ETAPA 4 · LAXE – AROU
LAXE – AROU (20 KMS)
Abandonamos Laxe flanqueando su playa y puerto que se encuentran al amparo de la Iglesia de Santa María da Atalaia. Seguidamente afrontamos las exigencias del Monte da Insua donde hallamos el Faro de Laxe, lugar en el que también se rinde homenaje a los marineros que frecuentan estas costas.
El rodeo al Monte da Insua finaliza en una curiosa playa «acristalada» que da paso al tramo de la Ensenada de Baleeira. Un sugerente dibujo de litoral acantilado nos dirige al riguroso pero corto ascenso del Petón do Castro, accidente geográfico que nos abre las puertas a la balsámica Playa de Soesto.
Traba y su interminable arenal flanqueado por un valioso espacio natural nos llevarán a Mórdomo, lugar donde realizaremos el almuerzo.
A continuación, franqueamos una fascinante galería rocosa que nos acompañará a las inmediaciones de Camelle, localidad elegida por un singular artista para dejar su legado al aire libre.
Desde esta urbe solo nos restarán dos tranquilos kilómetros hasta la parada final, Arou.
Laxe
Hola amig@s!
Nos encontramos en Laxe, iniciando la jornada rodeando por el paseo marítimo su fantástico arenal.
Las pasarelas de madera nos invitan a la orilla, pero ya la frecuentamos en la etapa anterior junto a las vistas a la Ría que la acompañan.
Laxe es un pueblo marinero cuya evolución puede conocerse en el Museo Marinero que se encuentra detrás de la Plaza Ramón Juega. Su historia y economía han estado siempre ligadas a la pesca.
Iglesia de Santa María de Atalaya
Quizá por ello se emplazó aquí antaño la Iglesia de Santa María de Atalaya, que como su nombre indica sirvió, además de lugar de culto como bastión de vigilancia de posibles incursiones enemigas.
Desde su torre campanario del siglo XVI se dominaba el puerto el cual hoy luce una digna infraestructura para su flota de bajura, y con un espigón de casi 400 metros de longitud que salvaguarda la bahía.
Accedemos al complejo del templo por su fachada sur, donde hay un crucero y las escaleras que dan a la torre. En el muro sobre el que se levantaron los peldaños hay tres relieves góticos del siglo XV: un ángel con banderola, un fraile franciscano y la Virgen Santa Ana con el Niño. Sobre la portada sur también hay otra talla de la Virgen, también del siglo XV.
La Iglesia de Santa María de Atalaya tiene orígenes románicos del siglo XIII aunque la estructura actual es de finales del siglo XV, cuando fue totalmente reconstruida en estilo gótico. Este estilo bien puede apreciarse, por ejemplo, en su puerta occidental de arco apuntado con tres arquivoltas.
Y finalmente, nos acercamos a la fachada norte, donde hay otro interesante relieve a modo de dintel, este probablemente del siglo XVI, que representa una escena de la Resurrección.
Monte da Ínsua
Toca ahora rodear el Monte da Ínsua, lengua de tierra que mira al norte y que finaliza nuestro periplo por la Ría de Corme y Laxe. Por aquí abordaremos varios repechos exigentes. El primero de ellos descansa en el Miradoiro da Ínsua, donde una placa reconoce el esfuerzo por recuperar esta franja de litoral tras la catástrofe del petrolero Prestige, en el año 2002. Desde aquí oteamos el suroeste para tratar de adivinar lo que nos espera en esta etapa. Y también escudriñamos el sureste hacia Laxe y su playa.
Rodear las faldas del Monte da Ínsua todavía nos brinda la oportunidad de contemplar las últimas instantáneas de la ría y repasar así algunos de los accidentes geográficos que hemos transitado con anterioridad. Como por ejemplo, Punta do Roncudo y su Faro, impertérritos ante los embates de tiempo y marea.
