
ETAPA 7 · MUXÍA – NEMIÑA
MUXÍA-NEMIÑA (25 KMS)
Hoy afrontamos una de las etapas más duras del camino con los escollos de los Montes Cachelmo, Buitra y Pedrouzo poniendo a prueba nuestra resistencia moral y física. Por suerte la galería de estampas naturales que nos regala este tramo hacen que toda la exigencia bien merezca el esfuerzo.
Además, entre los desniveles, nos esperan bonitas orillas en forma de playas y coídos que aderezan todavía más el atrezo de este espectacular escenario.
Después, el protagonismo lo acaparará el brazo de tierra del Cabo Touriñán con su faro homónimo enclavado en el extremo más occidental de la España Peninsular.
Finalmente nos dirigimos a la Ría de Lires entre perfiles un poco más suaves para terminar la etapa en la preciosa Playa de Nemiña.
Muxía
Playa do Coído
Hola amig@s!
Nos encontramos en Muxía, frente a la Playa do Coído, una pequeña orilla quebrada que se convierte en el punto de inicio de esta séptima y apasionante etapa. Junto a su paseo marítimo encontramos este mojón, que confirma a Muxía dentro del itinerario Jacobeo hasta Fisterra.
Coincidiremos con esta ruta los primeros cientos de metros, que transcurren por la carretera DP-5201, en la falda oeste del Alto de Infesto y con vistas a los incómodos salientes de la costa.

Un agradecido acerado nos conduce a la salida de la población y desde el que pronto se abrirán las vistas al panorama de elevaciones que tendremos que superar en la jornada de hoy.
Playa de Lourido
Antes de afrontarlas, el camino nos dirige con acierto al arenal de Lourido, una bonita playa encajonada entre convexidades (Punta Embarrada y Punta Lourido) que nos servirá para ir mentalizándonos de lo que nos espera.
Cuando el acerado finaliza tendremos que ir buscando el margen derecho de la carretera ya que las señales nos harán tomar una senda por este flanco. Es en este punto cuando la ruta Jacobea y la de los Faros se separan ya que los peregrinos compostelanos tomarán el trayecto que les dirige por el valle del Rego de Moraime.
Descendemos por el sendero y nos incorporamos a este arenal de algo más de 300 metros de longitud, uno de los pocos espacios en esta etapa que nos ofrecerá una tregua en el perfil.
Parador Costa da Morte
Este espectacular paraje virgen flanqueado por un valioso sistema dunar queda un poco mancillado por el complejo del Parador Costa da Morte.
Al llegar al extremo occidental de la playa nos incorporamos a una nueva senda que en principio se aleja unos metros de la costa. Realmente, esto todavía no es lo duro, y Muxía y Cabo Vilán, hitos acostumbrados a vigilar estas latitudes, lo saben bien.
Coído da Agra
La senda nos acerca de nuevo al litoral, ahora acantilado por su Punta de Lourido.
Y justo después, la orografía se abre al Coído da Agra, desde donde se adivina, esta vez sí, la primera gran subida de la jornada: el Monte Cachelmo.
Mientras nos acercamos, nos vamos percatando de la magnitud de la subida y que algunos compañeros senderistas ya están experimentando en sus carnes.
Una vez salvemos el Rego Vadalaxe que por aquí desemboca, iniciaremos la fiesta.
Ascenso al Monte Cachelmo
Serán casi 800 metros de subida con pendientes entre el 11 y el 23 por ciento de inclinación que tendremos que digerir con paciencia. Afortunadamente se hacen más llevaderas con pausas en las que la altura permite dominar todo el litoral anteriormente conocido.
Y conforme mayor es la subida, las vistas se van haciendo cada vez más espectaculares. Nos queda ese último repecho para coronar a más de 150 metros de altura y como se aprecia, el lugar se hace un poco más indómito, con un viento golpeando y dando brío a los molinos del parque eólico del Monte Facho Lourido.
Una vez superada la cima, la panorámica se abre también al oeste que domina el Monte Buitra, y algo más al sur la lengua del Cabo Touriñán, punto más occidental de la España Peninsular.
Nuestros pasos nos dirigirán a estos hitos, y al primero de ellos, el Monte Buitra, lo haremos acompañados por la pareja que antes nos aventajaba.
Deambulamos unos metros por las lomas del Cachelmo para después iniciar un empinado descenso por su vertiente oeste. Cuidado aquí por el empedrado del firme donde casi es inevitable sufrir más de un traspiés.
Tras este complicado intervalo el trazado se muestra más benévolo continuando por una pista más suave, ancha y acolchada por la vegetación. Navegaremos entre pinos y helechos hasta dar con la depresión por la que surca el Rego Arnela.
Playa de Arnela
Viraremos el rumbo ahora al norte, paralelos al dibujo de un riachuelo que hoy no lleva agua, pero al que acompañaremos hasta su desembocadura en la Playa de Arnela.
Una playa encerrada por las elevaciones de la orografía que se deja descubrir de no ser porque el sendero continúa hasta ella. De unos 100 metros de longitud, su blanca y fina arena se ve interrumpida por una orilla de cantos rodados.
Ascenso al Monte Buitra
Para continuar el viaje tendremos que volver unos metros sobre nuestros pasos para desenmarañar el siguiente desvío, oculto entre helechos y toxos un poco creciditos.
Después, serán los pinos los que contribuyan a crear un efecto túnel entre la maleza en la primera parte de la subida al Monte Buitra. Un ascenso con pendientes entre el 12 y 17 por ciento de inclinación que vuelve a cortarnos el aliento.
Por fortuna este tramo solo consta de unos 300 metros y pronto descansará en una cómoda pista de tierra. Los compañeros senderistas tardan algo más en alcanzarla, aunque pronto nos darán caza ya que nuestro paso se ralentiza para disfrutar de estas estampas, que ahora incluyen en el lienzo al Monte Cachelmo y a su Furna da Buserana. Un enclave que guarda una leyenda sobre el amor de una doncella y un trovador. Si queréis descubrirla os dejamos el siguiente enlace:
LEYENDA de la FURNA da BUSERANA.
El camino de tierra prosigue su marcha con el objetivo de rodear el brazo de tierra que conforma esta elevación que se adentra en el mar y cuyo extremo más septentrional será el Cabo Punta da Buitra.
Desde aquí el Cabo Touriñán y su faro se sienten más cerca. Y además nos brinda una amplia y espectacular mirada al suroeste de toda la costa que espera impaciente nuestro paso.
Superar el Monte da Buitra todavía nos depara un último repecho, también con rampas de inclinación exigente que nos llevarán a alcanzar su cima, a unos 150 metros de altitud.
Y como suele suceder en estos casos el esfuerzo por ganar altura obtiene su recompensa con buenas panorámicas.
No obstante, todo lo ganado tendremos que deshacerlo en un nuevo descenso en el que ya empezamos a perder de vista a la otra pareja de senderistas. Cuidado también en este descenso porque hay pendientes rigurosas, algunas con piedras traicioneras.
Aunque ahora la tendencia es de bajada el trazado debe emplear algunos toboganes en el terreno para sortear ciertos accidentes orográficos para hacer el recorrido más transitable. Solo hay que mirar a la escarpada vertiente que acabamos de dejar atrás y a la que viene a continuación, para darnos cuenta que diseñar este recorrido no ha sido tarea fácil.

