ETAPA 5 · AROU – CAMARIÑAS
AROU – CAMARIÑAS (26 KMS)
La Costa da Morte nos dirige por los kilómetros que han sufrido un mayor número de naufragios mostrándonos paisajes fracturados, cargados de salientes costeros, relieves submarinos y entrantes salpicados de numerosas playas, como las de Trece y Reira.
El Cementerio de los Ingleses nos recuerda las víctimas de los barcos anglosajones siniestrados a finales del siglo XIX, y el Faro Vilán, inaugurado poco después de estos accidentes, intenta impedir cada día con su linterna que tengamos que lamentar más pérdidas de este calado.
Tras el Cabo Vilán nos resta un intervalo en compañía de vivos rompientes hasta subir a la legendaria Ermita de A Virxe do Monte.
Desde este templo divisamos Muxía y la Ría de Camariñas, en la que nos introducimos para flanquear la Playa de Lago y llegar a los restos de una antigua fortaleza defensiva que nos darán paso a nuestro destino, Camariñas.
Arou
Hola amig@s!
Nos encontramos en Arou, inicio de la quinta y apasionante etapa del Camino de los Faros.
Playas de Arou y Braña de Lazo
No hay mejor forma de empezar que haciéndolo por este pasarela de madera que haces las veces de balcón a este relajante espacio marítimo.
Un lugar que fácilmente algunos pueden tomar para fines terapéuticos.
Esta sensación balsámica continúa metros después, cuando franqueamos el saliente rocoso que se interpone entre la Playa de Arou y la de Braña de Lazo, esta última de unos 180 metros de longitud.
Un tramo de litoral cargado de naufragios
Atrás dejamos hermosas vistas de la urbe para seguir abriendo camino, ahora a la Ensenada de Xan Ferreiro, testigo del naufragio de un barco francés en 1927.
Tenemos que decir que los kilómetros de litoral de esta etapa son los más traumáticos de toda la Costa da Morte a nivel de barcos siniestrados. Su orografía de paisajes fracturados, cargados de salientes costeros y relieves submarinos así lo constatan.
El camino asciende ahora entre viejos cercados de piedra para aproximarnos a las faldas del Petón da Area Lobeiras.
Aquí se ubica el Mirador de Punta Lobeiras desde el que podremos escudriñar, al sur, toda la franja costera que acabamos de surcar.
Playa Lobeiras
Al norte, tendremos que descender hacia la Playa Lobeiras, un bonito arenal al cobijo de las pequeñas Islas Negra y A Ínsua y de un parcheado de rocas en el que se atreven a fondear pequeñas embarcaciones.
En el lugar se emplazan varias casetas de pescadores, algunas de ellas reservándose los espacios más pintorescos.
Esta playa de unos 240 metros de longitud finaliza en Punta Xunqueira, donde el camino serpentea para adaptarse al dibujo del litoral. En este punto iniciamos un tránsito que nos dirige por un corredor tectónico fracturado donde el desgaste y la gravedad han ido tapizando la orilla de bloques rocosos, y donde los más avispados sacan provecho de sus bondades.
Tras esta cuenca conocida como O Pelouro ascendemos varios metros para salvar el relieve de Os Portiños y adentrarnos en el Coído Os Boliños.
Coídos de Os Boliños y Pedra do Sal
El aspecto de este accidente geológico nos recuerda un poco al que conocimos en la etapa anterior, tras la Playa de Traba, pero aquí la roca se muestra más abrupta y vertical con farallones que asemejan a ruinas de torres y muros de castillos.
Un espectáculo pétreo que continúa en el coído siguiente, el de Pedra do Sal, coronado por su pico homónimo y que rodearemos por su falda bien pegados al acantilado. Mientras rodeamos el coído hasta su extremo occidental divisamos al este los pequeños islotes y roquedos que emergen de las profundidades para ayudar a brincar el agua y a crear la espuma de mar.
Puerto de Santa Mariña
Una vez llegados a la vertiente oeste del Pico da Pedra do Sal accedemos a la Ensenada de Cabana cuyos perfiles de acantilado bajo nos abren por un lado vistas magníficas a la cadena montañosa que protege por el sur al enclave y por otro lado al Puerto de Santa Mariña, que pronto frecuentaremos.
Por fortuna, la marea se encuentra en horas bajas, hecho que permite evitar algunos cantos rodados para sortearlos primeramente por la plataforma de roca. Un tránsito en el que debemos evitar causar el menor daño posible a su ecosistema donde lapas, bígaros y otros moluscos son perfectamente visibles bien agarrados a la superficie.
