SENDERO del RÍO BAILÓN
El sendero del Río Bailón es una de las rutas más famosas del Parque Natural Geoparque de las Sierras Subbéticas debido a su importante valor natural, donde cobran protagonismo diferentes manifestaciones geológicas pulidas con el paso del tiempo.
Fuentes, bosques encantados, cascadas y la famosa Ermita de la Virgen de la Sierra situada en el «Balcón de Andalucía» condimentan estos kilómetros que bien pueden tener como colofón la fantástica localidad de Zuheros.
Centro de Visitantes Santa Rita
Autorización necesaria para realizar la ruta
Para realizar esta ruta se precisa autorización del Ayuntamiento de Cabra. Os dejamos varios enlaces para poneros en contacto con el Centro de Visitantes de Santa Rita, lugar en el que podréis obtener dichas autorizaciones:
TURISMO SUBBÉTICA
JUNTA DE ANDALUCÍA
Zuheros
Hola amig@s!
Nos encontramos en Zuheros, a punto de encarar el sendero del Río Bailón, dentro del fantástico Parque Natural de las Sierras Subbéticas, Córdoba.
No os dejéis engañar por la seca apariencia del cauce del río, como bien informan los paneles, el agua sigue corriendo filtrándose bajo las piedras que se han ido acumulando a lo largo del tiempo convirtiéndolo en un río subterráneo.
En los paneles que dan inicio al sendero también se comenta el evitar la realización del sendero cuando hay lluvia abundante, ya que la erosión provoca el desprendimiento de las rocas.
Igualmente, la lluvia o la humedad pueden hacer deslizante este camino inicial a base de piedra caliza. Un camino que con la ganancia de altura se va cargando de balcones con vistas al pueblo de Zuheros.
El sendero serpentea para ir salvando la escarpada pendiente, que oscila entre el 11 y el 17 por ciento de inclinación, suficiente para entrar rápidamente en calor en esta fría mañana de un mes de febrero.
Tras pasar los primeros peñones del cañón, una balaustrada de madera permite salvaguardar el flanco más vertical, y por si andamos despistados el graznido de las chovas piquirrojas ya se encargan de darnos ese toque de atención sobre el terreno.
Y es que, aunque las panorámicas van aumentando en espectacularidad conforme ascendemos, bien es cierto que no debemos dejar de mirar por donde pisamos ya que el firme de piedra es amigo de los pequeños tropezones.
Cañón del Charco Hondo
Tras los primeros 500 metros llegamos al falso llano del Mirador del Charco Hondo, donde la inclinación descansa en una especie de anfiteatro al abrigo de riscos y cumbres kársticas.
Aquí también desaparece la calzada de piedra para proseguir por un carril de tierra. Esta zona recibe el nombre del cañón por el que se dejan ver las casas caladas del pueblo, una buena carta de presentación de Zuheros para todo aquel que realice esta ruta en sentido contrario.
Este fabuloso entorno nos carga de energías.
Las caprichosas formaciones calcáreas y lo intrincado del recorrido amenizan el tránsito convirtiendo cada rincón en una sorpresa.
El cauce empedrado del río se interpondrá en varias ocasiones en nuestro paso, pero basta con estar atentos y medir bien qué piedras elegir para poder cruzarlo.
La Cueva del Fraile
Después, la pendiente vuelve a endurecerse para adentrarse en una nueva galería de cerros calizos que impresionan por su verticalidad y por algunas de las cavidades que presentan. Entre estas cavidades destacamos la de “El Fraile”, nombre que toma de la estalagmita que ha quedado al descubierto a la entrada y que parece tomar la forma de este miembro religioso.
Puede que en cierta medida este lugar quede bendecido por esta curiosa figura ya que, al menos, el ganado que por aquí transita encuentra refugio, paz y alimento.
Un entorno lleno de vida interior
Continuamos el sendero paralelos al Bailón, que como ya mencionamos antes, aparenta estar seco. Las propiedades geológicas del lugar permiten un alto índice de infiltración del agua, lo que hace que el interior todo este entramado calizo esté lleno de vida.
Fuente de la Mora
Una prueba de ello se manifiesta en algunas fuentes que encontramos (Fuente de la Mora) y que permiten la salida del agua al exterior.
