CASTAÑOS y CHORRERA de CALABAZAS
Castañar de Ibor posee varios enclaves escondidos que fácilmente podemos descubrir realizando este bonito sendero. Entre estos hitos destacamos por un lado los Castaños de Calabazas, un conjunto de Árboles Singulares que brillan por su longevidad y aspecto. Por otro lado, la Garganta de Calabazas cuya accidentada orografía no impide el paso de su arroyo a través de pequeñas pozas y saltos de agua.
Un sendero que conseguimos hacer circular recorriendo las estribaciones del Anticlinal Guadarranque-Gualija.
Hola amigos!
Nos encontramos en Castañar de Ibor, en el Geoparque Villuercas Ibores Jara preparados a dar inicio a nuestra siguiente ruta.
La ruta que hoy nos ocupa es una de las más frecuentadas de este paraje ya que contiene varios atractivos de alto valor natural que poco a poco iremos descubriendo.
Aunque los carteles que dan inicio al trazado y que están próximos al Restaurante Solaire ya nos empiezan a dar pistas de lo que veremos.
La senda nos incorpora a una pista de tierra que navega entre las Sierras del Castañar a la izquierda y la de Porrinas a la derecha. A este tramo se le conoce con el nombre de Camino de las Hontanillas, nombre que puede deberse a la fuente natural y arroyo homónimos que nacen más arriba.
Echando la vista atrás, comenzamos a situarnos por encima de los tejados de Castañar de Ibor. Y es que el perfil de inicio es ascendente, solo hay que fijarse en el sentido del surcar del agua del Arroyo del Castañar, pero también en la exigencia de algunas pendientes que nos hacen entrar rápido en calor.
Tenemos que ganar unos 350 metros de altitud en apenas 2,5 kilómetros, con tramos entre el 10 y el 17% de inclinación así que debemos ser previsores y llevar una buena ración de agua.
El otoño es la mejor época para ver el colorido de las hojas que visten los robles y castaños que jalonan este itinerario. Mencionar que los castaños constituyen una fuente importante de la economía del municipio, tanto por el aprovechamiento de la madera como el de sus frutos. Aquí hay parcelas destinadas a estas explotaciones protegidas por los riscos de Fuente Blanca y del Camorro Castañar, este último con 1150 metros de altutud.
Con todo, pronto llegaremos al final de esta incesante subida que algunos ya parecen haberla superado.
Alcanzamos por tanto el Collado del Postuero, a unos 900 metros de altitud con vistas al bonito entorno que nos rodea.
Una amplitud que en breves instantes quedará obstaculizada a nuestra visión al adentrarnos en este bonito rebollar o bosque de robles melojos. Afrontamos aquí un encantador paseo en sentido descendente acompañados por los estímulos visuales y auditivos de la naturaleza.
El Arroyo de las Hontanillas hace acto de presencia y con él, el agradable murmullo de su caudal que nos acompañará casi de manera ininterrumpida durante parte del recorrido.
Un sosegado paraje en el que a uno puede apetecerle tener un terrenito para trabajarlo o al que venirse a pasar algunas temporadas para recargar las pilas.
Nosotros preferimos disfrutar del lugar a nuestra manera, descubriendo sitios como este que alcanzamos a continuación. Se trata de los Castaños de Calabazas, que como bien se describe en sus paneles informativos, forman un conjunto de diecisiete castaños centenarios declarados Árboles Singulares de Extremadura.
El más destacado es el denominado Castaño del Postuero, de 17 metros de altura 8 de perímetro del tronco y unos 700 años de edad.
Lo positivo de venir en esta época es que podemos apreciar con detalle cómo el paso del tiempo ha intrincado la forma de las cortezas, ramas y raíces de estos ejemplares dándoles un aspecto sobrecogedor.
Los castaños se van sucediendo conforme avanzamos, en un terreno que se va encajonando cada vez más entre la presencia de pedrizas y las proximidades de un desfiladero por donde el Arroyo de Calabazas pide paso sin complejos.