Playa de Santa Mariña
Después aprovechamos los pasillos que los peñascos dejan en la arena para acceder a la Playa de Santa Mariña. Al estar tan al resguardo de los salientes su masa de agua parece inmutable; hay que acercarse bien a la orilla para cerciorarnos de que no se trata de una piscina.
Accedemos al complejo de casetas de pescadores del Puerto para atravesarlo e incorporarnos seguidamente a la senda costera, desde donde podemos ver el espigón embarcadero que protege las pequeñas embarcaciones que aquí fondean.
Esta senda también encara el tramo que recorre la Ensenada do Colludo, que además de albergar el Puerto dispone de un arenal minado de guijarros del que buscamos una pronta salida para volver al trazado.
Por las faldas de Monte Branco
Progresamos ahora por las ondulaciones del terreno abriendo el horizonte hacia el Monte Branco, que en realidad se conforma de una inmensa duna de 150 metros de altura asentada en el cerro. Anteriormente el sendero remontaba la duna pero dado su valor medioambiental se decidió protegerla modificando el trazado.
Por si andamos despistados un cartel nos recuerda este cambio de dirección. El nuevo intervalo rodea el monte por su falda perfilando el dibujo de la costa con unos metros verticales en los que hay que estar atentos.
Merece la pena tomarse un tiempo para desandar con la vista el camino recorrido. La Ensenada do Colludo termina en la Punta Bateadora la cual nos da paso al Cabo Veo justo donde empezamos a girar, bajo amenazantes farallones, a la vertiente oeste del Monte Branco.
Ensenada y Playa do Trece
El nuevo horizonte nos descubre la Ensenada do Trece, una paradisíaco enclave que por su valor natural y paisajístico recibe todos los años a multitud de turistas deseosos de pasar largas jornadas de desconexión.
Esta ensenada dispone de una sola playa, de aproximadamente 1250 metros de longitud, que en realidad está fraccionada en varias debido a la separación que le confieren afloramientos rocosos que salen al mar.
La caramiña, especie vegetal en peligro de extinción
Además todo este conjunto está flanqueado por un cordón dunar que le añade un aspecto más desértico y salvaje.
En este entorno prácticamente virgen crecen especies vegetales que han conseguido adaptarse a las abruptas condiciones medioambientales. Tal es el caso de la Caramiña, planta que ha dado nombre a la localidad de Camariñas, nuestro destino de hoy.
Recorrer esta galería de playa azotada por el viento y el oleaje es una auténtica experiencia sensorial. Los más atrevidos se atreven ir más allá y probar las fuerzas de la naturaleza in situ dándose un baño. No está prohibido el baño, pero se recomienda hacerlo con cabeza.
Y detrás nuestra, la espectacular duna del Monte Branco, enorme, a pesar de ir haciéndose cada vez más pequeña conforme avanzamos.
Flanqueada la Playa de Trece regresamos a la senda, hacia los salientes de Punta das Paredes y Cabo Tosto. Tras el primero de ellos se esconde la Ensenada Batel, con un coído de auténticos cantos rodados a los que les quedan bastantes años de erosión para convertirse en arena blanca y fina.
Cementerio de los Ingleses
Dirección al otro saliente se adivina la estructura de uno de los hitos más representativos de esta etapa, el Cementerio de los Ingleses.
La cortina de agua pulverizada que advertimos en la Playa de Trece es un auténtico telón de fondo para este solemne enclave que recuerda por medio este complejo a los Náufragos del buque británico HMS SERPENT, accidentado en este lugar, en la Punta do Boi, en el año 10 de Noviembre de 1890.
De los 175 tripulantes solo 3 sobrevivieron. El mar devolvió los cuerpos de los 172 fallecidos a las orillas de la Playa de Trece y entre los habitantes de las parroquias de Xaviña y Camariñas consiguieron darles sepultura con este cementerio.
En el habitáculo central se encuentran los restos del capitán y los oficiales dejándose el resto del terreno circundante a los enterramientos de los marineros.
Un monolito de piedra recuerda a todos lo náufragos de la Costa da Morte, contabilizándose solo en el litoral de Camariñas un total de 245 víctimas. El Serpent fue el siniestro más trágico de finales del siglo XIX, pero a este hay que sumarles otros dos acontecidos en la misma época, el Irish Hull y Trinacria, que terminaron de darle mala fama a esta costa por medio de su conocida denominación.
