PONTECESO – A GARGA
El tramo que parte desde Ponteceso hasta confluir con la variante que viene desde Laxe tan solo consta de 3 kilómetros.
Un recorrido corto pero con importante bienes monumentales y naturales, comenzando desde la propia localidad de Ponteceso, que fue antiguo puerto de tránsito de mercancías y que en la postguerra también vivió su época dorada con la explotación de la madera.
Aquí se conserva la casa natal del poeta Eduardo Pondal, del que se tomaron estrofas de su poema “Os Pinos” para la creación del Himno de Galicia.
La urbe se sitúa en el tramo final del Río Anllóns en su salida al mar, lo que permite disfrutar de un bonito entorno mientras progresamos ganando altura por los relieves de O Monte Pequeno.
Por su parte, cobra gran interés el templo románico de San Fins de Anllóns que encontramos en el lugar de Anllóns Grande. En esta iglesia nos espera Jesús, paisano de A Garga que nos acompaña hasta este última aldea para finalizar el itinerario.
Ponteceso
Hola amig@s!
Estamos en Ponteceso, próximos a las puertas de la desembocadura del Río Anllóns, río que de antiguo recibía el nombre de Zeso, con zeta. Su vieja denominación se uniría posteriormente a la del puente, construcción que en principio fue de orígenes romanos, aunque la actual es del siglo XIX. En conclusión, Ponteceso.
Esta villa fue antaño un puerto de tránsito de mercancías y en la postguerra también vivió su época dorada con la explotación de la madera. Al otro lado del puente, río Arriba, asoma entre la espesura una chimenea de ladrillo que aguanta impertérrita su homenaje a esta industria.
Casa Natal de Eduardo Pondal
Por su parte, en este caserón junto al puente nació en 1835 Eduardo Pondal, importante poeta gallego del que se tomaron estrofas de su poema “Os Pinos” para la creación del Himno de Galicia.
Sobre la entrada de este pazo del siglo XVIII se adivinan los escudos de los linajes de diferentes familias.
Saliendo de Ponteceso
A continuación, nos dirigimos a la Plaza Relleno donde se planta esta encrucijada, testigo del paso de caminantes y peregrinos que bien por un lado acometen el Camino de los Faros, o bien como nosotros, inician la Vía Céltica desde esta variante.
La ruta avanza al este por la Avenida Eduardo Pondal, dejando cauces de agua tributarios del Anllóns que también conforman agradables paseos de ribera.
Al poco nos sorprende un panel informativo que exhibe el bonito mapa de la Vía Céltica del autor Chencho Pardo Valdés y que aprovechamos para situar geográficamente el Camino que estamos llevando a cabo.
También, a pocos metros, en el lugar de A Feira llama la atención la escultura de piedra que parece homenajear uno de los oficios tradicionales gallegos: la mimbrería, aquí representada por la parte de una cesta.
Ahora tomamos el Camino Anllóns afrontando un fuerte repecho, todavía hacia al este, trazado que nos regala magníficas vistas al estuario del río y a las elevaciones del Monte Blanco, famoso por disponer en sus faldas un valioso complejo dunar.
Acto seguido el itinerario vira al sur por esta pista de asfalto jalonada de eucaliptos, pinos y robles y donde el perfil tiene tendencia a llanear.
Rego Furado
Por aquí hay un pequeño espacio apartado del camino que casi queda relegado al olvido. Se trata del lavadero Rego Furado, donde se ha colocado un monolito que reza “Dicen que del Rego Furado salen todas las almas de la ribera baja del Anllóns”
Dicho sea de paso, hace unos años, el Concello de Ponteceso trabajó por recuperar este y otros tantos lavaderos pertenecientes al patrimonio histórico rural, utilizados sobre todo por mujeres donde, además de servir para hacer la colada hacía las veces de lugar de encuentro.
Anllóns de Arriba
El viaje continúa al sur, terminando de perfilar el leve ascenso que transcurre por las vertientes occidentales de O Monte Pequeno. Posteriormente aparecen las viviendas del lugar de Anllóns de Arriba, nombre que le viene al dedillo pues se domina una bonita estampa del río homónimo desde un punto más elevado.
También oteamos los tejados de Ponteceso y la línea fronteriza de elevaciones conformada por el Monte Blanco, el Alto das Travesas, el Petón dos Loureiros, Canto Branco o el Monte Calvelo, entre otras.
