10 · SAGRES – SALEMA
Una espléndida mañana de diciembre ilumina el litoral de Sagres que comenzamos a recorrer dejando atrás su Praia da Mareta.
A continuación acortamos por la urbe el rodeo de la Ponta da Atalaia para desembocar en la ensenada de Baaleira, accidente geográfico en el que destacan el Puerto Pesquero, la Praia do Martinhal y los Islotes do Martinhal.
Estos últimos afloramientos rocosos los tendremos siempre a la vista mientras recorremos el entrante costero, rebasamos la Praia dos Rebolinhos y alcanzamos el saliente de Ponta dos Caminhos.
Luego, la señales nos dirigen por un entorno algo más rural para rodear las vertientes occidentales del Cerro Peniche hasta llegar a la Praia do Barranco, donde el ambiente surfero emerge sin hacer miramientos a la época del año.
Un tramo de acantilado bajo asoma después a la rocosa Praia da João Vaz y a los márgenes de los rompientes salpicados de pescadores.
Las playas menos aisladas de esta zona son la de Ingrina y do Zavial, disponiendo la última de ellas de alargadas y tendidas olas tubulares idóneas para los surfistas.
Tras estos arenales ascendemos al saliente de Ponta da Torre para luego descender hasta un intervalo de orilla en el que la bajamar se convertirá en nuestra aliada para poder atravesarla y así evitar un rodeo.
Una vez llegamos a la Praia da Figueira y pasamos por las ruinas de su antigua fortaleza, realizamos un tramo de monte para ascender a los barrios altos de la localidad de Salema, el destino de hoy.
Sagres
Hola amig@s!
Amanece un fantástico día en Sagres para caminar. La jornada anterior acabó un poco pasada por agua así que encontrarnos con esta mañana tan espléndida nos eleva el ánimo, y más cuando lo que comenzamos a ver son estos bonitos parajes de la costa portuguesa.
Praia de Mareta
Esta de aquí es la Praia de Mareta, y la lengua acantilada que la abriga por su parte occidental es la Ponta de Sagres que, por cierto, hace bien en estar señalizada mediante el Farol de Sagres.
El este, en cambio, la ensenada se ve acotada por el brazo de tierra de la Ponta de Atalaia.
Porto de Pesca da Baaleira
Nuestro camino va a evitar rodear este último saliente para acortarlo por el interior, por el entramado urbano de Sagres. Una vez al otro lado damos con las infraestructuras del Porto de Pesca da Baaleira, un complejo con fama de recoger gran variedad de especies capturadas.
Ensenada de Baaleira
Desde sus instalaciones hay buenas vistas a los Islotes do Martinhal y a ciertas localizaciones que muy pronto vamos a conocer.
Nos incorporamos ahora a una cómoda pista que va a ir flanqueando la Ensenada de Baaleira, dejando atrás el puerto homónimo y acercándose a un arenal que de no ser por las horas tempranas y de encontrarnos a inicios de diciembre, bien podría ser candidata a un baño.
Praia do Martinhal
Con todo, nada nos libra de pasear pegados al rompeolas. ¡Nos encanta recorrer orillas! Esta es la Praia do Martinhal, de unos 800 metros de longitud con fina arena dorada y aguas azuladas. El golpeo del viento no suele ser intenso, lo que la convierte en una playa ideal para iniciarse en el windsurf.
Por su parte, los complejos turísticos que la rodean por su flanco nororiental le dan un aspecto semiurbano, aunque de alguna forma los constructores se las han ingeniado para integrar en el entorno alojamiento, ocio y placer sin alterar demasiado el medio natural.
Al menos podemos seguir bordeando el litoral pegados al acantilado por un sendero de tierra.
Praia do Rebolinhos
Tras echar un último vistazo a la Praia do Martinhal, encaramos un pequeño ascenso para descubrir un rincón de baño encajonado en una depresión de terreno.
Se trata de la Praia do Rebolinhos, un espacio conformado por cantos rodados y algo de arena que dependiendo de la época del año también cuenta con un área pantanosa.