Punta do Boi, el saliente más mortífero
El camino se reanuda mirando a Punta do Boi, el desafortunado saliente causante de la catástrofe del Serpent. Después vamos girando al suroeste por la Ensenada de Lucín, desde la que vamos obteniendo en la lejanía, la silueta de otro de los protagonistas de esta etapa, el Faro Vilán.
Las sobrecogedoras vistas a Cabo Vilán
Si nos tomamos un momento, en la parte meridional de esta ensenada podemos mirar hacia Punta do Boi y ser testigos del accidentado panorama con el que se encontraban aquellos desventurados buques que frecuentaron estas latitudes.
Los que hoy navegan por aquí cuentan con nuevas tecnologías para conocer la meteorología y evitar acantilados y relieves submarinos, además de recibir la indiscutible ayuda del Faro Vilán.
Un faro que visto desde aquí nos sobrecoge por el aspecto del lugar en el que se encuentra, un accidentado cabo que a priori parece inexpugnable. Los impresionantes aerogeneradores del parque eólico que lo antecede tampoco nos dejan muy tranquilos ya que parecen estar vigilantes ante la llegada de intrusos.
Mientras llegamos allí dejándonos llevar por una cómoda pista de tierra y grava es imposible dejar pasar inadvertidos todo este mar salpicado de multitud relieves submarinos que emergen amenazantes.
Aquí también encontramos muestras conmemorativas de alguna tragedia marítima como por ejemplo un cruz o un ancla, este último único resto físico que permanece de un barco accidentando en el año 2014.
Playas de Reira
Continuamos unos metros más por este camino hasta que las señales nos introducen por una senda que nos conducirá por la galería de Playas de Reira.
Playa de Reira
La primera de ellas recibe el mismo nombre que el conjunto de arenales (Playa de Reira) y es la que presenta la orilla más accidentada debido a la roca.
 
 
Después hay que franquear el saliente de Punta Forcados para pasar a la segunda playa, la de Area Longa. Mientras lo hacemos comprobamos que este esquema de arenales intercalados por salientes pétreos es muy similar al que seguía la Playa de Traba y esto, nos encanta, ya que a medida que avanzamos vamos descubriendo los enclaves, como si estuviéramos desenvolviendo un regalo.
 
 
Playa de Area Longa
Area Longa es la playa de mayor longitud del grupo, con más de 300 metros de extensión que permite en su orilla bonitos bancales de arena cuando la marea está creciente.
Se acerca la hora del almuerzo y la verdad es que ante tantos rincones apetecibles es difícil decidir cuál de ellos será el elegido para zamparnos el bocadillo.
 
 
Mientras vacilamos continuamos salvando un nuevo saliente, desde el que ya no vemos el Faro, puesto que se esconde tras el Monte da Pedrosa.
 
 
Playa de Balea
A continuación, la bonita Playa de Balea que será la elegida para resolver el dilema del almuerzo, su rosácea y pulida roca nos servirá de apoyo para plantar el campamento. Y ya que estamos, aprovechamos las propiedades tonificantes del agua para revitalizar los pies.
Abandonamos Balea retomando la senda costera que flanqueará por el interior A Posteira, el penúltimo saliente de este intervalo de costa. Una vieja fuente e inutilizada sale al paso, quizá en épocas más generosas de lluvia cumpla su función.
Playa Pedrosa
Volvemos a incorporarnos a la pista de tierra y grava que antes transitábamos. Por ella divisamos la Playa Pedrosa, la última que nos faltaba del grupo de Reira. No la visitaremos ya que el trazado nos desvía por una pista forestal para remontar el Monte da Pedrosa.
Surcando el Monte da Pedrosa
Cuando el camino serpentea y consigue ganar cierta altura a cielo abierto nos deja espectaculares vistas de toda la franja de litoral recorrida hasta Cabo Tosto.
La orilla de Playa Pedrosa se aprecia mejor desde aquí.
Una vez que esta pista consigue esquivar el relieve del Monte da Pedrosa volvemos a obtener vistas al Faro Vilán y al peñasco Vilán da Fora exento del cabo. Todo este paraje es refugio de valiosas colonias de aves marinas, como la gaviota tridáctila y el arao común. Se dice que el nombre Vilán es una evolución de un vocablo irlandés que significa, gaviota, por lo que a este enclave también se le podría llamar Cabo de las Gaviotas.
