LAXE – CASTROBÓ
La Iglesia de Santa María de Atalaia de Laxe es el punto de partida de esta variante de la VÍA CÉLTICA. El templo de estilo gótico marinero no nos dejará indiferentes con su Retablo de la Resurrección.
A continuación rodeamos la playa de esta urbe para posteriormente acometer los desniveles del Monte de San Pedro para llegar a Canduas, lugar que nos recibe con una peculiar iglesia.
El viaje continuará transitando el valle que conforma el Estuario de Río Anllóns, atravesando ríos con viejos molinos harineros y una variedad de entidades de población que nos van regalando bonitas estampas al Atlántico.
Posteriormente, flanqueamos las vertientes septentrionales del Monte de Vilariño para alejarnos de la costa y acercarnos al cauce del Anllóns, donde somos testigos de sus fértiles vegas hasta llegar al lugar de A Garga, sitio en el que esta variante confluye con la que viene de Ponteceso.
A partir de aquí el itinerario supondrá un constante ascenso hasta la entidad de población de A Pedra, pero el esfuerzo se recompensa con buenos tramos de senda de monte.
El Camino nos conducirá después al Valle del Rego de Santa Margarida, donde apreciamos varios hitos monumentales de interés enclavados en un precioso entorno.
Finalmente, coronamos la subida que discurre por el Monte de Barralláns para acometer el descenso hasta Castrobó atravesando el embaucador paisaje rural gallego.
Laxe
Hola amig@s!
Nos encontramos en Laxe, contiguos a su puerto, el cual hoy luce una digna infraestructura que cuenta con un espigón de casi 400 metros de longitud para su flota de bajura y que salvaguarda la bahía.
Desde esta localidad enclavada en plena Costa da Morte, daremos comienzo esta variante de la Vía Céltica que parte desde aquí, de la cercana Iglesia de Santa María da Atalaia.
Iglesia de Santa María da Atalaia
Como bien indica el nombre de este templo, el recinto sirvió antaño además de lugar de culto, como bastión de vigilancia ante las posibles incursiones enemigas normandas y de piratería inglesa.
Estamos seguros que la torre campanario del siglo XVI cumplía bien este cometido.
La Iglesia de Santa María de Atalaya tiene orígenes románicos del siglo XIII aunque la estructura actual es de finales del siglo XV.
El cruceiro revestido del verdín producto de la humedad es un mero espectador más de la robustez de los muros y contrafuertes de este templo casi carente de ornamentación exterior.
Los ornamentos podemos encontrarlos, por un lado, en la fachada norte, donde un altorrelieve con escenas de la Resurrección de Cristo se sitúa sobre el dintel de la puerta.
Por otro lado, en la fachada principal, la oeste, encontramos un pequeño rosetón sobre la entrada, esta última de estilo gótico compuesta de tres arquivoltas de inconfundibles arcos ojivales.
Y finalmente, la fachada sur, donde resaltan las imágenes empotradas que acompañan a la diagonal que forma la escalera de acceso a la torre. Aquí se exhibe la Virgen Santa Ana con el niño, un fraile franciscano y un ángel con una filacteria.
Por su parte, la entrada de este muro se corona con una talla del siglo XV de la Virgen María. La imagen se apoya en una ménsula con ángeles y se cubre con un doselete voladizo de arcos conopiales.
Aprovecharemos esta puerta para acceder al templo que, como podéis observar, está en vísperas festivas y hay un aplicado personal dando un buen lavado de cara a las instalaciones.
Con todo, y sin ánimo de molestar demasiado, podemos contemplar su nave de planta rectangular, de arcos apuntados que sostienen columnas con capiteles en los que se advierten escudos heráldicos de los Castro y Lara.
En el muro norte vemos una pintura al fresco donde aparece la figura de Santo Domingo de Guzmán y un curioso perro asociado a un sueño de la madre de este fraile dominico.
Lo más destacado del interior lo encontramos en la Capilla Mayor, la cual se techa con bóveda crucería. Aquí podemos observar la imagen del siglo XVI de la Virgen de la Atalaya frente al rosetón vidriado con motivo floral.
Retablo de la Resurrección
Pero la joya de la corona es el Retablo de piedra con imágenes de la Resurrección. Probablemente sea del siglo XV y destaca por lo bien conservada que está su rica decoración de escenas sobre el descenso de Cristo Resucitado, su aparición a la Virgen, las Santas Mujeres ante el sepulcro vacío o la aparición a María Magdalena.
Playa de Laxe
Abandonamos esta iglesia de ejemplar estilo gótico marinero para dirigirnos al este y recorrer el paseo costero de Laxe.
