ETAPA 8 · NEMIÑA – FISTERRA
NEMIÑA – FISTERRA (24 KMS)
¡Última etapa! Recorremos la playa de Nemiña hasta dar con la desembocadura de la Ría de Lires, que vadeamos aprovechando las horas bajas de la marea.
Después iniciamos la fabulosa exposición de acantilados comenzando por los que se precipitan desde los Montes de Baixo, Poza y da Vela, que nos regalan caprichos como Punta do Narís o la Cascada de Mexadoira.
Playa do Rostro nos embriaga durante dos kilómetros para luego encarar los acantilados de Castromiñán y Denle, rumbo a la Playa de Arnela, otro paraíso escondido.
Desde Arnela acometemos el tramo más exigente de la jornada: el Cabo da Nave y el ascenso al escarpado Monte Veladoiro, donde la meteorología cambia por momentos.
Tras superarlo se nos abre la panorámica a la bonita Playa Mar de Fora, última de este trayecto, y al Monte do Facho, que se empeña en inclinarse para hacer más épica nuestra llegada al Faro de Fisterra.
Playa de Nemiña
Hola amig@s!
Nos encontramos en la Playa de Nemiña iniciando los últimos kilómetros que nos restan para culminar este fabuloso Camino de los Faros.
Comenzamos tomando el asfalto, evitando la orilla de este arenal para salvar ciertos pasos cuando la marea está alta. Sin embargo las señales nos acercan de nuevo a la playa, momento en el que valoramos recorrerla pegados al agua.
Nemiña es una playa ideal para los surfistas, sus casi 1500 metros de longitud abiertos al mar permiten vientos y oleajes óptimos para la práctica de este deporte. Aunque nosotros hoy nos decantamos por el senderismo, que con marea baja se convierte aquí en una actividad muy placentera.
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Ría de Lires
También con marea baja es posible cruzar la desembocadura de la Ría de Lires hecho que nos permitirá continuar el camino por el otro margen del caudal. En caso contrario habrá que dar un rodeo de varios kilómetros por la localidad de Lires.
Aunque no está la marea demasiado baja nos aventuramos a cruzar la Ría. Y tras valorar el paso más cómodo por el que vadear, al final conseguimos nuestro objetivo. Si no lo veis claro y decidís dar el rodeo por Lires procurad respetar el valioso sistema dunar volviendo al camino.
Playa de Lires
Ya en el otro margen del caudal conseguimos incorporarnos al trazado que en principio sigue una carretera con bonitas vistas a la Ría, Nemiña y a la Playa de Lires, lugar donde el asfalto termina por desaparecer.
Punta Mellón protege este arenal de los vientos de poniente y en su orografía se iniciará la senda costera hacia Fisterra.
Iniciamos un apasionante tramo acantilado
Al norte despedimos a Nemiña y la Ría de Lires. Y al sur, saludamos a parte del apasionante panorama de acantilados que nos aguarda (Pedra do Cortello, Punta de Lagoa, Punta do Rostro).
Playas de Area Pequeña y Area Grande
Entre los recovecos se dejan ver los primeros arenales de la jornada, Area Pequeña y Area Grande, dos coquetas calas separadas por la roca y que rodeamos por la senda.
Un tránsito entre pequeñas elevaciones en el terreno
Tras llegar al extremo sur de esta orilla iniciamos un exigente pero corto ascenso. Rampas de hasta el 14 por ciento de inclinación pondrán a prueba nuestros riñones mientras remontamos las laderas del Monte da Poza.
Este intervalo nos permitirá ganar altura para rebasar los salientes de Pedra do Muíño y Punta da Lagoa, al tiempo que nos devuelve un fantástico troquel de todo el litoral recorrido.
Desde lo alto de Punta da Lagoa el camino nos asoma hacia la siguiente convexidad, Punta Besugueira, y entre sus acantilados orillas no aptas para todos los públicos.
Todo lo contrario a la que encontraremos algo más al sur, el arenal do Rostro, al que pronto llegaremos. También desde aquí nos despediremos de la última visual a la Playa de Nemiña para reanudar la marcha con unos primeros metros algo comprometidos por la verticalidad.
Después nos separamos unos metros de los acantilados para remontar el Monte da Vela y llegar a unos 130 metros de altitud, cota que nos ofrece otra gran perspectiva de la Playa do Rostro y del algodón que cubre los Montes do Castelo y Arnela.
Punta do Narís
Ahora descendemos para aproximarnos al Coído O Condal, situado entre salientes bien identificables en este litoral. Por un lado, Punta Besugueira que por aquí es conocida como Punta do Narís, llamada así por asemejarse a un apéndice nasal que sale al mar para embriagarse con su aroma.