Ensenada Arneliña
Seguimos avanzando por esta pista que describe el dibujo del litoral el cual nos introduce a la Ensenada Arneliña, cargada de cautivadores coídos y rompientes que hace el trayecto muy entretenido.
Parque Eólico de Cabo Vilán
Paso a paso llegamos a la altura del Parque Eólico de Cabo Vilán, uno de los primeros construidos en Galicia a principios de los años 90 del pasado siglo.
Anteriormente constaba de 22 aerogeneradores que rompían totalmente con la estética del paisaje y provocaban cierta mortandad en las aves del entorno. Y no es que ahora se hayan solucionado estos problemas, pero hace pocos años consiguieron rebajar el número de estas estructuras colocando otras más potentes.
El zigzagueo de la ruta nos coloca el Monte da Pedrosa al este, ocultando las Playas de Reira. Y poco después, tras flanquear el Coído Os Poxados terminamos de rodear el Parque Eólico para comenzar a enfilar la lengua de tierra del Cabo.
Realmente pasar tan cerca de estos mamotretos generadores de energía impone lo suyo. El fuste mide unos 100 metros de altura, y el diámetro de las hélices del rotor abarca los 125 metros de longitud. Casi parece que nos eche a volar a nosotros.
Las señales abandonan esta pista para incorporarnos a una senda descendente. Pocos metros después conectamos con la carretera que llega desde Camariñas y que iniciará el ascenso al faro. Un tramo que nos regala generosas vistas a la Ensenada Arneliña. Acortamos ahora unos metros campo a través para volver después el asfalto y encarar los metros finales hasta el faro.
Faro Vilán
Lo primero que observamos del conjunto es que la torre no está integrada en el edificio de la vivienda, si no en un promontorio rocoso que se emerge del mar a unos 80 metros de altura.
No obstante ambos elementos se comunican entre sí por una galería cubierta cimentada que salva el escarpado perfil mediante unos 250 escalones. Los 24 metros del fuste hacen que su linterna emita luz a más de 100 metros de altura llegando a alcanzar actualmente una distancia de 28 millas.
El primer faro que funcionó con energía eléctrica
El Faro Vilán se inauguró en 1896 funcionando con energía eléctrica, el primero de España con estas características, aunque la linterna no lo haría hasta el año 1911. Su construcción surgió de la imperiosa necesidad de hacer la Costa da Morte un poco más segura para la navegación, ya que los diferentes episodios de naufragios acontecidos con anterioridad, como el del Serpent, dejaron en evidencia la efectividad del antiguo faro.
Los restos del viejo faro, llamado Faro Vello, todavía permanecen en esta elevación. Comenzó a funcionar en 1854 mediante vapor, pero su escaso alcance y poca elevación a nivel del suelo provocaban una serie de puntos ciegos insalvables.
En el Faro Vilán fue declarado Sitio de Interés Nacional en el año 1933 para conservar y proteger su valor patrimonial paisajístico, monumental y geológico.
Tomaros vuestro tiempo en este lugar tan pintoresco para disfrutarlo como se merece y también para visitar el interior de su vivienda, donde merece realmente la pena el Centro de Interpretación de los naufragios, faros y señales marítimas.
Aquí podréis conocer la tipología y evolución de los faros, además de la historia que envuelve a la Costa da Morte, antaño cargada de mitos y leyendas hasta que en el siglo XIX comenzó a ser portadora de malas noticias relacionadas con naufragios.
Hacia Punta Esperillo para continuar la marcha
Reanudamos la marcha abandonando el complejo por una senda descendente que parte desde el Faro Vello. Tendremos que alcanzar la Punta Esperillo, situada en el extremo norte de la estructura de una Piscifactoría. Para ello, primero regresamos unos metros al asfalto para acto seguido tomar otra senda que nos desvía al saliente.
En Punta Esperillo descubrimos Faro Vilán bajo otro impresionante ángulo, mucho más inmersivo ya que nos envuelve el embate del viento y el rugir de olas en los rompientes.
Un intervalo estimulante entre rompientes
A partir de este punto nos restan unos 7 kilómetros hasta nuestro objetivo de hoy Camariñas. La mayor parte del recorrido, que comienza a introducirnos en su ría, transcurrirá cómodamente por esta pista que nos mantiene bastante entretenidos con algunos espectaculares rompientes.
El Cabo Vilán todavía luce detrás de nosotros mientras bordeamos los muros de la Piscifactoría. Pero a medida que avanzamos hacia el sureste la silueta se irá perdiendo entre los relieves de la orografía.