Pero hoy nos interesa más la orografía por la que progresamos como la Punta do Costado, hacia la que descendemos para, repentinamente, volver a subir y así encarar el segundo repecho riguroso de este monte. Unos 200 metros con rampas del 10 % de inclinación que literalmente nos hacen sacar la lengua.
Después, el trazado hace de tobogán entre la Furna do Asno y la Punta da Cruciña, esta última a la vista tras pasar una pasarela de bajos pinares.
Las ondulaciones del monte invitan a volver la vista para poder retratarlas y en seguida, al frente, llegan nuevos alicientes. Mientras bajamos a la altura de Punta da Cruciña, emerge sobre la ladera la linterna del Faro de Laxe, hito que pronto alcanzaremos.
Faro de Laxe
Una balaustrada de cuerdas y postes de madera evita una zona comprometida y nos dirige al oeste, rumbo al faro.
Situado en la Punta da Ínsua a unos 50 metros sobre el nivel del mar, el Faro de Laxe trata con su fuste de 11 metros y señales luminosas, de impedir que acontezcan más naufragios en esta franja de litoral.
Se puede decir que este faro construido en 1920, está hermanado junto al de Roncudo, ya que por un lado, el aspecto de estos edificios es idéntico y por otro lado, ambos no se pierden de vista el uno del otro para hacer de perfectos centinelas de los extremos de la Ría de Corme y Laxe.
A Espera
Muy cerca del faro encontramos una bella escultura que vista de primeras parece una porción de mar embravecida por el viento. En parte, quizá corresponda en algo a su simbología ya que la talla de “A espera” homenaje a todas esas mujeres que perdieron a hijos, maridos y familiares a causa de esta traicionera costa.
La figura, colocada frente un merendero a modo de castro, trata de otear el horizonte aguardando sin éxito la llegada de los barcos pesqueros.
 
Vertiente oeste del Monte da Insúa
Las señales nos devuelven a la senda costera para empezar a encarar la vertiente oeste del Monte da Ínsua, la cual nos va descubriendo el litoral que nos espera.
 
Furna da Espuma y Piedra de los Enamorados
Descendemos hasta el saliente de Carreiro Bo para después continuar por la llamada Furna da Espuma, esta última llamada así por la espuma que crea el chocar de olas en el acantilado cuando el viento empuja con fuerza.
Al pasar al otro lado de la furna hay otro tramo con balaustrada de protección que nos dirige a un saliente con una piedra conocida como la de los Enamorados. Su denominación se debe a los grabados que allá en el siglo XX, las parejas dejaban cinceladas en la superficie para inmortalizar su amor.
Ensenada de Baleeira
Nosotros preferimos seguir cincelando otra superficie, la del trazado, y usando nuestros propios pasos, los mismos que ahora nos adentran en una concavidad de la orografía, conocida como la Ensenada de Baleeira.
La carta de presentación de este entrante de terreno lo encontramos en una singular playa, a la que es fácil identificar debido a la presencia de visitantes.
Ensenada de Baleeira
Hablamos de la Playa de los Cristales. De un primer vistazo no parece haber elementos que marquen la diferencia, pero a medida que nos aproximamos su arenal verde azulado no deja indiferente. Se trata de pequeños trozos de vidrio pulidos por el agua que el mar arrastró aquí desde un antiguo vertedero de la zona.
Rara vez podemos decir que la basura que produce el ser humano contenga cierta belleza. Realmente ha sido la propia naturaleza la que ha dado su toque personal para erosionar y dar forma a estos elementos y de alguna forma integrarlos en el entorno.
Entre antiguos muros parcelarios, salientes y coídos
Continuamos el camino flanqueando el Cementerio de Laxe e incorporándonos a un área sectorizada mediante muros de piedra, testigos antiguos del aprovechamiento de estos suelos para pastos y cultivos. Por aquí tenemos un pequeño despiste por el entramado de pistas que se entrecruzan, pero gracias al track volvemos a enderezar el rumbo.