Hacia esta dirección se extiende casi un kilómetro y medio su playa homónima, protegida al oriente por el Monte de San Pedro, justo el perfil por el que tendremos que adentrarnos próximamente.
Horno industrial
Avanzando por aquí vemos al sur una antigua chimenea de ladrillo, perteneciente quizá bien a un remoto horno para secar redes de pesca o bien, a una fábrica de conservas que existió en el siglo XIX.
Homenaje a la carpintería de ribera
Tras cruzar el río (Río San Amedio) que desemboca en la ensenada advertimos un monumento homenaje a la carpintería de ribera representada aquí por el armazón de una embarcación de pesca.
Además, este hito da la bienvenida a los viajeros que vienen a visitar Laxe, aunque en nuestro caso, nos da la despedida.
Flanqueado ya el litoral, cruzamos la carretera AC-429 para iniciar una exigente subida por O Peñascales. Primero lo hacemos por asfalto, para 350 metros después, afrontarlo por los senderos que nos gustan.
Ascenso por el Monte de San Pedro
El recorrido por este camino es bastante placentero, arropados por la vegetación arbórea de eucaliptos, pinos, robles, castaños y laureles y aquella conformada por la planta que no suele fallar en estos escenarios, el helecho.
Unos 1.300 metros más tarde perdemos el firme de tierra y zahorra para recuperar el asfalto con el que finalizaremos el resto del ascenso, dirección a Montecastelo una cota desde las que se aprecian vistas espectaculares a la Ensenada de Laxe.
Sin embargo, hoy no llegaremos allí, para conocerlo tendréis que recorrer el Camino de los Faros. Hoy las señales nos dirigen por un nuevo desvío de senda hacia el este, que corona esta subida a unos 200 metros de altitud e inicia el descenso hacia la siguiente franja costera.
La bajada es un tendido y cómodo camino que repite ese patrón de espesura vegetal que nos encanta. Algo más de kilómetro y medio de trayecto que disfrutamos a conciencia antes de que las señales nos devuelvan a la civilización.
Somonte
Y lo hacen incorporándonos a las calles del lugar de Somonte, donde el litoral ya empieza a adivinarse entre la arquitectura de las viviendas y las copas arbóreas. Una singular torre asoma por los tejados de Canduas, la siguiente población a transitar.
Por su parte, una fuente, la de Pedro, permanece orgullosa con sus pináculos recordando aquellos años en los que abastecía de agua a la Iglesia a los vecinos.
Canduas
Iglesia de San Martiño de Canduas
Descendiendo un poco más entre muros de piedra, hórreos, viviendas tradicionales y antiguos lavaderos llegamos al templo de San Martiño de Canduas.
El edificio es peculiar por sus elementos constructivos ya que su fachada principal se levantó con las piezas de un antiguo hórreo perteneciente a un Convento Benedictino del siglo XIV que se ubicaba en este lugar.
Su torre campanario tampoco pasa desapercibida, más moderna y cuadriculada que las que solemos ver por la zona. De igual forma llama la atención su cementerio, presentando algunos nichos ascendiendo sobre las paredes formando voladizos.
En el centro del mismo se alza el cruceiro donde Cristo y María ocupan las caras de una cruz con extremos florenzados.
Decimos adiós a esta iglesia que inusualmente está orientada al norte y continuamos descendiendo por las calles de Canduas.
Flanqueando el Estuario del Río Anllóns
Un entramado urbano que poco a poco va descorriendo las cortinas para presentarnos el siguiente decorado: la depresión conformada por el Estuario del Río Anllóns.
Rego dos Muíños
Navegaremos por gran variedad de entidades de población que se derraman por las laderas pero antes tenemos que rebasar el Rego dos Muíños.
Este caudal que baja desde el impresionante yacimiento del Castro de Borneiro presenta en su recorrido una preciosa ruta de 3 kilómetros salpicada de viejos molinos harineros que ponen en valor el legado económico agrícola de antaño.
La senda no tiene desperdicio, la conocimos realizando el Camino de los Faros y os la recomendamos sin dudarlo.
Tras de Agra y Sinde
Pasar a la otra orilla del Rego dos Muíños significa iniciar un nuevo ascenso para llegar al lugar de Tras de Agra. La urbe es atravesada sin contemplaciones por la carretera AC-430 que cruzaremos con precaución para dirigirnos a Sinde, la población que la precede.
No muy lejos de este cruceiro que hace las veces de rotonda se emplazan los restos del Castro de Sinde, un asentamiento fortificado de la Edad del Hierro poblado entre los siglos III y I antes de Cristo.
