
8 · LA MAGDALENA – FASGAR
LA MAGDALENA – FASGAR (48,5 Kms)
Los Altos del Canto y Abisedos vaticinan un inicio de etapa demoledor aunque eso sí, acompañado de majestuosas vistas que quitan las penurias del esfuerzo. Posteriormente rodamos por las sierras pandas en busca del Valle del Omaña y su caudal, que flanqueamos hasta dar con el afluente Río Vallegordo.
Remontaremos el valle homónimo entre pequeñas poblaciones y puentes medievales a medida que se van encajonando sus vegas hasta la localidad de Fasgar, antesala de la etapa reina.
Hola amig@s!
Nos encontramos en La Magdalena acompañando en el despertar al Valle del Río Luna.
Hoy nos espera una etapa de esas que se pueden atragantar si no te la tomas con paciencia. Pero vayamos por partes; para empezar, salimos de la población tomando la carretera LE-493 que cruza el Río Luna introduciéndonos en las casas de Canales. Después callejeamos unos metros hasta dar con la Calle Iglesia, donde se alza el templo San Adriano.
Este edificio construido en piedra de mampostería se levantó en el siglo XVIII sobre una capilla anterior fundada en el año 1660. Su entrada porticada dispone de varias puertas de acceso de arcos de medio punto entre las que se coloca una cruz de la primera mitad del siglo XX y una imagen de San Adriano.
Observando la espadaña, nos preguntamos si hoy soplarán vientos a nuestro favor. Y tal y como reanudamos la marcha, parece que habrá algunas rachas en contra.
Para empezar una pista de tierra que rodea la Iglesia nos aguarda sin contemplaciones con 12% de inclinación en subida.
Cuando el perfil es más propicio montamos de nuevo, pero hay otros elementos dispuestos a sumarse a la fiesta, como la persistencia de las mosquitas que se empeñan en aterrizar en los ojos haciendo la subida algo más incómoda.
Estamos afrontando el ascenso al monte que coronará el Alto del Canto a 1296 metros de altitud. Aunque antes debemos superar este tramo que navega entre robles por la Loma de la Cerra.
La altura nos abre la perspectiva a las cumbres de la Montaña de Luna, una bonita estampa que disipa las penurias del esfuerzo.

En el siguiente tramo, ramas y matorral frutos del desbroce ensucian el trazado, circunstancia que puede colocar algunos de estos elementos en sitios indebidos, como en los radios de la bicicleta.
Cuidado con esto ya que os puede pasar como a nosotros. Toda precaución es poca.
Además hay que prepararse para el kilómetro que resta antes de coronar el Alto del Canto. A la inclinación que alterna pendientes entre el 10 y 18 por ciento hay que sumarle cantos rodados y algo de grava que hacen el terreno algo deslizante. También hay algunos socavones en forma de grietas que preferimos sortear desmontados.

Un terreno duro que hay que tomárselo con mucha templanza.
Una vez coronado avanzamos por una pista forestal de pinos y robles hasta descender posteriormente e incorporarnos a un carril de tierra denominado Cordel de las Merinas. Este volverá a ofrecernos un ascenso donde renovar nuestras energías con nuevas panorámicas de la Comarca de Luna.

Llegamos así a el Alto de los Abisedos con una cota de 1293 metros de altitud donde es inevitable deslumbrarse por los alrededores y retratarnos antes de perder de vistas las cumbres de Sierras como la Blanca, la Negra, de la Filera, la Serrona o de los Grajos y adivinando macizos como el Cirbanal, gran desconocido de la Cordillera Cantábrica al hacerle sombra el de Ubiña.