El trazado nos acerca de nuevo con acierto a la Ensenada Baleeira, que nos deja una bonita estampa de su orilla quebrada a base de salientes, plataformas rocosas, coídos y misteriosas oquedades marinas.
Mientras avanzamos franqueando la siguiente convexidad observamos relieves submarinos de relevancia como la Pedra do Castro, traicionera para las embarcaciones que se aproximan al litoral.
Este recodo que transitamos nos lleva al intervalo comprendido entre el saliente Carreiro de Morelo y la Punta do Cal do Castro,esta última gobernada por la peña del Petón do Castro, cuya cima tendremos que alcanzar.
Los muretes de piedra y algunas plantas protegidas, como el torvisco siguen jalonando el trazado que nos acerca inexorablemente a este relieve montañoso que nos acecha.
Ascenso al Petón do Castro
Mientras tanto echamos la vista a la orilla para estar atentos a puntos comprometidos como el que se encuentra en el Coído de Morelo. Aquí hay que extremar la precaución tanto para bajar como para subir. Una vez superado este paso estrecho iniciamos el ascenso al Petón do Castro.
Los primeros 200 metros navegaremos pegados a los acantilados, pero viendo que se complica la verticalidad de los mismos, las señales nos llevan a encarar el ascenso por la cara este del monte.
Es la parte más dura de la subida y para hacerla todavía más épica, a las nubes les da por derramar algo de sus reservas de agua. Afortunadamente solo se queda en conato de chaparrón y nos viene bien para refrescar el ambiente. Como nos gusta hacer una vez que ganamos altura, damos una visual al camino que recorrimos en cotas inferiores.
Desde aquí se contempla perfectamente el Monte de Ínsua, la Playa de los Cristales, el Cementerio, el soprendente entramado parcelario hoy en desuso y por último, las viviendas más elevadas de la localidad de Laxe.
Playa de Soesto
Todo esto mirando al norte, pero es que, mirando al sur avanzando unos pasitos descubrimos un fantástico mirador a una preciosa ensenada blanca: la Playa de Soesto.
Acabamos de conocerla y ya sentimos envidia de las gaviotas que gozan de su arenal. Un impulso irrefrenable casi nos hace dejarnos caer y salir rodando por estos 70 metros de altitud para llegar rápidamente a la playa. Pero cuidado, este descenso es técnico y vertical, hay que prestarle atención por mucho que nuestra mirada se desvíe hacia Soesto. Así que lo mejor es tomarse vuestro tiempo realizando paradas para poder retratar esta maravilla de paisaje.
Por lo general las playas que estamos encontrando en el Camino de los Faros se están convirtiendo en auténticos bálsamos para los castigados pies, y esta no iba a ser menos. Es una delicia poder disponer de los 850 metros de longitud de este arenal prácticamente para nosotros, con el beneplácito de su fauna aviar, claro. Una playa virgen rodeada por un valioso sistema dunar que se abre al mar y que al encontrarse tan aislada nos hace sentir un poco intrusos, incluso algo pequeños.
La orilla da muestras de su bravura con el arrastre de ejemplares de algas como el Kombu Gallego, que crece en este litoral a no más de 30 metros de profundidad. Este tipo de alga se utiliza para la cocina en guisos, ensaladas o potajes, entre otros platos.
Pero esta orilla que refleja el paisaje también representa el descanso del agua una vez que consigue escapar de su resaca por medio del oleaje. Unas olas que aquí aprovechan numerosos surfistas para disfrutar de buenas cabalgadas. Vamos apartarnos un poco de la orilla para dejarle el sitio a estos valientes jinetes del mar.
Nos cuesta, pero tenemos que ir despidiéndonos de la Playa de Soesto. Nos quedamos con ganas de invertir más tiempo en ella, aquí es fácil desconectar cuerpo y mente y recargar energías. Unas energías que aprovechamos para continuar el viaje.