Sobrecogedores salientes como Os Penedos no hacen más que confirmar lo abrupto del terreno, donde las olas y sus embestidas continúan su incesante batalla por dar forma a los acantilados.
No dejéis de tomaros vuestras pausas para disfrutar de esta formidable galería rocosa dentada (As Pías, Ollo Moleira) que en cierta medida os dejarán también sin aliento.
Y es que el camino nos acerca ahora con vértigo a la orilla quebrada, momento en el que procuramos no salir del sendero marcado y prestando atención a su dibujo, aunque sea inevitable de cuando en cuando admirar los regalos de la naturaleza.
Coído de Cuño
Continuamos avanzando restando metros de altura respecto al nivel del mar amedida que nos vamos acercando al siguiente enclave, el Coído de Cuño. Llegar a esta gran ensenada creada a base de cantos rodados previsiblemente de orígenes cuaternarios supone un pequeño paréntesis en los vaivenes de la orografía.
Esta playa de piedra está rodeada por una llanura costera conformada por un valle cuya superficie es bien aprovechada para pastos y cultivos. Complace encontrarse con un vecino del lugar que nos pone en antecedentes sobre el terreno que pisamos.
Por aquí también desemboca el Rego de Cuño, que encontramos ya en el extremo sur del coído, en las faldas del Monte Matomao. Buen momento para refrescarse antes de iniciar el ascenso más prolongado del día, la cima del Monte Pedrouzo.
Ascenso al Monte Pedrouzo
Mientras comenzamos afrontando estas cuestas confirmamos el uso agropecuario de esta campiña, hasta que la senda interrumpe nuestra visión internándose en un frondoso bosque.
Esta pista zigzaguea acometiendo el monte con buenas rampas, hecho que pronto nos hace ganar cierta altura. Además de la exigente subida algunos elementos como troncos y ramas no ponen fácil el tránsito, pero bueno, son obstáculos que lo hacen más entretenido.
Tras casi 600 metros con inclinaciones entre el 12 y el 17 por ciento el perfil se suaviza en cuanto coronamos la loma de Matomao.
Pero rápidamente el horizonte nos enfrenta con el cerro que nos resta, el Pedrouzo, que empezaremos a encarar en cuanto crucemos la pequeña depresión por la que suele surcar el Rego Cabalo.
Una pequeña bajada que suelta las piernas antes de apretarlas en el ascenso más duro.
 