Por su parte, la urbe nos recibe con buenas rampas que permitirán ganar más altura y regalarnos bonitas vistas a la desembocadura del Anllóns y al litoral que progresa al norte.
Desde aquí oteamos el Monte Branco, la Illa Tiñosa, la Playa de Balarés, en saliente Punta da Facha y al fondo la población de Corme.
Conforme ascendemos más espectaculares son las panorámicas. En esta vista, se aprecia mejor el complejo dunar del Monte Branco y la Playa da Barra.
Y en otra más, a escasos metros más tarde, vemos zigzaguear al Anllóns hacia al Atlántico, océano traicionero en estas costas, bien vigilado por el Faro do Roncudo.
O Buzaco
Del lugar de Sinde pasamos al de O Buzaco donde abandonamos esta carretera para incorporarnos a otra de esta red de vías asfaltadas.
Unas señales tratan de darnos un respiro de alquitrán para introducirnos en un frondoso sendero que parece no tener escapatoria, así que nos damos la vuelta.
Afortunadamente, el tramo atestado de zarza y matorral es de corta distancia y podemos llegar al mismo lugar al que se dirige realizando un pequeño rodeo por la calle.
A Pedra Cuca
Este lugar es A Pedra Cuca que, en principio parece dirigirnos al estuario pero que rápidamente vira de nuevo al este.
El perfil de este tramo sufre una abrupta variación al toparse con las estribaciones occidentales del Monte do Muíño. Unos 250 metros de ascenso al 12% de inclinación que nos cogen por sorpresa.
O Penedo
Una vez superada la subida nos adentramos en un intervalo emboscado que nos lleva al sitio de O Penedo ya en sentido descendente.
Andando por sus calles salpicadas de parcelas residenciales con huertas y cultivos de cereal cruzamos la carretera DP-1406 y nos adherimos a una pista de zahorra y yerba que acomete las faldas orientales del Monte do Muíño.
Río da Balsa
Un tramo más silvestre que nos aleja por un tiempo del paisaje humanizado. Por aquí llegaremos a la cuenca del Río da Balsa, un entorno que no desaprovechamos para realizar un almuerzo sosegado con el murmullo del agua como melodía de fondo.
Reanudamos la marcha acompañando a este afluente del Anllóns que dejamos a nuestra izquierda. La senda conecta pronto con un carril alquitranado que tampoco tardará en dejarnos en una vía de mayor entidad, la CP-1402.
O Bosque
Sin embargo, como la Vía Céltica trata de evitar estos tramos comprometidos nos introduce rápidamente en otra senda emboscada que abordará la llegada al lugar de O Bosque por su extremo septentrional.
Un muro que surge de la frondosidad nos anuncia sus viviendas. Estos altos tabiques pueden corresponder a un posible Pazo.
Rodearemos este complejo luchando con un firme algo empedrado y abrazado por zarzas para regresar a la CP-1402.
A esta altura del camino, el Río da Balsa ya descansa en el Anllóns por lo que las vegas fértiles que aparecen a continuación corresponden ya a este último caudal.
Una vez que acumulamos 1 kilómetro a nuestros pasos por esta carretera las señales nos desvían por el lugar de Leas para seguir disfrutando de la cuenca del Anllóns. Otro afluente más, el Cundíns, pasa sin prisas bajo nuestros pies.
O Esto
Las viviendas del lugar de O Esto se van sucediendo mientras disfrutamos de la campiña de este valle, donde las señales del camino nos van acercando casi sin darnos cuenta a su protagonista principal.
El Anllóns, con 54 kilómetros de recorrido desde su nacimiento en los Montes de Xalo hasta su desembocadura en la Ría de Corme y Laxe cobra especial relevancia en las variantes de la Vía Céltica que discurren en la comarca de Bergantiños.
A Garga
En este sentido, llegamos a A Garga, donde el río hace de confluencia de esta variante que sale de Laxe con la que parte de Ponteceso.
A partir de aquí llega lo que para nosotros es la parte más dura de esta jornada.
Salir de A Garga conlleva afrontar unas rampas de hasta el 13% de inclinación hasta que nos introducimos en una senda de bosque donde tomamos algo de aire regocijándonos con los elementos del entorno.
Beres
Metros más tarde, las señales salen a campo abierto presentándonos las casas del lugar de Beres, donde aprovechamos la Taberna O Xastre, a la orilla de la carretera AC-423 para tomar el café.
Este el único lugar en un buen número de kilómetros en el que poder tomar algo, y pronto ni siquiera eso, porque la dueña no va a tardar demasiado en jubilarse y a falta de contar con alguien que le lleve el negocio, decidirá por cerrar el local.