El camino retoma la senda perfilando la playa por su extremo occidental desde donde también se consigue dominar este paraje. El arenal finaliza en la Furna de Soesto y poco después el trazado va orientándose poco a poco hacia el sur, pasando por la Punta do Catasol.
El trabajo de los recolectores de algas
En este lugar advertimos un afanoso señor portando pesados fardos de algas que ha ido recolectando en la orilla. Un producto que además de ir al sector de la cocina, también se destina para la cosmética y la medicina. Un duro trabajo que según que nos cuentan le reporta al recolector un beneficio de 1 € por kilo de algas, una vez que éstas han pasado el proceso de secado. En una buena jornada quizá podría llegar a ganar los 40 €, siempre y cuando la mar se lo permita.
Continuamos dirigiéndonos al sur mientras el paisaje nos va abriendo la siguiente franja de litoral que abordaremos, con la Playa de Traba y la localidad de Mórdomo adueñándose del papel protagonista.
Cala do Castrillón
Antes de llegar allí la orografía nos regala otros discretos arenales, como la Cala do Castrillón, un pequeño recinto al resguardo de la roca y la tierra al que se puede acceder por un sinuoso recoveco.
Playa de Arnado
Mientras Traba se sigue abriendo en el horizonte topamos con la Furna de Arnado donde apreciamos nuevos entrantes pidiendo a gritos convertirse en futuras calas. Pocos metros después damos con otra Playa, la de Arnado, que puede hacer las veces de pequeño embarcadero ya que nos sorprende con varias casetas de piedra.
La playa es de arena fina y tiene una longitud de 80 metros de largo por otros 15 de ancho.
Playa de Traba
A partir de aquí tomamos una cómoda pista de tierra que nos irá acercando progresivamente a la Playa de Traba, sobre la que se yergue al suroeste el Petón das Borrallas de unos 140 metros de altura.
La verdad es que el paseo es una maravilla, uno se queda embobado viendo cómo las innumerables estelas de espuma intentan llegar a la orilla, algunas lo consiguen y otras mueren en el intento.
Un acceso a la playa algo movido
Una vez llegados al extremo oriental de la playa hacemos un poco de aventura, ya que nuestra intención es recorrer el camino por la arena, aunque realmente las señales del camino lo hacen por el interior. Así que por nuestra propia cuenta y riesgo primero sorteamos algunos buenos cantos rodados, para luego poner a prueba nuestras dotes trepadoras.
Esto le da un punto de adrenalina a la jornada aunque la cosa se pone algo más tensa cuando nos percatamos que la marea no está tan baja como esperábamos, y algunas olas te pueden empujar a la roca.
Tras esta pequeña aventura lo que nos toca es relajarnos. Y lo hacemos comenzando por recorrer este extenso arenal de más de 2 kilómetros y medio.
Espacio natural de la Laguna y Dunas de Traba
Aunque bien es cierto que este paraje alberga un importante entorno ambiental y ecológico que deseamos transitar. Nos referimos al Espacio natural de la Laguna y Dunas de Traba.
Detrás de la playa una cómoda pasarela de madera inicia el recorrido por esta llanura costera formada a partir de un entrante costero en el que desembocan dos ríos, el Rego de Vao y el Río de Traba. El intercambio de sedimentos entre océano y continente más el aporte de las laderas colindantes tras los procesos fluviales permitió el cierre de la bahía.
Como se observa a la derecha un extenso cordón dunar protege esta valiosa llanura conformada por un lado, de la concentración parcelaria de cultivos y por otro lado, del valioso ecosistema de rivera y marisma de la Laguna de Traba, que se emplaza metros más tarde.
Tenemos que decir que la espesa vegetación de juncos, carrizos, cañaverales y otras especies de ribera apenas dan cabida a la observación de esta masa de agua y las especies que la habitan. Y es que este espacio natural es de gran interés ecológico por acoger todos los años a numerosas aves migratorias, algunas de ellas llegadas del Continente Americano.