De otro lado el saliente que da al Petón Bermello, donde encontramos las arriesgadas formas que ha esculpido la erosión.
Progresar por aquí significa no dejar de impresionarnos con esta galería de verticalidades que descansan en el Atlántico y donde los desniveles de las lomas van abriendo, a modo de telones, los bellos escenarios del entorno.
Complace coincidir con otros compañeros senderistas y compartir con ellos impresiones sobre este embaucador camino y por qué no, acompañarlos durante algunos metros.
Coído do Ensarro
El sendero ahora zigzaguea por la Punta Mixirica para introducirnos en el Coído do Ensarro, donde un peñón aislado acapara toda la atención, tumbado al sol, haciéndose dueño del lugar.
Espectacular enclave que hay que disfrutar con precaución mientras los flanqueamos ya que el camino se acerca con vértigo a la caída.
Cascada de Mexadoira
Por la depresión del perfil baja un pequeño arroyo que al llegar aquí lo hace en forma de salto de agua. Es la Cascada de Mexadoira, que es visible mientras descendemos o, una vez llegados al arroyo, arriesgarse a bajar al arenal aunque no se recomienda por la peligrosidad de las resbaladizas piedras.
El peñón, con su angulación parece querer apuntarnos la dirección seguir. Y eso hacemos, por un pequeño ascenso que nos devuelve inolvidables vistas de este recóndito enclave.
Playa do Rostro
Pocos metros después la altura nos regala una bella panorámica de la Playa do Rostro. Un paraíso de blanca y fina arena que se interrumpe en su saliente homónimo (Punta do Rostro). Un entorno virgen casi inalterado, a excepción de antiguos terrenos parcelarios y de varias vías que acceden a varios aparcamientos. Pero en general, se ha respetado bastante esta magnífica playa y su importante conjunto dunar que la rodea.
Y como siempre que podemos en estas circunstancias, deseando estamos de llegar a la orilla para recorrerla mientras revitalizamos las extremidades. Dos estupendos kilómetros de playa que saben a gloria.
Una vez alcanzamos el extremos sur del arenal, debemos incorporarnos a una nueva senda costera. Esta remontará la Punta do Rostro perfilando todo su dibujo, ganando altura para dejar muy pronto a nuestra espalda el increíble escenario de la playa.
Acantilados de Castromiñán y Denle
El tramo que se nos presenta ahora por delante da pavor con solo mirar su carta de presentación.
Son los acantilados de Castromiñán y Denle, poblaciones que se ubican algo más en el interior, pero muy próximas a los Montes do Castelo y Artigal los cuales se precipitan inexorablemente al océano.
Para nuestro alivio la senda tratará por todos los medios de alejarnos de estas temerarias caídas para salvaguardar nuestras integridad física, aunque eso no significa que nos prive de sus salientes más destacados, como Punta do Castelo, que culmina su orografía elevándose en una cresta que interrumpe el horizonte.
Tras flanquearla le sigue el saliente de O Gavoteiro, también amenazante aunque espectacular, y sirve de puerta de entrada al siguiente escenario, con la Playa de Arnela y su monte homónimo como actores principales. Y ya puestos con la participación estelar de una artista invitada, una perrita dando ejemplo de peregrinación.
Cuidado también aquí en este intervalo ya que hay tramos donde la senda circula cerca de los acantilados y algunas vertientes se muestran escarpadas. La calidad y riqueza de esta zona tan abrupta permite el aprovechamiento del marisqueo, así que nos es raro encontrarnos con algunas manifestaciones de esta actividad.
Playa de Arnela
Playa de Arnela se muestra majestuosa, casi inalcanzable con estos rompientes de por medio, y más difícil nos lo pone cuando el terreno es un continuo de bajadas y subidas.
Pero tiene que ser de esta forma, si algo hemos aprendido en el Camino de los Faros es el fuerte carácter de esta Costa da Morte, donde hay que trabajarse cada paso para no dejar de sorprendernos con su benevolencia natural y paisajística.
Sugerentes rincones reclaman nuestra atención, pero ahora la que verdaderamente la acapara casi en su totalidad es esta fantástica playa que extiende sábanas de espuma blanca hasta una segunda orilla, dejando a la primera mucho más descansada del oleaje.
Rodeo de la playa por las inmediaciones de Vilar de Duio
El camino salvará la escarpada orografía rodeando este arenal adentrándose un poco monte arriba, saludando a la Galicia rural, en las inmediaciones de la aldea de Vilar de Duio.
Después, volveremos a orientarnos hacia la costa, al flanco oeste de la playa a la que podremos bajar desviándonos por un sendero.