A partir de aquí iniciamos un agradable descenso que nos irá introduciendo en tierras de la comarca de Omaña, cuyo río homónimo dirigirá nuestras ruedas en la segunda parte de la etapa.
Vamos en busca de su caudal, pero antes, debemos atravesar las sierras pandas, como se conocen aquí a estas extensiones de terreno más yermos y erosionados aunque no por ello menos atractivos al ojo. Esta especie de meseta sirve de interfluvio para los ríos y arroyos que bañan los valles colindantes y además cobija, entre otras localidades a Villayuste.
Esta pequeña localidad dispone de varios edificios de carácter religioso, como la Iglesia de San Clemente y varias Ermitas, como la del Cristo, que sale a nuestro paso. La otra Ermita es la de San Roque, situada en un altozano a las afueras de la urbe y donde se celebran las fiestas el 16 de agosto en honor al patrón.
Salimos de Villayuste en descenso para ir salvando las distintas depresiones que nos presenta el terreno. La que ahora atravesamos es la formada por el Arroyo de la Barcena, afluente del Río Soto. Algunas pendientes acompañadas de firme con gravilla nos obligan a extremar las precauciones y a veces el frenar en seco tiene sus consecuencias.

Lamentablemente el calor veraniego ha secado el arroyo para poder limpiar las heridas, pero sigamos avanzanzo. El perfil hace un tobogán, así que volvemos a ascender.
Será alrededor de 1 kilómetro hasta la siguiente cima, en la podremos adivinar los tejados de la siguiente población, Lago de Omaña.
Unas instalaciones deportivas dan inicio a las construcciones de la urbe que nos conducen luego por su Calle Principal hasta la Ermita del Santísimo Cristo. Muy rústica, cuya estructura acusa las inclemencias del frío y el viento característicos de la zona. Destacan los contrafuertes en la portada y la terminación escalonada de su fachada hacia la espadaña.
Muy cerca, a las afueras, se alza la Iglesia de San Bartolomé en cuyo camposanto se celebran las fiestas al patrón cada 24 de agosto.

La construcción creada en piedra de mampostería también presenta un aspecto rústico, con refuerzos en la terminación de la espadaña a la que podemos subir y desde donde tomamos esta imagen.

En su entrada porticada donde se mantiene lo funcional más que lo estético de sus elementos se aprecian varias fechas en el arco de su puerta. ¿Será la más antigua el origen de fundación de este templo?
Nos quedaremos con la duda, debemos continuar.
El siguiente descenso nos conduce a Oterico, población enclavada en un valle recorrido por su río homónimo. Cruzamos sin dilación sus calles para luego salir por un tramo de tierra que supera un pequeño altozano. Después, las señales nos ubican en la carretera LE-493 que seguimos algo más de 1 kilómetro hasta dar con la villa de Riello.
Aquí se planta la Iglesia de San Juan Bautista, posiblemente construida en el siglo XVII aunque sufrió una gran reforma en los años 60 del siglo XX.
Riello también nos sirve para reponer las energías y así poder afrontar la segunda parte de la jornada.
Un nuevo y exigente ascenso se nos presenta a la salida de la localidad. Lo más duro se afronta por asfalto y el resto lo hacemos por un carril de tierra que recorre el monte que se eleva entre el Valle de Omaña a nuestra izquierda y el del Río de Ariegos a la derecha.
Esta pista desembocará en las casas de Pandorado cuyas calles nos incorporan a la carretera LE-493. Entre su patrimonio resalta el Santuario de Pandorado, construido en el siglo XVII probablemente sobre los cimientos de otro templo anterior. La ubicación del edificio se debe a la leyenda que cuenta cómo un pastor encontró una talla de la Virgen en este lugar.
Descendemos de Pandorado por una cómoda pista asfaltada que nos irá internando en los dominios del Río Omaña.
A nuestra izquierda el cordal de monte repleto de robles que termina coronado por la cima del Cueto Rosales. Pero nosotros nos dirigimos a sus pies, a La Omañuela, una pequeña localidad que resalta por sus casas de piedra y el remanso que ofrece el cercano Río Omaña, cuyo murmullo del caudal nos atrae como un imán a sus orillas.
Los próximos 2 kilómetros navegaremos por el margen derecha del río, en principio por una senda que recorre sus vegas, mientras el caudal se va alejando o acercando a nosotros según mande el trazado de su dibujo.
Y cuando nos aproximamos a él, la tentación de probar sus aguas no hace más que ponernos a prueba. Aunque de momento no encontramos un sitio que nos de ciertas comodidades.
Casi saliendo de esta senda, encontramos un tramo anegado provocado por el Arroyo de las Losas. Nada importante ya que rápidamente salimos a la LE-493 en el sitio de Guisatecha.
Son pocos metros de asfalto ya que un desvío a la izquierda nos devuelve al río, que cruzaremos por un puente para pasar a su margen izquierdo. Llegamos a otro de los puntos comprometidos de la etapa, al menos para ir en bicicleta.
Tras salvar el cercado nos espera una fuerte subida por un camino poco limpio de follaje. Desde luego el aspecto no le quita autenticidad y vistosidad a un entorno dominado por robledales, pero a nosotros esto nos retrasa el trayecto. Así que cuando lo vemos claro volvemos a montar.
La subida conecta con la carretera LE-4418 a la accederemos una vez salvemos una valla electrificada. Por esta vía llegaremos a la localidad de El Castillo, que debe su nombre a un castillo del siglo XIV (Castillo de Benal) propiedad de los Condes Luna. Sirvió para vigilar el Camino Real, como fortaleza y como prisión, y sufrió reformas en el siglo XVIII. En el XIX se abandonó a su suerte.