Tras la Fuente de la Mora nos esperan unos 800 metros dirección sur acompañando al río por su orilla derecha. La inclinación de ascenso de este tramo es más suave, lo que nos permite recuperar algo el aliento.
Camino de la Cola de las Pilas al Vadillo
Un aliento que nos va hacer falta, porque el terreno vuelve a endurecerse en cuanto viremos al oeste por el Camino de la Cola de las Pilas al Vadillo.
Aquí solo tendremos que preocuparnos de las pendientes al 12% y la piedra suelta, que exigen su empeño en cada paso, ya que las balizas de señalización se encargan de marcarnos el camino correcto.
Ganando altura también nos hemos separado unos metros del curso del Bailón, que ahora dominamos desde arriba, en igualmente se abre una nueva visión de los cerros que lo jalonan, como el Zumacal, las Melladas o el Camarena.
Un bonito paraje que además de estar ocupado por la ganadería también es el hábitat de otras especies de mamíferos, lo que hace inevitable la presencia de buitres y otra serie de aves rapaces.
El Bosque Encantado
Seguimos ascendiendo, encarando las faldas del Cerro Bramadero y adentrándonos poco a poco en otro de los hitos destacados de la ruta: El Bosque Encantado.
Es fácil entender el por qué a este tramo se le atribuye este nombre. Una numerosa población de retorcidas encinas que pretenden querer atraparnos entre sus ramas, el verde musgo que parece querer ocultarnos algo entre sus envoltorios y la expectación que supone cada cambio de rasante o dirección, lo hacen desde luego encantador.
La cara norte del Cerro Bramadero y la espesura contribuye a la humedad de esta zona y por consiguiente a la creación de este corredor verde.
Como ya hemos mencionado, esta ruta es una de las más famosas de las Sierras Subbéticas, por lo que no es de extrañar que encontremos compañía durante algunos metros.
Forma elíptica hecha a base de piedra
Así que es un placer sentir cómo unos y otros disfrutan de esta gran actividad como es el senderismo. Algunos se deleitan creando curiosas figuras de piedra en espiral homenajeando quizá a la forma de los amonites, que son los fósiles de moluscos que se pueden encontrar en estas tierras y que vivieron aquí hace millones de años.
A partir de este punto el camino vuelve a virar al sur y el perfil empieza a llanear mientras va atravesando los últimos reductos de este bosque. En el horizonte presenciamos la barrera de la Loma de los Pozuelos culminada al este por la Peña de Miguel Pérez.
Seguimos por los dominios del Cerro Bramadero, rodeándolo en busca de la depresión que conforma el Arroyo de la Fuenfría, mientras disfrutamos del paseo dejándonos sorprender por buenos ejemplares de encinas.
Fuente de la Fuenfría
Llegamos al Arroyo de la Fuenfría, que no tiene mayor inconveniente para cruzarlo más que asegurar los apoyos de las pisadas, y alcanzamos otro punto estratégico de la ruta. La Fuente de la Fuenfría.
Esta fuente se compone de un pilar rectangular a modo de abrevadero que es utilizado sobre todo por el ganado. Junto a ella hay señal que nos marca una encrucijada, de la que tendremos que tomar la que va dirección a Cabra.
Reanudando la marcha, a pocos metros, se emplaza la Fuente de la Rebola, lugar en el que se ha instalado la familia que antes nos adelantó.
La Paleodolina
Tras superar el pequeño repecho del Cerrillo Cordobés entramos en un gran espacio a cielo abierto, territorio en el que podremos ser testigos de cómo el agua ha tenido gran protagonismo en la disolución de la roca a lo largo de millones de años.
Un proceso que se manifiesta, por ejemplo, en una Dolina que podremos descubrir en un panel interpretativo que encontraremos siguiendo el sendero. No os perdáis la interesante explicación de este panel.
Ese espacio circular entre la vegetación es la dolina, hoy fosilizada al estar enterrada por sedimentos de otros periodos geológicos posteriores.
Cortijo de la Rebola
Continuamos la ruta advirtiendo entre tanta roca dispersa otras más organizadas a modo de cimientos correspondientes un antiguo cortijo, el de La Rebola, hoy en ruinas, vestigio de tiempos mejores en la agricultura y ganadería.
Aquí la piedra caliza parece crecer como lo hierba y de no ser porque el camino está bien marcado debido al tránsito de senderistas, algunos vehículos y las balizas de señalización, seguramente sería imperceptible.