Vistas que disfrutan los afortunados turistas del complejo rural O Lar de San Fins, una vivienda centenaria reformada para la hostelería que todavía conserva algunos elementos etnográficos a sus pies.
A su vez, por esta pista que atraviesa toda la urbe en sentido descendente, también seremos partícipes de distintas propiedades de arquitectura popular, muchas de ellas con sus propias huertas, cultivos de frutales y cereal y algunos animales domésticos, estos últimos más curiosos que asustadizos.
Cruceiro de San Fins
Seguidamente, antes de abandonar Anllóns Grande, damos con el Cruceiro de San Fins construido en 1952 por suscripción parroquial.
Su pedestal luce una serie de bajorrelieves de medallones con diferentes personajes y un Cristo Crucificado en una hornacina inicia el fuste que se prolonga hacia arriba con varias imágenes, siendo Santa Lucía una de ellas.
El capitel es de estilo jónico y sobre él cae el peso del Crucifijo con chaflanes en los extremos. Por un lado, San Francisco recoge en un cáliz la sangre del Cristo y por el otro la Virgen del Carmen sostiene al niño.
Iglesia de San Fins de Anllóns
Una vez realizada esta pausa artística cruzamos la carretera LC-423 para realizar la más interesante de este tramo, la que concierne a la Iglesia de San Fins de Anllóns.
Jesús, un paisano de A Garga, nos espera con las puertas abiertas para darnos algunas indicaciones del templo.
El edificio actual es una construcción barroca del siglo XVIII y cuenta con una de las espadañas más famosas de Galicia, ya que sus campanas inspiraron al autor Eduardo Pondal para escribir su primer poema en gallego: “A Campana de Anllóns”.
Por contra, la iglesia fue antaño un templo románico, nos lo delata la portada románica de arco de medio punto protegida por el guardapolvo de taqueado jaqués, esto último, indicio de lugar de acogida de peregrinos.
Su arquivolta se apoya en cimacios que a su vez son soportados por los capiteles de temática vegetal de las columnas.
Por su parte, los canecillos también son característicos del románico. En el muro norte los vemos representando salientes que terminan en volutas y figuras de lectores y acróbatas.
A continuación, accedemos al interior para encontrarnos con una planta rectangular y una única nave, muy reformada, como se adivina en el coro y en las grandes arcadas que separan los tramos del presbiterio.
Este último espacio está custodiado por las bonitas imágenes de un Sagrado Corazón y una Virgen de Fátima.
El altar está presidido por un retablo barroco del siglo XVIII con la imagen de San Fins como motivo central.
Jesús y el párroco de Ponteceso nos ayudan a identificar otros retablos de interés, como el neoclásico de Santa María Magdalena, o los barrocos protagonizados por un lado, por la Virgen del Rosario, el Niño Jesús y la talla de San Francisco, y por otro lado, el habitado por la Virgen Inmaculada y San Roque.
Además, nos cuentan que esta talla que hay sobre un cimacio del Arco Triunfal es de las obras más antiguas del templo, al igual que la Pila Bautismal, que es románica aunque posteriormente se le añadió un cuerpo de mármol.
A Garga
Concluida esta visita seremos buenamente acompañados por Jesús hasta su lugar de residencia, A Garga, localidad situada en un bonito entorno a orillas del Río Anllóns.
Puente del Río Anllóns
Su puente sobre el caudal no pasa desapercibido al poseer una arquitectura del siglo XIX. Fue declarado Bien de Interés Cultural y hace varios años tuvo que sufrir una restauración por riesgo al derrumbe.
Ambos márgenes del Anllón suponen un lugar idóneo de descanso en el que pasar buenos ratos bien perdiendo la mirada en el correr del agua o bien aprovechando los momentos de las festividades en esta barra de encuentro de vecinos, que por cierto, ayudó a construir el propio Jesús.
Solo trescientos metros nos restan para terminar los tres kilómetros del tramo que parte desde Ponteceso y que confluye aquí, en A Garga, con la variante que parte desde Laxe, urbe a la que nos acercará este amable paisano.
Pero antes, una última sorpresa, el altar de una Virgen de las Angustias en la pared de una vieja vivienda. ¿Qué hace aquí? No se sabe, hasta los propios vecinos lo desconocen, señal inequívoca de que esta Vía Céltica es digna de seguir descubriendo.
Hasta la próxima!