Aparte de la fortaleza, esta localidad dispone de un bonito patrimonio natural bañado por las aguas del Río Omaña, caudal al que volvemos acercarnos. En esta ocasión, gracias a un área habilitada a los pies del castillo, sí que podemos aprovechar para refrescarnos y limpiar alguna que otra magulladura. Eso sí, el agua congelada.

Reanudamos la marcha dirección al monte dominado por el Cueto Rosales, pero tranquilos, solo besaremos sus faldas ganando cierta altura. Una última mirada a El Castillo y a progresar por bonitos senderos.
Desde el Cueto Rosales bajan algunos arroyos que bien se salvan con pasarelas. Otra historia es cruzar el Omaña, donde se necesitan infraestructuras más potentes.
Como vemos, las señales nos devuelven al margen derecho del Río, a Vegarienza donde retomamos la carretera LE-493.
Circularemos por esta vía durante dos kilómetros hasta una encrucijada donde nos agregamos a una vía local rumbo a Cirujales. A partir de aquí, nos despedimos del Río Omaña para seguir el surcar de uno de sus afluentes, el Río Vallegordo.
Cirujales nos muestra la humilde Iglesia de San Pedro Apóstol, construida en el siglo XVIII y compuesta de una sola nave.
Las señales nos empujan a cruzar el Río para hacernos testigos de las vegas fértiles del Valle Gordo. Avanzamos por su margen izquierdo muy pegados a él hasta que su dibujo se aleja de nosotros para mostrarnos un precioso terreno parcelario dedicado mayoritariamente a pastos para el ganado o al cultivo de cereal.
Todo este tramo es ascendente aunque de perfil suave y firme medianamente cómodo.
Para salir de esta zona, debemos franquear un paso vallado y volver a cruzar el Río para dar con la siguiente población, Valverde de Omaña. Por aquí conectamos con la carretera local que nos llevará a Marzán. Durante el tránsito, a orillas del asfalto se ubica la pequeña Ermita del Santo Cristo, ubicada muy cerca de la confluencia y desembocadura de varios arroyos que nutren al Vallegordo. Quizá los fieles realicen aquí plegarias para evitar la grandes crecidas del río en las estaciones de mayor pluviosidad.
Los montes de la Sierra de Gistredo escoltan la localidad de Marzán por el Sur. Entre las viviendas de esta urbe posiblemente vinculada a un antiguo poblado romano que extraía oro, podemos adivinar pequeñas huertas y la espadaña de la Iglesia de San Cipriano.
Nuestro periplo continúa por asfalto unos cientos de metros hasta que las señales nos sacan de él para aproximarnos a la ribera. Este tramo comienza bien, pero pronto empezamos a perder el dibujo del trazado así como las referencias de las señales.
Otras señales como el Cueto del Pinto solo ayudan a enriquecer el fantástico valor paisajístico, así que nosotros volvemos a tirar del track para encauzar el rumbo.
Ante este panorama agradecemos regresar al asfalto, donde la figura de la Ermita de Santa Ana irrumpe ahora en nuestra visión frontal.

