ETAPA 2 · A PENA – OLVEIROA
En esta etapa afrontamos un paisaje muy diferente, por campo abierto dominado por kilómetros de asfalto entre suaves colinas, de marcado acento rural al estar sectorizadas por un lado por parcelas para cultivo y ganadería, y por otro lado, por el dibujo que trazan algunos riachuelos.
El manto verde lo ocupa todo, y eso nos encanta, aunque también hay que dejar espacio para el ocre de la piedra del románico y el azul del Embalse da Fervenza.
La subida al Mirador del Monte Aro pondrá el punto de exigencia a una etapa que finalizará con un evento inesperado.
Iglesia de San Mamede
Salimos del Albergue Alto da Pena con las energías renovadas, como renovada es la espadaña de la Iglesia de San Mamede de A Pena, templo construido en 1854.
Portocamiño
En estos primeros compases vamos a tomar la carretera DP-5603 para atravesar Portocamiño. Con este pequeño atajo evitamos los metros de tener que bajar al camino oficial para luego volver a subir a esta carretera. Además, por aquí también se contempla el despertar velado del Valle de Barcala, cuyo aspecto le da un halo místico a este inicio de etapa.
El Rego de Forxán que baja de los Montes de A Pena, presta parte de su caudal a esta canalización cuya circulación de agua se agradece más que la correspondiente a la de vehículos de la carretera (Cornovo).
Elección de variantes en Cornovo
No obstante, tras Cornovo, el camino nos dará el primero de los respiros sin asfalto o al menos tenemos la opción de elegirlo así, ya que en esta encrucijada se nos plantean varias alternativas.
Una de ellas, la no oficial, permite librarnos de la carretera y el tráfico, y viendo que la etapa constará de bastantes kilómetros de asfalto, esta será la opción ganadora.
El tramo se inicia con dejando atrás las casas y naves de Cornovo, recorriendo las faldas del Altiño do Cotón a la izquierda, y con vistas inmejorables del Valle de Barcala a la derecha.
Una panorámica que cambiará repentinamente ya que el camino le dará la espalda virando a la izquierda.
De los tres kilómetros de distancia que tiene esta variante, hay unos 1400 metros de ascenso prácticamente continuados, que son los que afrontamos ahora.
Por el lugar de Os Picotiños
Van oscilando entre pequeños toboganes que nos descubren poco a poco la campiña por la que transitamos, dejando los Montes da Pena a la izquierda. El sol parece ir al unísono con nosotros en cuanto a la ganancia de altura, proyectando las alargadas sombras de todo aquello que cazan sus rayos.
Una tendencia que se ve interrumpida en cuanto alcancemos la cota más alta de este segmento, a la altura del lugar conocido como Os Picotiños.
Valle del Rego de Bugallido
El descenso nos devuelve a las momentáneas zonas de umbría, por el Valle del Rego de Bugallido, que espera impaciente el calor del astro para deshacer las todavía presentes heladas nocturnas.
Llaneamos unos cientos metros dirección norte hasta que un nuevo desvío regresa al oeste, en una bajada más pronunciada hasta las inmediaciones de Vilaserío. En la carretera DP-5603 conectamos con el camino oficial, el cual sigue las indicaciones introduciéndose rápidamente en una bonita senda que continúa la bajada a la localidad.
En el horizonte, los campos que tendremos que atravesar. Tierras fértiles que aprovechan la presencia de varios ríos, como el Donas o el Calabanda, para nutrirse.
Vilaserío
Seguimos descendiendo por la senda hasta llegar a Vilaserío, aldea que cuenta con varios albergues para todo aquel que necesite finalizar aquí una etapa. Atravesamos la urbe para regresar posteriormente carretera DP-5603.
Pisaremos esta vía durante aproximadamente 2 kilómetros por un perfil prácticamente llano lo que nos permite progresar con ligereza. El campo, bien sectorizado por zonas de cultivo, pastizales, arboledas y el trazado de algunos de los ríos marca la tendencia del dibujo de estas tierras, que bien representan claras muestras de la identidad rural gallega.