Atrás vamos dejando la Loma del Búho y el Cerro del Zumacal al tiempo que nos adentramos en otro tramo entre encinas que asciende unos metros de manera liviana.
Después, vuelve a descender para ir alcanzando poco a poco otro lugar que muy inteligentemente escoge el ganado para encontrar cobijo.
Del accidentado terreno a la llanura
En cuanto las encinas se echan a un lado nos sorprende una extensa llanura rodeada de cordilleras que nos deja a campo abierto y en donde parece dar la vuelta el viento.
Un lugar que suele encharcarse fácilmente en cuanto se producen lluvias continuas provocando las crecidas de algunos arroyos que bajan a esta vega desde las cumbres colindantes. El cauce de Las Chorreras es uno de los culpables de nutrir este paraje, un arroyo que remontaremos al regreso para descubrir sus cascadas.
Ahora nos conformaremos con cruzar su trazado para continuar por esta planicie.
Hay otros obstáculos que salvar, como algún vallado que impide el paso del ganado, pero excluyendo estos, por así llamarlos, “inconvenientes” el resto del camino por este tramo es un paseo fácil, agradable y rápido de realizar.
A nosotros nos tocó un día encapotado, con nubes bien agarradas a las cimas de los cerros que jalonan esta franja de sendero, conocida también como la Vereda de la Marchaniega.
Y cuando el viento decide abrirle paso al sol nos deja escenas curiosas como esta, donde los lanudos cuerpos de estos especímenes parecen mimetizarse con la roca y piedra del paraje.
Algunos cortijos todavía en activo disponen de vistas privilegiadas desde los pies del Cerro Camarena dominando prácticamente todos los puntos cardinales de esta depresión.
Y casi como un arrebato reivindicativo los lirios se hacen con un espacio en este lugar rocoso para manifestar su derecho a existir. Increíble la cantidad de ejemplares de esta preciosa flor que casi no nos permitía dar un paso por miedo a aplastarlas.
Un bucólico momento que hace de transición a la hora de cambiar el rumbo de oeste a sur, dando caza al curso del Río Bailón.
Tan sosegado es el paso del caudal por aquí, que el agua parece estancada permitiendo florecer las tierras fértiles que permanecen sumergidas. Frente a nosotros un oculto Picacho de Cabra, lugar a cuya cumbre nos dirigimos para visitar la Ermita de la Virgen de la Sierra.
Para ello hay que seguir un ancha y cómoda pista de tierra paralela al margen izquierda del río que bien es aprovechada para realizar distintas actividades.
Tendremos que seguir cerrando las cancelas que salvemos para evitar la salida del ganado, no vaya a ser que alguna pieza se extravíe, sufra algún percance y caiga en manos de los buitres al acecho.
La Ermita se resiste a mostrarse en lo alto del cerro, pero gracias a ello nuestra atención puede centrarse en este hermoso páramo de quejigos centenarios que nos escoltan al siguiente recodo de la llanura donde su perímetro se amplía de manera espectacular.
El Poljé de la Nava de Cabra
Tenemos que decir que toda esta extensa planicie que venimos atravesando desde hace ya varios kilómetros pertenece a un accidente geográfico denominado Poljé, que consiste en el hundimiento del terreno provocado por la disolución de la roca caliza que con el paso del tiempo se ha ido sedimentando creando la llanura.
Es un paisaje kárstico cerrado por montañas, de cuyas cumbres bajan distintos arroyos que en épocas de lluvia constante provocan encharcamientos en la llanura debido al material arcilloso impermeable de la superficie.
Al cruzar una última cancela y avanzar unos cientos de metros más encontraremos un panel interpretativo de este proceso.
Ascenso al Picacho de Cabra
Toca ahora afrontar la última parte de la jornada, subir al Picacho de Cabra.
A la altura del Cortijo de la Virgen comenzamos la subida cortando algunos metros por una desdibujada senda. Nos incorporamos de nuevo a la pista de tierra que venimos siguiendo y con la altura ganada aprovechamos para admirar otra vista del Poljé.
El ascenso progresa hasta llegar a la zona de aparcamientos en el que se inicia este sendero en sentido contrario. Desde aquí ya se adivina por un lado la cumbre a la que tenemos que llegar y por otro lado, la vertiente sur del Macizo de Cabra con la sinuosa carretera CP-115 recorriendo la ladera de Los Lanchares.