Este edificio se construyó en el siglo XVIII, al menos, en una dovela de la entrada podemos ver apreciar el año 1779. 1935 puede ser el año en el que se efectuaron las reformas que le confieren el aspecto actual. Cada 26 de julio se celebran aquí las fiestas de la patrona.
Un falso llano nos introduce ahora en la localidad de Barrio de la Puente.
Las señales nos conducen hacia sus hitos de interés, como la Ermita de Nuestro Padre Jesús Nazareno, construida en 1756. Sobre su dovela central más resaltada hay un blasón del linaje Rubio Bardón, fundador del templo.
Frente a la Ermita se sitúa la Iglesia de Santa María que luce un interesante balcón en la espadaña. El edificio se fundó en el año 1773 y de lo poco que nos dio tiempo a ver de su interior puesto que lo estaban cerrando, destacamos por un lado su retablo barroco donde descansan entre otras, varias imágenes de la Virgen y por otro lado algunas pinturas murales.
En el flanco meridional de la Iglesia corre el Río Villagordo, que puede ser cruzado por un antiguo puente de orígenes romanos pero que hoy presenta una factura medieval con su único ojo ligeramente apuntado.

Reanudamos la marcha circulando por el margen derecho del río aunque a los pocos metros un paso de madera nos colocará en la orilla opuesta. Hay que estar atentos ya que no es muy ancho, hay huecos entre las tablas y las barandillas la conforman dos tensas cuerdas.
Acto seguido el terreno tampoco invita a pedalear lo que vuelve a retrasar nuestra marcha y empieza a plantearnos la idea de realizar el resto de la etapa por carretera. El firme ahora es acolchado por la presencia hierba dando la sensación de ir por tierra húmeda aumentando con ello nuestro esfuerzo.
Ya avisábamos al principio de ser ésta una etapa que puede minar la moral. Es el hándicap del bicigrino, si quieres intentar ser fiel al Camino Oficial hay sitios que retrasarán tu marcha.
Las indicaciones nos sueltan en Torrecillo, uno de los pueblos más pequeños de la zona y el único por el que no pasa la carretera principal del valle. Lo atravesamos con rapidez para introducirnos en un bonito sendero emboscado y encajonado por los muretes de piedra de las parcelas de la vega.
El trazado nos lleva a franquear de nuevo el Vallegordo por otro sugerente puente de aires romanos.
Esto nos permite alcanzar las calles de Posada de Omaña que cuenta a las afueras con una Ermita que dispone de un pequeño camposanto. Resalta en su fachada una entrada porticada en forma de arco de medio punto.
Desde Posada de Omaña a Fasgar tan solo nos restan 3 kilómetros y una localidad más por atravesar, Vegapujín. Afrontaremos este tramo por la carretera al tiempo que vamos comprobando cómo el valle se va encajonando cada vez más a medida que avanzamos.
Fasgar, último pueblo del Valle Gordo situado a más de 1300 metros de altitud y rodeado de múltiples cumbres pertenecientes a la Reserva de la Biosfera de Omaña y Luna.
Unas cumbres que tendremos que afrontar en la jornada siguiente, es por eso que vamos raudos y veloces a su fantástico Albergue de Peregrinos para soltar las bicicletas y posteriormente degustamos delicias en la Casa Rural Aires de Fasgar.
Hay que reponer energías, debemos dejar el pabellón alto en la Etapa Reina de este Camino Olvidado.
Hasta la próxima!