Seguimos avanzando hacia el Coídal das Castañas, un tramo que nos pone ahora paralelos al Parque Eólico cuyos aerogeneradores se asoman con suficiencia escoltándonos por el este.
Vistas al Monte Farelo
Mientras reparamos en este litoral que nos muestra un futuro prometedor mediante orillas de cantos rodados que con el tiempo se convertirán en preciosas calas, advertimos la silueta de un templo en lo alto de un cerro. Un bello enclave que el camino no está dispuesto evitar.
Y más cuando empezamos a percatarnos que desde ahí arriba debe haber unas vistas magníficas a la Ría de Camariñas. Si Cabo Vilán limita al norte esta ría, Punta da Barca y la enigmática Muxía lo hacen al sur. Pero esta última localización tendrá que esperar a la etapa siguiente.
Ahora debemos culminar la que hoy nos ocupa en la que siguen sucediéndose coídos y salientes (O Soto) (Coído Home Morto) aderezándonos el tránsito.
Algunos relieves esconden el Faro Vilán, algo más difícil de conseguir con los aerogeneradores, pero en cuanto volvemos a ganar altura regresa para dejarnos claro que continuamos bajo sus dominios.
Ermita da Virxe do Monte
Toca ahora subir al Monte Farelo, donde se encuentra la Ermita da Virxe do Monte, el templo que antes divisamos y que disfruta de excelentes vistas a la Ría de Camariñas.
Este corto repecho que nos dejará a 60 metros de altura es el mismo que toma la romería todos los lunes de Pascua para trasladar la talla de la Virgen desde la localidad de Camariñas hasta las instalaciones del templo.
El sencillo edificio barroco se construyó a mediados del siglo XVIII sobre los cimientos de otro más antiguo y se puede decir que está hermanado con el de A Virxe da Barca, que encontramos al otro lado de la ría, en Punta da Barca.
Varias leyendas giran en torno al origen de esta ermita, a cuya Virgen los devotos imploran oraciones para el buen devenir y exitoso regreso de los pescadores a puerto. La espadaña fue reconstruida en el 2005 tras ser dañada por una tormenta.
Este lugar tan espiritual también es aprovechado para conmemorar a algunos de sus vecinos.
Playa de Lago
Deshacemos los metros que suben a la Ermita para volver a incorporarnos al camino que nos dirige ahora por una pista forestal hasta llegar a un precioso balcón a la Playa de Lago.
Tendremos que seguir descendiendo para alcanzar este tranquilo arenal en forma de ensenada que se encuentra al resguardo del Monte Farelo al oeste, y del Monte da Atalaia al este.
Precisamente transitaremos las faldas de este último monte que nos deja detalles de su carácter marinero y también otros dedicados al sector ganadero.
Cerrando el horizonte la otra orilla de la Ría que nos espera impaciente en la etapa siguiente, y un pesquero, que nos anuncia la proximidad de un puerto, el de Camariñas, al que pronto llegaremos.
Muros de piedra se encargan de jalonar nuestro último kilómetro dirigiéndonos por distintas fincas residenciales dispuestas hacia el Coído de Portocelo hasta alcanzar las inmediaciones del puerto.
Castelo do Soberano
Justo antes, en la Punta do Castelo se encuentran las ruinas del Castelo do Soberano, una fortificación defensiva levantada en 1740 para proteger la ría de las incursiones piratas que acontecían en los siglos XVI, XVII y XVIII. Los restos de los muros apenas dejan entrever la figura de las 17 troneras que componía la estructura semicircular, pero podemos otearlas desde una posición más elevada accediendo al mirador contiguo.
Camariñas
Y por fin llegamos a Camariñas, por su puerto, uno de los más importantes de la Costa da Morte, en el que la captura y comercialización de la sardina y el pulpo son ejes económicos de referencia en la localidad.
Pescadores, mariscadoras, percebeiros, recolectores de algas, conserveras… todos encuentran aquí su sitio para poner en valor el género fruto del mar.
Un pueblo marinero que nos recibe rejuvenecido en parte debido al proyecto de dinamización del desarrollo turístico unido al mar. Con la vitalidad y alegría que contagian sus habitantes nos introducimos en las calles para navegar hasta el alojamiento de hoy, Stella del Mare, donde os recomendamos encarecidamente la Pizza Camariñana.
Madre mía, ¡qué hambre!
¡Hasta la próxima!