Y precisamente tendremos que remontar esta vía durante unos 800 metros para llegar al sendero de la Ermita.
El sendero de la Ermita
Por aquí la subida es más dura, pero es más corta y evitamos así el asfalto y el tráfico.
Aproximadamente son unos 600 metros de ascenso con pendientes de inclinación que oscilan entre 12 y el 25 por ciento. Un auténtico viacrucis que bien se refrenda por estos elementos de la religión católica en cada recodo del sendero.
Con repetidas pausas para coger aire y disfrutar del paisaje se hace sin mayor dificultad.
Ermita de la Virgen de la Sierra
Llegados ya a la cima nos dirigimos a la Ermita de la Virgen de la Sierra, cuyos inicios de construcción se remontan al año 1260 con motivo de la aparición de una imagen de Santa María en el interior de una gruta.
Lo que comenzó con el levantamiento de una pequeña Ermita, fue sufriendo reformas y remodelaciones a lo largo de los años, hasta que una ampliación iniciada 1591 le dio el aspecto actual.
Nos acercamos a su Iglesia de planta de Cruz Latina, cubierta de bóveda de cañón y donde resalta el retablo barroco de mármol que preside la imagen de Nuestra Señora de la Sierra, una talla del siglo XIII de estilo gótico caracterizada por ojos grandes y boca pequeña. La imagen del niño Jesús es del siglo XVIII.
Cerca del retablo hay varias imágenes, como la de San Arcesindo, que fue el obispo que ocultó la talla de la Virgen en la cueva para protegerla de la invasión musulmana. O la talla de San Fernando III que recuperó la villa de Cabra en el año 1240 y por tanto propició el hallazgo de la imagen.
Frente a San Fernando hay un bonito retablo de madera policromado dedicado a Santa Ana.
La Virgen de Nuestra Señora de la Sierra se encuentra realmente salvaguardada en el interior de un camarín, también de mármol, y al que hay acceso para admirar los espectaculares bordados de los mantos con los que la visten.
Aunque nos dé la espalda, la talla está atenta a lo que hacemos a través de unos espejos estratégicamente colocados.
Antes de abandonar el complejo accedemos a una sala en la que poder realizar plegarias de una manera simbólica.
Después nos dirigimos al lugar en el que se dice se encontró la talla de la Virgen, una gruta que hoy se muestra reforzada a modo de capilla donde se menciona que a partir del año 1716 el Papa Clemente XI concede indulgencia plenaria a todo aquel que visite esta cueva un 8 de septiembre, día de la Natividad de la Virgen.
Finalmente, nos asomamos al Mirador del Picacho de Cabra a unos 1217 metros de altura, donde una piedra circular tallada hace de panel interpretativo de los territorios de las 5 provincias andaluzas que se llegan a adivinar desde aquí arriba. Es por eso que a este lugar lo llaman también el Balcón de Andalucía.
Abajo, Cabra y la Vía Verde del Aceite, de la que os dejamos este vídeo para que no os la perdáis.
Antes de iniciar el viaje de vuelta realizamos el almuerzo en el mirador que hay junto a esta cruz, en un banco que da al Poljé de la Nava de Cabra.
Debemos de reponer fuerzas ya que nos espera el mismo camino de vuelta salvo por la visita pendiente a las Chorreras.
Así que cuando llegamos al caudal de este arroyo, lo único que tenemos que hacer es seguir su curso al sur.
Varios senderistas que encontramos de regreso nos dicen que no trae mucha agua así parece que esta visita no le va hacer mucha justicia a uno de los lugares más visitados de esta ruta.
Las Chorreras se componen de varias cascadas, esta es la primera de ellas y como vemos apenas caen varios hilos de agua.
El color marrón de las paredes es el carbonato cálcico producto de la disolución de la roca por la fuerza del agua.
Dada la escasez de agua y a que el tiempo se nos echaba encima, decidimos reanudar la marcha de regreso. Esperemos que haya otra ocasión para disfrutar de este lugar como se merece.
Ahora nos espera Zuheros, y su Castillo conquistado por Fernando III en el siglo XIII.
Aunque más bien, hoy día, es la propia fortaleza la que conquista sin moverse a miles de turistas venidos de muchas partes del mundo.
En fin, paradojas de la vida.
Hasta la próxima!