O Cornado
La carretera nos aleja de Vilaserío y rodea las inmediaciones de Babión hasta dirigirnos a O Cornado, que se levanta en una pequeña loma presidiendo verdes prados.
El Camino nos saca del asfalto para encarar este repecho por el interior de la población primero para después hacerlo por esta pista de tierra que agradecemos.
Es una corta subida que requiere su dosis de esfuerzo.
Los romanos ocuparon estas lindes
En estas merindades se han descubierto indicios de un antiguo campamento romano, algo razonable dada la situación estratégica de este promontorio que permitía dominar visualmente los valles y colinas que ahora atravesamos.
Superado el repecho descendemos para volver a ascender, esta vez de manera suave hasta encontrarnos de nuevo con la carretera DP-5603. Esta vez, salvamos su arcén por un carril peatonal recientemente añadido. Todo un acierto de algo más de 300 metros que tendremos que abandonar con un nuevo giro al oeste.
Otra pista de tierra nos dirige por un paisaje ya familiar, donde el terreno parcelario se sucede con áreas de pinos y eucaliptos, algunos de ellos jalonando el trazado. Mucha de la superficie está dedicada a la plantación de maizales que en estas fechas presenta muestras de la recogida de la última cosecha.
Estos campos aprovechan las aguas de los caudales que por aquí transitan, como las del Río de Barbeira.
El perfil presenta por momentos una serie de ondulaciones cuyos cambios de rasante retrasan el disfrute de algunas panorámicas de campo abierto. Un horizonte que ya descubre el territorio del Concello de Mazaricos. Antes de llegar a su primera localidad, llamada As Maroñas, las señales nos llevan a una última subida de corta distancia por la zona de Pedras Negras.
Valle del Río das Maroñas
Superado el repecho nuestra vista ya tiene acceso al Valle del Río das Maroñas cuya entrada pronto presentará una pista asfaltada. Un firme que presenta algunas zonas deslizantes, como bien nos avisan unos amables peregrinos que realizaban el camino en sentido inverso.
Y es que todavía quedan restos de heladas por algunos humedales cercanos (Rego da Calzada) al asfalto a los que debemos prestar atención.
A Ponte Vella (As Maroñas)
Pronto empezamos a divisar las primeras viviendas de As Maroñas, localidad que alcanzaremos no sin antes cruzar el río que le da nombre (Río de Maroñas). Un agradable entorno rodeado de vegetación de ribera y que salvamos por su denominado A Ponte Vella.
Tras 11 kilómetros de etapa el cuerpo ya empieza a pedir gasolina. Además, ver cómo otros disfrutan de un buen tentempié incentiva todavía más este deseo. Sin embargo, las distracciones cargadas de identidad gallega nos permiten alargar un poco más el matar el hambre.
Así que continuamos la marcha para probar suerte en la siguiente población, Santa Mariña, a uno 1 kilómetro de distancia, donde cabía la posibilidad de encontrar un albergue abierto.
Crucero e Iglesia de Santa Mariña de Maroñas
Santa Mariña es un pequeño núcleo de casas que no pasará desapercibido, primero porque nos recibe un Cruceiro marcando el hito de una encrucijada, cuya plataforma escalonada sobre la que se alza se dice que servía para el descanso de peregrinos.
En segundo lugar, esta localidad alberga la joya arquitectónica de la Iglesia de Santa Mariña de Maroñas. Un templo de orígenes románicos construido a finales del siglo XII, pero que ha sufrido transformaciones en el tiempo, como la espadaña barroca. El tímpano de su portada lo preside la talla de Santa Mariña, patrona de la fertilidad de las vacas.
El ábside de la estructura es cuadrado y como claras reminiscencias románicas encontramos por un lado, los canecillos que hay bajo las cornisas, representando distintas figuras animales, vegetales o mitológicas. Por otro lado, las portadas, de arco de medio punto, características de este estilo.
En el cementerio se alza un crucero de piedra para simbolizar la protección divina del lugar.
Albergue Casa Pepa
La casual apertura del Albergue Casa Pepa, justo al lado de la Iglesia, nos sirve de bálsamo en estos compases de la etapa. Por fin podremos reponer fuerzas, ¡y de qué manera!