Todo el verdín que aquí se vislumbra es un humedal que se acumula con la lluvia y el paso del arroyo de la Ribeira da Torre que aquí desemboca. Un pequeño ecosistema que en el período estival prácticamente desaparece.
Para seguir avanzando tenemos que salvar la otra cara de esta depresión ascendiendo un corto pero fuerte repecho. Esto nos eleva unos metros ofreciéndonos unas vistas estupendas a toda la Ensenada de Baaleira.
Los acantilados aquí son algo más altos aunque mucho más pequeños que los que dejamos atrás en el Cabo de San Vicente. Aún así, debemos seguir siendo temerosos de estos accidentes geográficos, la caía aquí sigue siendo importante y el mar no cesa en su empeño de continuar esculpiendo la roca con cada golpeteo de ola.
Islotes do Martinhal
En medio de la ensenada y ganando algo más de perspectiva, podemos divisar mejor los Islotes do Martinhal, unos mogotes rocosos que tienen fama para la práctica del buceo al poseer grutas marinas. Por otro lado también sirven de refugio para diferentes especies de aves.
El siguiente tramo avanza por un sendero que se abre paso entre tamariscos, enebros y palmitos. Hay que estar atentos a las balizas de señalización pues distintas bifurcaciones que nos pueden hacer caer en alguna espiral.
Por contra, el terreno arcilloso se manifiesta cariñoso con nuestras deportivas tras las lluvias recientes acaecidas.
Esta composición de estratos de suelo junto a otros más calcáreos siguen siendo objeto de modelados por parte de los agentes erosivos regalándonos espacios más pintorescos. Aquí, el balcón asoma al saliente de Ponta dos Caminhos.
Rodeando el Cerro Peniche
A partir de este punto el camino se aparta unos cientos de metros del litoral para adentrarse en un intervalo un poco más rural que va a rodear por la cara occidental el Cerro conocido con el nombre de Peniche.
En principio, haciendo un barrido 360º, la vegetación costera continúa dominando esta planicie pero a continuación, a la altura de una vieja quinta abandonada, la superficie comienza a tapizarse de pastos y vinagretas.
El paso cómodo por esta pista de tierra permite que el avance sea rápido mientras dejamos a la derecha el hito geodésico del Cerro Peniche, el punto más elevado de esta zona con 55 metros de altura sobre el nivel del mar.
Metros más tarde, la vinagreta encuentra un espacio cómodo en el que congregar a su flora para adereza de color estos campos en los que advertimos la presencia de ganado.
Desde tierra el entorno nos regala unas agradables estampas aunque desde el cielo seguro que el territorio se domina mucho mejor.
El camino nos dirige hacia el grupo vacuno que entre pacida y pacida se echa su descansito para digerir, así que lo encontramos tranquilito disfrutando de un momento zen. No obstante, seguro que estos ejemplares están más que acostumbrados a ver pasar senderistas de un lado a otro.
Praia do Barranco
No es de extrañar, el siguiente paraje bien perece el paseo. Se trata de la Praia do Barranco, situada en una depresión que hace honor a su nombre. Desde luego, el sitio en el que nos encontramos es todo un señor barranco que tenemos que descender con precaución.
La fuerte pendiente hace que lleguemos al fondo del valle rápidamente y una vez abajo seremos más conscientes de la altura perdida.
Luego solo tendremos que seguir el sendero que va paralelo al cauce de la Ribeira do Benaçoitão para llegar a su desembocadura, es decir, a la playa.
Los amantes del surf encuentran aquí buenos ratos de diversión aunque los aficionados al submarinismo también disfrutan de estas aguas debido a las distintas especies marinas que se concentran entre las rocas sumergidas.
Por su parte, el aislamiento y falta de servicios de este arenal permite que no sea una playa muy concurrida, así que es ideal para aquellos que también buscan tranquilidad.
El sentido de la marcha nos lleva a remontar la otra cara del barranco pero en esta ocasión pegados a la orilla. Cuidado en esta subida, porque el ascenso es rocoso y las espectaculares vistas y las acrobacias de algunos surfistas nos pueden distraer y llevarnos a algún tropiezo.
Por eso, lo mejor es pararse y deleitarse con estas secuencias.