Aquí las pendientes pueden llegar al 23 por ciento de inclinación, auténticas paredes que nos hacen ganar más altura para empezar a regalarnos al norte bonitas panorámicas del Monte Buitra.
Pero como esto no para de subir, muy pronto las vistas también dominarán el Monte Cachelmo e incluso el Monte O Facho, y toda una galería de aerogeneradores que aprovechan las cotas más elevadas para crear energía.
 
Duro, pero bello para las retinas.
 
La cima del Monte Pedrouzo ya se huele, lo que hace inevitable anticipar una celebración. Un aerogenerador es la referencia de que a escasos metros llegaremos al techo, a unos 270 metros de altitud.
Y como se aprecia, el baile de molinos eólicos continúa en estas latitudes. Pedras Vermellas, Pedras Brancas, Pedra Grande, entre otras cotas, se ven salpicadas por estos torreones de viento que en cierta forma humanizan el paisaje.
El paseo por la cresta del Monte Pedrouzo llega a su fin, presentándonos al suroeste el próximo intervalo de litoral, protagonizado sobre todo por el brazo de tierra del Cabo Touriñán. Para llegar allí, por tanto, tenemos que deshacer primero todos los metros de altura conseguidos.
 
Y lo hacemos por un nuevo y riguroso descenso en el que pondremos a punto las rodillas. A medida que bajamos el paisaje nos va descubriendo su orografía, presentándonos a Punta Moreira como hermana pequeña de Punta Gaivoteira. Todo un espectáculo natural que se verá aderezado todavía más cuando divisamos el oasis del arenal de la Playa de Moreira.
Para nosotros un más que apetecible colchón entre tanto terreno quebradizo al que estamos deseando llegar.
Tras llanear unos metros por una pista más ancha nos incorporamos a una pista que iniciará la parte más dura de este descenso. Y cuidado, porque el querer llegar rápidamente a esta ansiada playa puede jugarnos algún que otro tropiezo. Aunque la tengamos al alcance la mano, conviene tomarse con calma estos metros: la inclinación puede hacer deslizante la vegetación y tierra, y además hay que saber muy bien qué piedra pisar para asegurar el avance y evitar desprendimientos.
Playa de Moraime
Y una vez que superamos el incómodo firme llegamos a este solitario arenal de más de 100 metros de longitud, otro de los pocos remansos de la etapa.
 
Desde aquí puede verse el dibujo de la empinada senda por la que llegamos. Este enclave nos servirá por un lado, para aliviar los castigados pies; y por otro lado para elegir uno de sus rinconcitos en el que repondremos fuerzas realizando el almuerzo.
Ascenso al Monte do Corveiro
Tenemos que reanudar la marcha y despedir en un abrir y cerrar de ojos toda la paz que nos había transmitido este lugar.
Porque esta etapa no quiere que te relajes en demasía y nos propone un nuevo ascenso que encara un primer plato hacia el Alto de Pedras Rubias para proseguir con el segundo, por el Monte do Corveiro.
En este monte el camino nos dirige unos cientos de metros al sur, hacia el Monte de Cabanela, donde se emplazan las viviendas de Touriñán, localidad que da nombre al Cabo al que nos dirigimos.
Pero antes de llegar a la urbe nos desviamos al oeste, hacia la aldea de Campos, que tampoco visitaremos ya que esta etapa también evita en gran medida todo lo urbano. Por eso es recomendable que llevemos agua y comida suficiente para afrontar sus 25 kilómetros de recorrido.
Cabo de Touriñán
Navegamos entre pastos y cultivos hasta que las señales nos desvían al norte para acercarnos un poco más al litoral, a la ensenada conocida como Saco de Touriñán, que nos acerca cada vez más al cabo. Al noreste, Monte Pedrouzo y Monte Buitra parecen quedar arropados entre sábanas. Por suerte, nuestra hora de la siesta ya pasó, y la de Touriñán también, que en principio se resiste a dormir entre algodones.
La senda desemboca en una pista asfaltada desde la que continuamos observando el fenómeno atmosférico de la niebla, que se vuelve casi hipnótica y también algo amenazante por la incertidumbre de no saber si llegará a alcanzarnos.
Esta carretera conduce directamente al Faro Touriñán, pero nosotros rodearemos completamente el cabo incorporándonos a una senda costera que asciende en sus inicios. Después desciende hasta su punto más septentrional, dominado por los salientes de Punta Gaivoteira y Rego Areales a los que se recomienda no asomarse mucho ya que, como ya se ha comentado anteriormente, es primordial que no abandonemos la senda para evitar riesgos innecesarios.