Recomendable almuerzo en el Bar Os Espiños (Mórdomo)
Mientras flanqueamos el complejo de la laguna por su margen derecho intentamos adivinar aquellas especies de aves que se dejan ver en pleno vuelo. Al mismo tiempo nos vamos acercando a las viviendas de Mórdomo localidad en la que intentaremos realizar la parada para almorzar.
Para nuestra satisfacción el Bar Os Espiños estaba abierto, y más satisfacción fue el trato recibido y su cocina. No olvidaremos los pimientos de Padrón.
Área Recreativa de Playa de Traba
Salimos de Mórdomo regresando a la Playa de Traba por un Área Recreativa con paneles interpretativos sobre la evolución de la barra Dunar, su hábitat y la fauna y flora que conviven en ella.
Hay que remontarse 5000 años atrás para poner fecha al comienzo de la formación de este sistema de montículos de arena, donde la fuerza del mar y el viento fueron poco a poco depositando la arena en los obstáculos que encontraban en la orografía hasta ir originando las dunas.
Y gracias a estas transformaciones hoy podemos disfrutar de verdaderos entornos esculpidos por la naturaleza.
Muy pronto nos encontraremos en otro entorno fuera de lo común, pero antes debemos ir dejando atrás Traba por su extremo occidental, regresando a la senda costera pegada a un tramo de acantilado bajo, aunque no por ello debemos relajar las precauciones.
La bella y caótica galería de roca
Unos 300 metros después de abandonar Traba un cambio de rasante en el terreno nos abre un bello pero caótico paraje en el que parece crecer la piedra, en lugar de vegetación. Compañeros senderistas que encontramos en etapas anteriores coinciden con nosotros; nos espera un tramo espectacular.
El camino tiene que abrirse paso en este sustrato rocoso en el que encontramos playas de guijarros, formas dómicas, furnas y un sinfín de alteraciones erosivas graníticas que poco a poco parecen transportarnos a otro planeta. Tenemos que mirar atrás para dar credibilidad a cómo ha cambiado tan rápidamente el paisaje.
Si en Traba el viento y el agua esculpieron durante años el sistema dunar, aquí también desempeñaron un arduo trabajo erosionando la roca para brindarnos una auténtica galería de siluetas, algunas de aspectos casi imposibles.
Es el momento ideal para echar a volar la imaginación intentando asemejar ciertos perfiles con animales, o simplemente dejándonos embaucar por la interminable variedad de posibilidades que ofrece este rígido paisaje que, a veces, nos sorprende con elementos cuyo equilibrio parece tambalear de un momento a otro.
Nuestros compañeros Chemi y Marisa hoy sí habían optado por hacer la etapa en bicicleta por una variante que no podía eludir la visita a este magnífico paisaje.
Para continuar por este trazado es importante estar atentos a las señales del camino bien se identifican mediante marcas de color verde.
Aún así dada la cantidad de distracciones que hay a nuestro alrededor es fácil perder la referencia de las señales, aunque rápidamente se encuentra una marca que encauza el rumbo.
Algunos pasos requerirán un poco de destreza
Ante un firme tan quebrado hay pasos algo más comprometidos donde es posible que tengamos que pegar algún pequeño salto o realizar algún trepado de poca dificultad. De nuevo, son alicientes que hacen esta ruta más estimulante.
A estas alturas de etapa hemos estado tan inmersos entre rocas que no hemos reparado en la cada vez más cercana presencia de Camelle, la siguiente localidad que visitaremos. Poco a poco vamos saliendo de este bosque de piedra que todavía tiene en vilo alguna de sus formaciones.
Ensenada de Sabadelle
Una vez llegados a la Punta das Pías la vegetación empieza ganarle terreno a la roca. En este punto también comenzamos a flanquear la Ensenada de Sabadelle desde la que se domina gran parte del núcleo urbano de Camelle.