Pero en esta ocasión nos conformaremos con verla a cierta distancia, desde donde también se aprecia su protegido sistema de dunas que acogen a diversas especies de plantas las cuales han conseguido adaptarse a este duro hábitat.
El azul turquesa nos atrae pero debemos continuar para culminar nuestro camino. El trazado prosigue por Punta Robaleira, el saliente que protege a la playa por el oeste.
Punta Longa
Y una vez alcanzado giramos al sur iniciando el tramo más duro y técnico de la jornada donde Punta Longa ya nos hace tomar precauciones con esa intimidante forma de cocodrilo.
Rampas del 12 al 18 por ciento de inclinación salvan los primeros escollos que encontramos a nuestro paso por la vertiente oeste del Monte de Arnela. Después llaneamos unos metros flanqueando Punta Longa hasta dar con el siguiente saliente, Punta do Sul, donde continuaremos para darnos de bruces con la cresta de su promontorio rocoso.
Lo rodearemos por su espalda con un pequeño esfuerzo para luego seguir desentrañando nuevos tramos de litoral que muy pronto nos abre la costa hacia Cabo da Nave.
Cabo da Nave
Este cabo, al igual que el de Touriñán, es uno de los puntos más occidentales de la España Peninsular.
La elevación montañosa que progresa desde el océano hasta los 234 metros de altitud es el Monte Veladoiro, y hasta su cima tendremos que llegar.
Ascenso al Monte Veladoiro
Es la cota más alta que tendremos que alcanzar esta jornada y también la más vertical, donde sus laderas forradas de vegetación costera casi te invitan a salir rodando por ellas.
Y en un abrir y cerrar de ojos el ascenso empieza a velarse por una repentina capa de nubes, ¿será por esto que llaman Veladoiro a este Monte? Dos peregrinas parecen salir del inframundo, rumbo a Muxía, y la estructura que parece un torreón donde acabar tus días recluido no es más que parte de un complejo dedicado a las comunicaciones, acompañado también por varias antenas y casetas.
Lo que cambia el escenario cuando se encuentra en condiciones meteorológicas adversas.
Una vez en la cima y pasar al lado sur del Monte Veladoriro, deberíamos obtener las últimas y espectaculares vistas de nuestro periplo, cosa imposible debido a la niebla.
Acantilados de Corticeiras
Aunque para nuestra satisfacción el misterio se irá desvaneciendo conforme descendemos por los Acantilados de Corticeiras.
A no mucha distancia divisamos la Playa de Mar da Fora y el Monte do Facho que serán los últimos accidentes de la orografía a transitar antes de concluir la faena, en el Faro de Fisterra.
Ahora continuamos descendiendo transitando la vertiente o este del Monte Pión, adentrándonos en un tramo emboscado de pinares. Primero lo hacemos por asfalto para luego incorporarnos a un sendero de tierra por la llamada Ruta Mar da Fora.
Mientras avanzamos miramos con cierta ansiedad el Monte do Facho, pues en su otra cara se oculta el faro de nuestro destino. El trazado va siguiendo el dibujo del litoral orientándose al sur, hacia el brazo de tierra del Cabo Fisterra.
Este hecho lo aprovechamos para volver la mirada y contemplar la elevación del Monte Veladoiro sobre el Cabo da Nave con su saliente Punta Cal de Laxes, donde la niebla sigue haciendo sus travesuras.
Avanzando unos metros más vamos llegando al final del descenso del Monte Pión por una cresta que nos permite mirar al este para divisar la Ría de Corcubión, bien presidido por el Monte do Pindo.
Esta Ría encuentra su límite al oeste en el Cabo Fisterra, del que ya obtenemos unas vistas inmejorables, con su localidad homónima situada en la orilla opuesta a la que transitamos.
Playa Mar de Fora
Por aquí llegaremos rápidamente a la Playa Mar de Fora, último arenal de este camino que no dudamos en saborear con tiempo.
El viento, las olas y sus estelas, el color del agua y su tonificante temperatura, el olor de la espuma, esas huellas hundidas en la fina arena y un sinfín de bondades naturales con las que esta última playa trata de rendir homenaje a todas las que forman parte de este precioso Camino de los Faros.
Los Trasnos
Mientras nos despedimos para continuar por una pasarela de madera no podemos dejar de pensar en los impulsores de este bello trazado, un grupo de amigos que en el año 2012 salieron desde Malpica para recorrer toda la Costa da Morte bordeando el mar.
Se hacen llamar Trasnos, y aquí en A Ínsua nos encontramos a su mascota, un ser mitológico gallego.
