaucadoras panorámicas.
Pues sí, ya es la hora del almuerzo, y parece que no somos los únicos que se suman a ella.
Estación de Santa Quiteria, fin de trayecto
Pero nosotros antes debemos alcanzar la última estación, la de Santa Quiteria que ya divisamos acercándose.
Y de repente, la pista que nos ha dirigido durante 52 kilómetros se pierde en el verdín, rumbo a un túnel camuflado por la naturaleza surgida del paso de los años, abandonado al igual que todo el complejo.

Tenemos que hacer los 52 kilómetros de vuelta, pero esta vez el perfil es favorable, hay que deshacer los casi 300 metros de altitud ganada. Además el día termina regalándonos una hermosa luz al final de la tarde para dar el broche de oro a esta extraordinaria jornada cicloturista.
Y nuestros amigos los conejos que al inicio de la mañana apenas ni se inmutaban con nuestra presencia, ahora parecen celebrar nuestra llegada. En fin, nos gusta darle un sentido a los buenos momentos que nos regala la vida.

La Vía Verde de la Jara nos ha encantado, aunque nos quedamos con las ganas de verla florecida. Quizá sea la excusa perfecta que nos motive para volver a realizarla en el futuro.
Hasta la próxima.