Coídos da Señora y de Sabadelle
Las señales nos introducen unos metros por un intervalo hasta dar con los Coídos de esta ensenada. El primero de ellos llamado da Señora que como observamos, en lugar de arena se compone de cantos rodados.
Lo mismo ocurre metros más tarde en el segundo Coído, que recibe el nombre de la ensenada (de Sabadelle). Esta playa a medio hacer es algo más grande que la anterior y ante la temperatura del agua y su empedrada orografía del agua solo los más valientes se atreven a darse un chapuzón.
Camelle
Tras este Coído nos incorporamos a una pista asfaltada que nos conducirá directamente a Camelle.
Playa de Camelle
Entramos en la urbe por el paseo marítimo que recorre su playa urbana en forma de media luna hasta dirigirnos al Puerto.
Un agradable paseo que nos descubre la Ensenada y sus salientes (Punta Atain, A Falsa) y pone de manifiesto, con algunos monumentos, que Camelle siempre ha estado muy ligada a las labores de salvamento de los buques siniestrados en esta traicionera costa.
Su puerto muy vinculado también a la pesca y seña de identidad de la localidad ha sido testigo de numerosos naufragios.
Museo Man de Camelle
Pero uno de los grandes atractivos culturales de esta urbe es la obra de Man de Camelle, parte de la cual se encuentra en este Museo que hoy desafortunadamente encontramos cerrado. Justo al lado de este recinto hay una talla que recuerda a este peculiar alemán que encontró en Camelle el lugar ideal para desarrollar su arte.
La otra parte de su obra se encuentra expuesta al aire libre en el puerto, en su Jardín-Museo, el cual no pudo salvarse por completo de las obras del Espigón.
Este artista polifacético que el destino trajo a Camelle en los años 60 del siglo XX, entregó su corazón a la naturaleza de este lugar. Vestido con unos simples arapos y viviendo de lo necesario plantó aquí una humilde caseta en la que alojarse y desarrollar su trabajo.
Llamativas son las figuras de piedra y elementos que recogía del mar. Con ellas pretendía dar rienda suelta a la imaginación de los visitantes, a los que les entregaba papel y lápiz para que expresasen libremente mediante un dibujo la interpretación de lo que veían en su obra.
Desgraciadamente, la Costa da Morte hizo acto de presencia en noviembre de 2002, con el desastre del Prestige, el petrolero que vertió toneladas de fuel en kilómetros y kilómetros de litoral provocando una auténtica debacle ecológica.
La marea negra llegó a la obra de Man, y las huellas todavía pueden apreciarse en algunas superficies. Este suceso llenó al artista de una profunda tristeza de la que dicen no pudo escapar provocando su muerte un mes después.
Quizá el conocer este triste final contagió de alguna forma la meteorología de la parte final de la etapa, ya que empezó a llover con intermitencia. Los muros de piedra nos dirigen por un terreno parcelario donde se dejan ver pequeñas huertas y garitas entre tanto terreno en desuso.
Un recorrido que va progresando hacia nuestro final de etapa, Arou de la que solo nos restan menos de dos kilómetros.
Puerto de Lagoa
El asfalto nos acerca al Puerto de Lagoa, un pequeño embarcadero dedicado a la pesca de bajura que se encuentra al cobijo del viento gracias a los salientes de Punta Percebeira y Punta do Curro.
Arou
A partir del puerto tomamos un pasarela de madera que hace las veces de paseo marítimo para introducirnos en la Ensenada de Xan Ferreiro y Arou desde la que se puede dominar la localidad y sus arenales.
Se dice que tanto Arou como Camelle fueron testigos de numerosas incursiones vikingas en la Edad Media. Afortunadamente, hoy día esta costa ya no ve llegar a estos bárbaros marineros si no más bien a los numerosos turistas que año tras año quieren disfrutar de este sorprendente Camino de los Faros.
Hasta la próxima.