Los trasnos consiguieron unir con éxito Malpica y Fisterra por medio de senderos y distintas vías. Gracias a ellos, miles y miles de personas pueden disfrutar hoy de este fantástico recorrido consiguiendo con ello que perviva en el tiempo y concienciando en el máximo respeto a la naturaleza.
Ascenso al Monte do Facho
Desde la localidad de A Ínsua se inicia el tramo más duro del ascenso al Monte do Facho, último escollo de esta etapa y también del camino. En la primera parte encararemos rampas de hasta el 15 por ciento de inclinación encajonados entre muros de piedra y la propia tierra, hasta que vamos saliendo a cielo abierto, a la vertiente oeste del monte.
Atrás dejamos impresionantes vistas del Cabo da Nave, los montes Veladoiro y Pión, la Playa Mar de Fora e incluso San Martiño de Duio y su bonita playa de Langosteira, que ya conocimos en el año 2019.
Os dejamos aquí el momento exacto en el que pasamos por esta playa en el Camino a Fisterra:
Si aquel año descubrimos el flanco este del Cabo Fisterra que daba a la Ría de Corcubión, en el presente nos toca el oeste, que mira al Atlántico y desde podemos divisar el peñón O Centolo. Este islote de piedra de más de 20 metros de altura tiene fama de engendrar en sus bajos buenos ejemplares de percebe.
Por esta ladera llanearemos unos 1200 metros aproximadamente hasta llegar a la altura del Petón do Inglés, donde realizamos un alto para dar una última visual antes de iniciar la segunda parte del duro ascenso al Monte do Facho.
Las rampas entre el 11 y el 26 por ciento de inclinación se hacen ya con una energía diferente, la que confiere aquella adrenalina que sabe que resta muy poco para acabar esta aventura.
Un viaje que empieza a regalarnos los primeros aperitivos de nuestra meta, la linterna del Faro Fisterra. Y poco después, cuando ganamos algo más de altura, todo su complejo, bien plantado en el Cabo que antaño significaba para muchos el fin de toda tierra conocida.
El Monte do Facho quiere que nos ganemos a pulso la la llegada a este increíble lugar, por eso se empeña en inclinarse todavía más. Pero a estas alturas, ya nada podrá impedir la consecución de nuestro objetivo y más teniéndolo ya siempre a la vista.
Una vez coronado el monte, ya solo nos resta disfrutar del descenso hacia el último faro del camino, que no necesita estar encendido pues con su sola presencia ya nos ilumina hacia él.
Faro de Fisterra
Y qué decir de este mágico lugar cargado de misticismo, donde antaño se practicaba el culto al Sol, pues el astro iba a morir más allá del mar donde se creía que nada existía, para después volver a renacer al día siguiente.
Muchos que llegaban aquí tomaban esta metáfora para volver a empezar en sus vidas. Quizá hoy día en este tiempo de pandemia que nos ha tocado lidiar, otros tantos tengamos que empezar a vivir de otra forma una vez que superemos esta situación.
Kilómetro 0
Otro símbolo de este final y comienzo es el kilómetro 0 de la Ruta Jacobea que llega aquí desde Santiago de Compostela. Lugar en el que celebramos la consecución de este camino junto a los intermitentes compañeros Chemi y Marisa.
Y el tan esperado Faro, un edificio construido en 1853 cuya linterna, soportada por una torre octogonal de 17 metros, se sitúa a una altura de 138 metros sobre el nivel del mar. Sus destellos pueden alcanzar los 57 kilómetros de distancia.
En uno de los edificios aledaños se instaló en 1889 la Vaca de Fisterra, una antigua sirena hoy en desuso que emitía un fuerte sonido para avisar del peligro a los marineros.
La Bota del Peregrino
Desde el Cabo de Fisterra se disfruta también de grandes atardeceres. Y mientras los más avispados se hacen con los mejores asientos nosotros nos acercamos a la Bota del Peregrino que nos dice, que todo camino necesita su primer paso y que por muy ardua que sea su andadura siempre será más llevadera si permanecemos unidos.
Fisterra: fin del viaje
Aquí culmina este Camino de los Faros que tantas satisfacciones nos ha dado durante 8 jornadas, pero nuestro periplo terminará en la localidad de Fisterra. Para ello tendremos que descender por el carril peatonal que hay en la vertiente este del Monte do Facho durante algo más de dos kilómetros.
Al igual que en 2019 volveremos a encontrarnos con hitos destacados de la Ruta Jacobea, como son el Monumento al Peregrino o la Iglesia de Santa María de las Areas, que nos traen gratos recuerdos.
Finalmente descansaremos en el estupendo Hotel Costa da Morte donde los sueños inevitablemente navegarán entre faros.
¡Hasta pronto!