Una vez que finalizamos el ascenso nos colocamos a más de 50 metros de altura lo que permite ganar espectacularidad a esta franja acantilada. Después, iremos perdiendo paulatinamente altura a medida que avanzamos al tiempo que vamos despejando nuevos horizontes de litoral.
Praia de João Vaz
Sobre estas líneas vemos los rompientes de la Praia de João Vaz y más alejados se suceden los salientes de Ponta da Fisga y Ponta da Torre. Al primer hito geográfico llegaremos luego de perfilar el dibujo de la costa por el camino y, la verdad, sorprende que en este área de roca y cantos rodados resulte cómodo darse un baño (Praia de João Vaz).
Aquí la erosión ha provocado sobre todo derrumbes y si nos mantenemos muy pegados al borde puede que las acometidas del oleaje lleguen a refrescarnos con el chapoteo. Hoy el mar nos regala algo de oleaje, pero en días de temporales esta parte tiene que ser todo un espectáculo.
Los que sí sacan partido de este acantilado bajo son los pescadores, a los que nunca nos cansamos de filmar en plena faena.
Praia da Ingrina
A continuación, la abrupta orilla se tomará un descanso en el siguiente arenal que transitaremos: la Praia da Ingrina.
Es una playa pequeña pero los surfistas son capaces de aprovechar cualquier espacio disponible en el que se produzca una buena ola.
Así, cruzamos los poco más de 110 metros de longitud de la cala para empezar a abandonarla por su extremo oriental.
Batería y Forte do Zavial
Mientras ascendemos de nuevo por la orografía, os contamos que en los salientes que vamos dejando a nuestra derecha existió antaño la Batería y el Forte do Zavial cuya misión era la de proteger de la piratería una almadraba de la pesca del atún.
El Forte do Zavial se vino abajo con el terremoto de 1755 y la batería, construida años más tarde, se deterioró rápidamente.
Praia do Zavial
Zavial también recibe el nombre de la siguiente playa que divisamos. En principio nos encanta el impresionante aspecto que presenta su tendido oleaje. Para llegar a ella hay que hacer frente a un nuevo hundimiento de terreno, el correspondiente al paso del Río dos Outeiros.
La bajada es un algo técnica, se requiere un poco de atención pero al final se consigue llegar.
Con la marea algo más baja quizá sea posible evitar la siguiente subida ya que la playa se prolonga por la orilla. Sin embargo, nos han tocado esas horas en las que hay que hacer otro pequeño esfuerzo.
Alcanzado el alto podremos ver la cara más oriental de la playa, un espacio a veces empleado para el practicar el nudismo.
El perfil vuelve a hundirse, y aquella pareja que va delante nuestra nos está indicando que no tardará de nuevo en elevarse. Mientras nos mentalizamos en coger fuerzas escudriñamos las olas tubulares de la orilla en busca de nuevos jinetes del agua.
A continuación, afrontamos el fuerte ascenso medio hipnotizados por el rumor del oleaje lo que nos hace tomar por error un pequeño sendero con salida directa al océano. Realmente esta ubicación es un perfecto mirador para otear desde las alturas la Praia do Zavial y el litoral que hemos ido dejando a la espalda.
De igual forma, retomando el camino que perfila ahora la línea acantilada podemos tomar conciencia de nuevo de las prolongadas ondas marinas que recorren la orilla. Espectacular.
Ponta da Torre
El saliente que abriga Zavial por su extremo oriental se llama Ponta da Torre. Ignoramos si en este montículo de piedras que los visitantes han ido depositando con el paso del tiempo habría un antiguo bastión de vigilancia, pero lo que sí es cierto es que es un lugar desde el que domina un vasto territorio.
En este sentido, reanudando la marcha hacia el este comenzamos a divisar parte de la siguiente franja costera en la que adivinamos las viviendas del destino de hoy: Salema. Más al oriente, el horizonte de tierra lo cierra la Ponta de Almádena.
La marea baja como aliada
Avanzaremos unos mil trescientos metros por esta superficie sin demasiada trascendencia hasta localizar un entorno clave de la etapa del que va a depender si podemos recortar unos 3 kilómetros el recorrido. Nos referimos a la orilla de las Praias das Furnas, Foia do Carro y Figueira.