Nuestro agradecimiento a los hospitaleros por su exquisita atención. Y viendo la particular decoración, decidimos aportar nuestro granito de arena.
Reanudamos la marcha con las pilas bien cargadas, transitando ahora el valle que bañan los ríos de Santa Mariña a nuestra izquierda y el de Foxas a la derecha.
Lamelas
Lamelas será el siguiente núcleo a atravesar, y lo haremos por la carretera AC-400 que sentirá nuestra presencia durante casi 500 metros.
Con cuidado tendremos que cruzar al otro flanco para tomar una vía para peatones que nos dirigirá al siguiente desvío, rumbo a las aldeas de Gueima y Bon Xesús.
Rumbo al Monte Aro
El nuevo paraje nos planta el Monte Aro interrumpiendo el horizonte y a cuyo relieve avanzamos de manera inexorable.
El discurrir del agua del Rego de Foxas con su dibujo y sintonía no hace más que añadir regalos a este placentero paseo.
Al suroeste, el Monte Aro Pequeño, por cuyas lomas asoman imparables molinos eólicos que con su vaivén nos transfieren empuje a nuestros pasos.
Ascenso al Monte Aro
La subida al Monte Aro comienza suave, pero no pasará mucho tiempo hasta que empiece a requerir algo más de arrojo. Algunos peregrinos lo disfrutan ya bajando en sentido contrario, aunque seguro que tuvieron que trabajarse el tramo que nos toque a nosotros descender.
Cruceiro de Bon Xesús
En este paraje llama la atención la presencia de un solitario Cruceiro (Cruceiro de Bon Xesús) cuya piedra de granito se ha ido desgastando con el paso del tiempo por las inclemencias meteorológicas.
Está situado en las cercanías de Bon Xesús, aldea donde antaño existió un hospital de peregrinos y que hoy día alberga una atareada comunidad ganadera, sector en el que basa buena parte de su economía, junto con la agricultura.
Lo mismo ocurre con los siguientes núcleos que franqueamos (A Gueima, Vilar do Castro) entre prados y tierras de cultivo destinadas sobre todo al maíz.
Hoy parece que son más los peregrinos que vienen que los que van, pero no nos engañemos, puede que al final nos llevemos una sorpresa.
En Vilar do Castro las señales toman dirección norte para remontar el Monte Aro por sus laderas a medida que lo rodeamos.
Recorremos la corta longitud de esta pequeña villa, que no por ser pequeña también deben serlo sus señas de identidad, y avanzamos ganando altura obteniendo buenas panorámicas de los campos que rodean las localidades que acabamos de dejar atrás.
El perfil nos da una tregua de 600 metros de descenso, donde aprovechamos para saciar el apetito provocado por el esfuerzo.
El manto verde se extiende hasta donde alcanza nuestra vista. Aquí, la mano del hombre y la naturaleza parecen vivir en armonía.
Pronto, la tendencia ascendente vuelva a hacer acto de presencia. Son los últimos tramos de exigencia de esta etapa.
Mirador de Monte Aro
Los metros finales los realizaremos por una pista de tierra que nos llevará al Mirador de Monte Aro. La pista endurecerá su pendiente hasta alcanzar el 11% de inclinación.
Qué cierto es que quien algo quiere, algo le cuesta.
Desde este mirador se nos abre una ventana por donde asoma el Embalse da Fervenza, uno de los más grandes de Galicia y que se nutre principalmente de las aguas del Río Xallas.
También desde aquí hay buenas vistas de las tierras de Mazaricos y Santa Comba.
Debemos continuar, el ascenso finaliza con un corto repecho que nos deja a las puertas de la cima del Monte Aro, que no tendremos que afrontar ya que las señales nos hacen virar de nuevo al oeste para iniciar el descenso por el denominado Monte Vello.
Descenso por el Monte Vello
Por este tramo se escudriña un horizonte dominado por los montes que dan la carta de presentación al Concello de Dumbría, donde se encuentra nuestro objetivo de hoy.
