6 · A LAMEIRA – SANTIAGO de COMPOSTELA
La corta distancia que nos resta hasta nuestro objetivo nos va a permitir, por un lado, disfrutar con algo más de calma los últimos kilómetros de este camino, y por otro lado, llegar con suficiente tiempo para disfrutar con la tropa peregrina de algunas «obligaciones» que todo peregrino tiene que cumplir.
¡Qué mejor forma de terminar esta aventura!
Ermita de Nuestra Señora de Agualada
El amanecer nos recibe con la silueta de la Ermita de Nuestra Señora de Agualada, un santuario con orígenes románicos del siglo XII. Por lo visto, en el siglo XVI se extrajo un arco de este edificio para utilizarlo en el claustro que se estaba construyendo en la Catedral de Santiago.
También, muy cerca de allí corre un agua con propiedades curativas que antaño se le ofrecía a las personas enfermas y hoy los peregrinos, como nosotros, la toman para quitar las verrugas.
Sinceramente, al no estar muy seguros de si se trataba de la famosa agua, al final no la utilizamos. Nos quedaremos con nuestras verrugas.
Continuamos el recorrido transitando la zona de Vilasuso que más adelante nos introducirá en un tranquilo tramo emboscado.
Desde el trazado se obtiene una buena vista del viaducto del Ave que tendremos que salvar por su parte inferior. Poco a poco, vamos restando distancia al objetivo y nuestro deseo era llegar a Santiago a tiempo para asistir a la Misa del Peregrino.
Mientras tanto, somos conscientes que estos serán los últimos bosques, ríos y parajes que disfrutaremos de este Camino Inglés que tan buen sabor de boca nos ha dejado.
Polígono Industrial de Tambre
Dejamos ya las pistas de tierra para acceder al asfalto que transcurre por las últimas aldeas (O Barral) antes de entrar en la periferia de Santiago, en donde el Polígono Industrial de Tambre se convierte en la parte menos glamorosa de esta etapa. Afortunadamente, el paso por este lugar se hace con relativa rapidez y comodidad.
Las Torres de la Catedral
Salimos del polígono y tras zizaguear por varias calles tomamos la denominada Camiño dos Vilares en cuyo extremo final ya se pueden vislumbrar las torres de la Catedral de Santiago. Todo un subidón de emociones.
Ponte Mantible
Las flechas amarillas nos llevan por el Parque Pablo Iglesias y Blanco Amor, donde se encuentra el Ponte Mantible, que fue en realidad un acueducto mandado a construir por el Arzobispo Xelmírez a finales del siglo XII para abastecer de agua a la cantidad de peregrinos y comerciantes que llegaban cada vez más a Santiago.
Metidos de lleno en la urbe, una escultura de Santiago Peregrino nos abre sus brazos dándonos la bienvenida en la Praza da Paz.
Monasterio de San Martiño Pinario
Encaramos las últimas rúas que nos llevan a las inmediaciones del Monasterio de San Martiño Pinario, un edificio benedictino fundado en el siglo X. En este edificio tuvimos el placer de realizar una Cena de Fin de Año antes de acometer el Camino a Fisterra. Os dejamos el vídeo de este evento:
Rodeamos rodeamos estructura hasta llegar a la Rúa de San Francisco, por donde al fin accederemos a la Plaza del Obradoiro.
Plaza del Obradoiro
El narcótico sonido de las gaitas es señal inequívoca del final de nuestra aventura, una melodía que ha hipnotizado durante años a millones de peregrinos para atraerlos como un imán hacia el corazón de Santiago.
Nosotros nos dejamos también embaucar para disfrutar del éxtasis de cumplir como peregrinos junto al resto de compañeros con los que compartimos algunos momentos del viaje.
Pero todavía no podemos despedirnos del grupo sin compartir con ellos algunas, “entre comillas”, obligaciones, que todo peregrinos tiene que cumplir.
Para empezar, ir a la oficina del peregrino para sacarnos la famosa compostela con las credenciales selladas en las instalaciones antiguas. Las nuevas están en la Rúa das Carretas.
Misa del Peregrino y abrazo al Santo
Después, tras un breve refrigerio donde intercambiamos batallitas del camino nos disponemos a acicalarnos para asistir a la Misa del Peregrino, no sin antes darle el tradicional abrazo al Santo.
El Botafumeiro
En la misa, tuvimos el placer de ver volar el Botafumeiro, un pesado incensario que llega superar los 100 Kg si contamos el incienso y el carbón que se le añade.
El Botafumeiro es una de las ofrendas más simbólicas de la Catedral de Santiago y en la Edad Media se utilizaba para eliminar los malos olores.
Se necesitan ocho hombres o «tiraboleiros» para levantar y trasladar esta pieza de latón, pudiendo llegar a alcanzar los 68 km/h en su desplazamiento.
Tunas y Misticismo
Santiago es espectacular por el día, pero por la noche es mágica. Una noche en la que seguimos disfrutando de júbilo con el grupo, por un lado, con una tuna que bien estaba animando el ambiente en la Plaza del Obradoiro.
Y por otro lado, asistiendo a una antigua y misteriosa tradición gastronómica gallega: la queimada. La queimada es una bebida alcohólica de orígenes posiblemente medievales cuyos ingredientes principales son el aguardiente, el azúcar y el limón, aunque hay también quien le echa granos de café. Durante la preparación se recita un conjuro dirigido a ahuyentar a los malos espíritus y proteger de las maldiciones.
Sin duda, todo un acontecimiento para dar por finalizado nuestro camino con buenas vibraciones.