Si la marea está lo suficientemente baja podremos ir pasando de un arenal a otro sorteando los resaltes de la orografía y por tanto, reducir los kilómetros. De lo contrario, habrá que dirigirse al interior dando un rodeo hasta el lugar de Figueira para luego bajar de nuevo hasta su playa homónima.
La suerte que tenemos es que la marea está bajando así que solo tenemos que esperar un poco más para convencernos y así afrontar la opción playa.
Praia das Furnas
Elijas la opción que elijas tienes que descender a la Praia das Furnas, una bajada algo técnica y escarpada en la que hay que mantener bien la atención en el firme irregular.
Detrás nuestra podemos ver con algo más de perspectiva a través de este grupo cómo es la depresión que ocasiona esta pérdida de altura.
Alcanzada la playa volvemos a sentir las pisadas acolchadas por la arena mientras somos testigos de nuevos aspirantes a surferos y sorteamos los sedales del instrumental de esta fila de pescadores.
Pero además, Playa das Furnas tiene otros alicientes que ofrecernos y que hacen honor a su nombre. Nos referimos a las cavidades, arcos y galerías que se han formado de manera natural con la erosión de la roca caliza y arenisca.
El viento y el agua no cesan en su empeño de pulir estas inquietantes paredes.
Parece que el grupo organizado que venía detrás va a seguir nuestros pasos. La marea baja nos va dejando espacios generosos para pasar entre los resaltes de roca desprendida aunque debemos estar vigilantes por si viene un golpe de ola repentina.
Praia da Foia do Carro
El plan para ir pasando de playa en playa está funcionando. Esta que transitamos ahora es la Praia da Foia do Carro, todavía más salvaje que la anterior por ser más inaccesible. De hecho, por su flanco oriental también se aprieta el espacio entre tierra y agua pero de nuevo acertamos en calcular la bajada de la marea. Por si acaso nos echamos una carrerita.
Praia da Figueira
Al otro lado entramos en los dominios de la Praia da Figueira, un arenal encajonado en otra depresión de terreno. Sobre su acantilado este se alzan las ruinas del Fuerte de la Vera Cruz de Figueira, un pequeño complejo defensivo que fue construido en el siglo XVII para dar cobertura en la Guerra de la Restauración.
El camino nos dirige hacia el fuerte remontando el valle por esta vertiente. Pronto comprobaremos que desde sus muros bien se podía advertir con tiempo la llegada de incursiones enemigas, como así ocurrió en varias ocasiones con piratas venidos del norte de África.
Finalmente, la falta de mantenimiento y los derrumbes naturales terminaron por destruir la fortificación entre los siglos XIX y XX.
Praia Santa
Mientras nosotros continuamos por encima del acantilado, los monitores del grupo organizado deciden aventurarse en seguir por la orilla. Hay otra playa más a la que se puede llegar, Praia Santa, pero la marea no está lo suficientemente baja para poder acceder con comodidad.
Ciertamente nos preocupa un poco la situación de estas personas pero cuando salvamos el valle que da a esta playa y nos volvemos para ver la escena comprobamos que los guías parecen tenerlo todo controlado. Un poco aventureros, pero controlado.
Quizá es que este entorno invita a jugarte un poco el pellejo, y si no que se lo digan también a este pescador.
Entre unas cosas y otras esta última parte de la etapa se nos está haciendo la mar de entretenida y ahora, además, nos toca una zona de monte entre pinares que salva un barranco a medida que va ganando altura.
Salema
La luz del atardecer va tiñendo a occidente las aguas del Atlántico y a oriente las primeras casas de los barrios altos de Salema.
Mientras deambulamos por las calles de en busca del alojamiento de hoy nuestra mirada no puede escaparse de mirar de nuevo hacia el mar. Estamos expectantes ante lo que todavía nos espera en las dos últimas etapas del Trilho dos Pescadores.
¡Hasta la próxima!
Nuestro alojamiento en Salema: 🛌 NAU SALEMA BEACH VILLAGE
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