Ahora son las encinas, alcornoques, quejigos y la vegetación silvestre los que dominan el terreno, con el permiso eso sí de las pedrizas que arrasan con todo en cuanto aparecen.
Pero al paso alegre del arroyo no hay piedra u obstáculo que se le resista, parece encontrar siempre una vía de escape para continuar su camino.
Si estamos atentos, por aquí también podremos advertir especies de árboles como el enebro o el loro, este último puede considerarse una reliquia ya que lleva sobreviviendo millones de años.
El terreno se va accidentando cada vez más, por eso es fácil intuir que los primeros saltos de agua están por llegar. Y lo hacen en un entorno desde el que se domina parte del Sinclinal del Guadarranque-Gualija, con las Sierras de Valdelacasa y Gredos presidiendo el horizonte.
El fluir del agua continúa su periplo entre las paredes verticales, lo que nos indica que esto no ha acabado todavía. Un cartel bien nos introduce al espacio del geositio de la Chorrera del Calabazas, cuyo caudal da vida a esta falla tectónica. Se dice que el nombre de Calabazas le viene dado metafóricamente por los bloques rocosos que pueblan este paraje.
No nos conformamos con pasar de largo y decidimos aproximarnos a este hito para disfrutarlo mientras realizamos un descanso.
El Arroyo de Calabazas continúa su accidentado descenso por la garganta homónima haciéndonos compañía en paralelo hasta que el crepitar de su cauce se convierte en un leve murmullo, aunque pronto volverá a aumentar su volumen.
Mientras tanto, seguimos perfilando la garganta, y cuando el terreno lo permite, los agricultores aprovechan la oportunidad para poblar zonas con olivos.
Dirección noroeste recorremos las laderas de la Sierra del Castañar, ya en las estribaciones del Sinclinal del Guadarranque-Gualija, por una cómoda pista que nos acerca de nuevo al Arroyo de Calabazas, pero en esta ocasión para cruzarlo y despedirnos de él mientras sigue su curso para unirse al Arroyo de las Arías.
Y es que en este terreno ondulado formado por pequeños montes discurren multitud de cauces, muchos de ellos dispuestos a bañar los ríos que dan nombre a este Sinclinal.
Nuestro GPS pierde la conexión, y no encontramos señalizaciones que nos indiquen el regreso a Castañar de Ibor. De momento vamos bien por el llamado Camino de la Raña de la Laguna, que navega entre pinares y algunas plantaciones de olivos.
Todo lo que sea dirección suroeste es bienvenido…aunque las alternativas se multiplican y parece que estamos acertando con las que elegimos, hasta que un nuevo cambio de sentido y una pedrera interponiéndose en medio de la pista nos hace pensar lo contrario.
Un kilómetro de despiste después, volvemos a retomar el camino correcto, esta vez remontando de nuevo la Sierra del Castañar, por la vertiente sur del monte que domina el Risco Marruecos, de 973 metros de altitud.
Un tránsito no precisamente cómodo, aunque nos encanta por su autenticidad. Al empedrado casi siempre presente, se le une el discurrir de pequeño un cauce que con las lluvias caídas recientemente ha decidido ocupar parte de nuestro trazado.
Bueno claro, y no se nos pueden olvidar las pedrizas, esas rocas fragmentadas fruto de desprendimientos o de glaciaciones o heladas pasadas.
El último tramo de esta subida la afrontamos por un húmedo melojar que nos conducirá al Collado del Puerto, a 911 metros de altitud. Nos sentimos aliviados al regresar al Anticlinal del Ibor y obtener vistas de la Sierra de las Villuercas y, por supuesto, de la localidad desde la que iniciamos esta ruta.
Solo nos resta disfrutar del descenso entre cultivos de encinas, olivos y castaños delimitados por muretes de piedra que siguen el dibujo de nuestro camino.
Castañar de Ibor tiene muy cerca un tesoro que todavía no hemos tenido la oportunidad de descubrir: la Cueva del Castañar. Motivo más que suficiente para volver a esta maravilla natural que es el Geoparque de Villuercas-Ibores-Jara.
Hasta la próxima!