De todas formas el toxo tampoco nos lo pone fácil a la hora de salirnos del trazado. Pero lo que no puede impedir es que disfrutemos de bonitas escenas con protagonistas alados que se dirigen a la Punta de Sualba.

Y ya puestos a que disfrutemos de la aparición de la linterna del faro entre los desniveles. Un faro que a priori está muy cerca, pero con el paso lento y doloroso provocado por un tramo con un toxo algo más crecido de lo normal, lo sentimos algo más lejos.

Tendremos que ir con tiento para no sentir que a cada metro nos está arañando un gato en las piernas. Pero bueno, sabiendo que el faro lo tenemos al alcance de la mano, es algo medianamente llevadero. Un lugar que se reserva el privilegio durante unos 60 días al año de ser la última localización de la Europa Continental en ver caer el sol ocultarse por el horizonte.

Y no os vamos a engañar, llegamos aquí fundidos físicamente, aunque nos recarga algo las energías el volver a encontrarnos con nuestros compañeros Chemi y Marisa.
Faro Touriñán
Como se observa, el complejo de Touriñán consta de dos faros. El primero de ellos se construyó en el año 1898 aprovechando un sistema de iluminación desechado en el Faro Vilán. El segundo fue construido en 1981, mediante un fuste de 11 metros que soporta una linterna capaz de llegar con su luz a más de 30 kilómetros. A día de hoy es el que permanecen en funcionamiento. Y como ya mencionamos minutos atrás, Cabo Touriñán es el extremo más occidental de la España Peninsular.
Illa do Castelo
A partir de aquí reanudamos la marcha para afrontar los últimos 6 kilómetros de la jornada que comienzan con el sorprendente islote de Illa do Castelo, nombrada así quizá por contener restos de una especie de torre de orígenes desconocidos. Este hito será lo único que se interponga al oeste entre el océano atlántico y nuestra mirada en estos primeros compases por el extremo occidental de galicia.
El entorno es una maravilla, pero a estas alturas del día, entre el cansancio físico, el castigo del sol y del intermitente toxo, la etapa se nos empieza a atragantar.
Coído de Touriñán
Avanzamos unos cientos de metros más por este incómodo terreno hasta llegar al Coído de Touriñán, donde empezamos a agradecer firmes en los que avanzar con más ligereza.
El camino retorna a la carretera que lleva al faro haciendo de este tramo una ruta circular, aunque nosotros debemos ir ahora en sentido contrario hacia el sur.
El asfalto hará un ligero paréntesis por una cómoda pista agropecuaria que atraviesa las faldas del Monte Facho de Touriñán con suaves perfiles que son aprovechados para pastos y cultivos. De alguna forma, agradecemos este enclave de campiña que nos aleja un poco de la dureza de esta etapa y nos ayuda a finalizarla con otros ánimos.
Regresamos al asfalto para acometer el último repecho del día por las estribaciones del Monte Gordo. Los acantilados, ocultos por la vegetación y la verticalidad deciden pasar a un segundo plano en cuanto nos incorporamos a una pista forestal en descenso.
Un tramo que por fin mira a nuestro objetivo de hoy, la Playa de Nemiña. Mientras continuamos descendiendo no se nos escapan las señas de identidad rural de las localidades que dominan este bonito valle que da a la Ría de Lires.
Talón
Una de estas poblaciones es Talón, por la que tendremos que transitar algunos metros, los suficientes para ser testigos de la hospitalidad de sus vecinos.
Y acto seguido, lo único que nos resta es dejarnos caer por el perfil, con la mirada fija en el arenal de Nemiña, muy codiciado por los surfistas por sus condiciones de oleaje pero que hoy para nosotros significa poder celebrar la culminación de una nueva etapa, la penúltima de esta extraordinaria aventura.
Entre la fila de coches aparcados intentamos adivinar nuestro taxi, que ante la imposibilidad de encontrar alojamiento aquí, se hizo necesaria su contratación para llevarnos a Lires, lugar donde pernoctaríamos hoy.
Pero no podemos finalizar el recorrido sin pisar la Playa de Nemiña y ser partícipes de su entorno privilegiado desde el que se domina al sur toda la ría en la que se ubica.
Un enclave que tendrá su segundo capítulo la próxima jornada, al igual que Fisterra que ya es como de la familia, pues ya recorrimos la ruta Jacobea hacia ella.
Ahora a descansar en el magnífico Complejo Liresca, con el regalo del ocaso del día que permite que naveguemos figuradamente entre sus nubes hacia el final de nuestro viaje.
Hasta la próxima!