A Granxa
En Beres progresamos por esta carretera unos cientos de metros hasta virar a la pequeña población de A Granxa, momento en el que el perfil vuelve mostrar dureza por una pista de monte.
Se trata de la loma de Campo Sampil que presenta unas pendientes al 12% que nos ayudan a tonificar de nuevo las piernas tras la parada del café.
El camino se interrumpe por momentos por la vía LC-423 pero solo hay que cruzarla para recuperar el firme campestre.
Y el ascenso continúa, con el aliciente de un dichoso sendero que por momentos parece hundirse un poco en el terreno a modo de corredoira. El paseo, aunque con esfuerzo, se disfruta.
A Pedra y Paradoa
El siguiente paréntesis lo sufrimos en A Pedra, lugar en el que las señales evitan entrar para rodearlo por el norte a través de un camino donde florece la crocosmia, muy bonita por sus tonos naranjas pero por increíble que pueda parecer se trata de una especie invasora traída nada más y nada menos que de Sudáfrica.
Una vez realizado el rodeo de A Pedra salimos al lugar de Paradoa donde somos recibidos por animales domésticos, unos más sociables que otros.
Seguidamente, cruzamos la carretera LC-423 para acoplarnos a la senda que discurre por los campos de A Chanceira, con firmes dispares y estimulantes a base de calzadas de piedra, otros acolchados de yerba y helechos y otros que presentan el cruce de las espinosas zarzas. Todo ello en continuo ascenso.
También hay algún espacio usurpado por el cereal, donde el paso de vehículos rurales y la actividad de siembra y recogida ha humanizado más el camino.
Valle del Rego de Santa Margarida
Cientos de metros más tarde volvemos a cruzar la vía LC-423 para iniciar un descenso entre pinos y eucaliptos para alcanzar uno de esos lugares que desprenden magia en estas experiencias.
Hablamos del Valle de Santa Margarida cuyas primeras estampas ya se empiezan a mostrar entre la vegetación.
Capilla de Santa Margarida de Baneira
La senda desemboca en una explanada en la que se alza la Capilla de Santa Margarida de Baneira y donde también se celebra cada 13 de julio la romería en honor a la Patrona.
El templo es de sencilla factura, con tejado a tres aguas y una espadaña construida en el año 1945, como reza la inscripción de la base.
Detrás del complejo la Vía Céltica deja su rúbrica antecediendo a un cruceiro que presenta un fuste con secciones coloreadas azul pastel. Una tonalidad casi pareja a la que percibimos del cielo que hoy cubre nuestras cabezas.
Fonte de Santa Margarida
No muy lejos, bajando unas escaleras, una fuente monumental encuentra su pequeño rincón para existir. Su estilo es barroco, coronándose con grandes pináculos y una cruz y con un acceso a la fuente por medio de una bóveda de cañón.
Se dice que sus aguas son milagrosas para quitar las verrugas, los pañuelos con los que los creyentes las lavan suelen dejarse ver por los alrededores.
Por el Monte de Barralláns
Sin duda, la ubicación de estos hitos desprende un aura de paz de la que cuesta despedirse, aunque todavía podremos deleitarnos algo más en este valle debido a que lo flanquearemos unos cientos de metros por su vertiente oriental.
Esta pista forestal que discurre por el Monte de Barralláns nos ofrecerá las últimas panorámicas.
Luego nos incorporamos a un camino con torretas de alta tensión para pocos metros más tarde dirigirnos al sur por un sendero que encara las vertientes orientales del cerro Perrol.
Aunque la etapa de hoy finaliza en Castrobó, las circunstancias nos harán pernoctar en Camariñas y ya que estamos allí, no dejaremos escapar algunos caprichos, como la Pizza Camariñana.
Mientras llega ese momento, todavía tenemos que superar el valle que conforma el Rego de Lourido, con su bajada y subida pertinente en un agradecido marco natural.
Lestón, A Serra y Castrobó
Una vez superado este último esfuerzo iniciamos el descenso final hacia nuestro objetivo de hoy, atravesando primero las casas del lugar de Lestón. Las vistas a este valle perteneciente ya al Concello de Coristanco tampoco tienen desperdicio.
El paisaje rural gallego vuelve a sacar pecho en estos últimos compases de la jornada donde pastos y cereal conectan villas entre sí.
En este sentido, tras Lestón le sigue A Serra, y una vez atravesada esta última damos con los campos de la Agra de Castrobó sobre los que asoman los tejados de su localidad homónima, la conclusión de estos kilómetros.
Y para celebrarlo, cumplimos nuestros deseos en Camariñas con la pizza Camariñana en el Restaurante Stella del Mare ¿Se puede pedir más?
¡Hasta la próxima!