Esta bajada abarca unos 1800 metros de longitud con intervalos de pendientes de hasta el 10 % que se recorren con relativa comodidad hasta la localidad de Lago.
Una población que ya comenzamos a adivinar. Y tras Lago, nos aguarda de nuevo el asfalto, entre varios núcleos de casas.
Un bonito entorno rural con vistas al Embalse da Fervenza
Pero antes, algunos giros nos ofrecen nuevas vistas del Embalse da Fervenza y su agradable entorno. Una obra que se construyó en el año 1966 y que se sitúa entre los Concellos de Dumbría, Mazaricos, Vimianzo y Zas. Es fácil quedar hechizados mientras se escruta la amplitud de este paisaje.
Conectamos con el asfalto para atravesar Lago. Después, salvamos el Río do Vacarreiro para alcanzar As Porteliñas, y seguimos avanzando por un terreno que presenta un perfil ondulado entre el reconocible aspecto rural de la campiña (As Abeleiroas).
A estas alturas empezamos a acusar el cansancio acumulado de la etapa anterior junto al castigo de un sol, que a pesar de ser enero, se planta frente a nosotros queriendo tomar protagonismo.
Afortunadamente las señales viran de vez en cuando su orientación dándonos una tregua. En esta ocasión rumbo a Corzón, por el Monte do Castelo recorriendo la ladera del peñón O Pedrouzo.
Hacia el Valle del Río Xallas
En el horizonte, los Montes de Ruña los cuales escoltan el Valle dominado por el río Xallas y al que se dirigen nuestros pasos.
Iglesia de San Cristovo (Corzón)
Descendemos hasta el lugar de Corzón, donde se ubica la Iglesia de San Cristovo. El complejo se ubica dentro del cementerio, donde también se alza un crucero. El templo es muy sencillo, de orígenes románicos, con una sola nave. Pero lo que destaca del conjunto es la espadaña exenta, construida aparte de la estructura en una planta un nivel superior.
O Igrexario
Las vaquerías de la aldea de O Igrexario esperan nuestro paso. Pues vamos al encuentro.
Avanzamos por esta llanura de prados acompañados por un arroyo canalizado que va a morir a las aguas del Río de Mazaricos, afluente del Xallas que salvamos por un pequeño puente.
Metros después salvamos otro caudal en una zona conocida como A Pontella do Pasal que conectará con las inmediaciones de la localidad de Mollón.
Atravesamos la urbe rodeando las instalaciones de su albergue hasta dar con la carretera DP-3404, que ya no abandonaremos hasta alcanzar nuestro objetivo.
A Ponte Olveira
Mientras tanto, debemos cruzar el caudal del río Xallas por A Ponte Olveira, una edificación construida entre los siglos XVII y XVIII, aunque su existencia es anterior según confirman algunos escritos. Los antepasados de este enclave fueron testigos de una dolorosa derrota por la defensa del lugar ante la invasión de las tropas de Napoleón.
Tras cruzar con precaución este puente debemos atravesar la aldea que lleva su mismo nombre (Ponte Olveira), ya en el Concello de Dumbría. Y después, un último tramo de algo más de un kilómetro hasta nuestro objetivo de hoy Olveiroa.
Olveiroa
Prácticamente los últimos 6 kilómetros de esta etapa han sido todo de asfalto acompañados, eso sí, de agradables espacios rurales. Pero este tipo de firme al final pesa, sobre todo al final de la jornada por lo que estamos deseando soltar la mochila y descansar.
Exhaustos, encontramos nuestro alojamiento sin apenas actividad peregrina, ¿un reflejo de lo poco concurrida que estaba siendo nuestra travesía? Nada más lejos de la realidad, la magia del camino nos hace coincidir en la cena otros peregrinos que pernoctaban en Olveiroa, incluido Emilio nuestro compañero eventual de la primera etapa. España, Italia, Venezuela y Holanda se sientan a la mesa con el nexo de unión del camino, en el que todos somos iguales.
Un ejercicio de convivencia quizá utópica metáfora de la vida, en la que deberían predominar más las cosas que nos unen que las que nos separan.
Hasta la próxima.