7 · BOÑAR – LA MAGDALENA
BOÑAR – LA MAGDALENA (54,2 Kms)
Las vegas del río Porma nos dan el pistoletazo de salida dirección al Valle del Curueño, a los pies de Sierras Blancas, donde la mole caliza de Peña Galicia se acerca desde la distancia hasta llegar a Aviados.
Posteriormente, entraremos en las comarcas pertenecientes al territorio de Cuatro Valles donde se encuentra La Robla, localidad en la que el Camino Olvidado confluye con el de San Salvador, y recorreremos distintas depresiones del terreno entre pequeñas poblaciones hasta nuestro destino final, La Magdalena.
¡Hola amig@s!
Lo primero que tenemos que hacer es salir de Boñar, pasando por su Plaza del Negrillón, donde se encuentra la Iglesia de San Pedro, un templo construido en la piedra caliza característica de la zona. Su obra se inició en 1805 aunque no se finalizó hasta 1819 debido a la Invasión Francesa de España. La torre campanario tiene un antiguo reloj del siglo XVII que anuncia su horario por medio de esta figura de maragato que tañe sus campanas.
La Plaza del Negrillón debe su nombre a un viejo olmo del siglo XVI, caído en 2016 y que hoy se recuerda con esta escultura homenaje.
Muy cerca, su fuente “El Caño” destaca por su alta pilastra central decorada.
Para abandonar Boñar debemos tomar la calle El Soto para ir en busca del río Porma. Por aquí, topamos con una fuente (Fuente El Soto) datada en 1868 que seguro ha saciado a miles de peregrinos durante sus años de existencia.
El Pico Cueto asoma amenazante con su solitaria caseta de vigilancia en la cumbre. Nos conformaremos con verlo desde esta distancia ya que el camino virará al suroeste en cuanto crucemos el Porma por el Puente del Soto.
Un panel informativo nos anuncia que vamos a seguir parte del Sendero Cascada del Reguero de Foces aunque las señales evitarán después antes de llegar a los saltos de agua.
En principio, comenzamos flanqueando el Porma unos 700 metros entre chopos, fresnos, abedules y alisos. Después, la senda se aleja del caudal desembocando en una parcela un tanto comprometida. La salvamos con cuidado para introducirnos posteriormente en el Barrio de las Ollas.
Atravesamos este pequeño núcleo de casas en un ascenso que requiere su dosis de esfuerzo. La Iglesia de San Juan Bautista sirve de excusa para tomar aire y ya de paso como sujeto arquitectónico para ser examinado. El templo se construyó en el siglo XVII y dispone de una proporcional espadaña con remate piramidal y una modesta entrada porticada en su cara meridional. Un buen lugar con vistas al Valle de Boñar y las cumbres de la Sierra de la Fuentina.
Debemos continuar.
Trescientos metros más de ascenso que descansan momentáneamente en el lugar de Prado Barrio. Cerrando el horizonte al oeste vemos las cumbres del monte coronado por la Peña del Rollo.
El perfil es quebradizo, con pequeñas bajadas y subidas que se suceden de manera intermitente. De las últimas hay algunas que se hacen notar.
Superado este escollo descendemos a un paso a nivel superior con forma de puente romano que salva la línea de ferrocarril León – Bilbao.
Por favor, cruzad el puente y no haced como nosotros, que interpretamos mal las señales y seguimos por el margen derecho de las vías para luego tener que cruzarlas a pelo, con el peligro que eso conlleva.
Pasamos las vías, nos incorporamos a la carretera CL-626 y para evitar el asfalto, conectamos escasos metros después con una pista de tierra paralela.
Por aquí transitaremos aproximadamente un kilómetro en sentido ascendente hasta dar de nuevo con la CL-626 que nos presenta ahora el paisaje de las Sierras Blancas, donde no pasa desapercibida la impresionante mole caliza de la Peña Galicia, que alcanza los 1.666 metros de altura.
Un paso a nivel superior nos permite salvar la línea de ferrocarril e incorporarnos a una carretera local dirección a Ranedo de Curueño.
Otras peñas como la Morquera o la Pinguera aderezan el horizonte mientras vamos introduciéndonos en el Valle de Curueño, en el municipio de Valdepiélago.
Una esfinge egipcia, una ballena, un barco… la peña Galicia deja volar nuestra imaginación en esta tranquila pista que pronto abandonaremos para tomar otra rumbo a Otero de Curueño.
Lo más destacado de esta población es el Palacio de los Álvarez-Acevedo, construido en el siglo XVI en estilo renacentista y que conserva un torreón, hoy reconstruido, de un castillo anterior – quizá del siglo XV. Destacan en su fachada varios escudos heráldicos de la familia perteneciente ya a la Real Encartación de Curueño, donde sus miembros fueron ya considerados como nobles al pasar el territorio a los dominios de la realeza.
Salimos de Otero tomando un carril de tierra que navegará unos 800 metros por las vegas del valle formado por el río Curueño.
Verdes prados dan paso a nuevas panorámicas que otean ahora la cumbre de la Peña Valdorria, de 1926 metros de altura. Un buen lugar para capturar magníficas instantáneas.
Volvemos a saludar a la CL-626 por la que cruzaremos el río y accederemos a la localidad de La Vecilla de Curueño. Entre sus edificios destacamos por un lado la Iglesia de la Asunción del siglo XVIII.
En el interior de su entrada porticada llama la atención una cruz con extremos esféricos situada en lo alto de un pilar, su obra es de mampostería y sillería. Por otro lado, encontramos el Torreón de los Luna, cuyos orígenes de construcción datan del siglo XII aunque en el año 2000 fue restaurado.
Salimos de la urbe por la carretera LE-321 aunque rápidamente un nuevo desvío nos hace tomar un carril de tierra paralelo al Arroyo de Aviados. Remontaremos el valle que recorre este caudal durante 4 kilómetros y medio entre agradables senderos y con la estampa de la Peña Galicia siempre presente al norte. Algunas pendientes se hacen notar y en otras se dejan querer, donde echamos el resto motivados también por el espectacular enclave.
No hay duda de que este lugar es idílico para la práctica del senderismo y la bicicleta de montaña. En la siguiente localidad, Campohermoso, lo confirmamos coincidiendo con varios grupos de aficionados.
Campohermoso supone una breve tregua en el ascenso, aunque a su salida hay que reanudarlo y ciertos individuos están dispuestos a no entorpecer nuestra marcha.
Como dato de interés, tenemos que decir que esta comarca es famosa por la cría de gallos cuya pluma es famosa por su calidad a la hora de la confección las moscas o cebos de pesca.
Y como cebos para acaparar nuestra atención en la localidad de Aviados, encontramos por un lado los restos de su Castillo, prácticamente desaparecido. Fue construido en el siglo XI y posteriormente destruido por el rey Carlos I en el siglo XVI. Desde esta posición también advertimos la espadaña del otro hito, la Iglesia de San Miguel Arcángel, construida en el siglo XVIII en estilo barroco.
En Aviados finaliza este ascenso que nos ha acercado todavía más a la Peña Galicia y al primitivo entorno calizo que la envuelve. La echaremos de menos ya que ahora tendremos que afrontar un descenso que nos irá alejando poco a poco de ella.
Descendemos por las estribaciones de las Sierras Blancas hasta alcanzar los trazados que vienen siendo habituales en la etapa. Por un lado la línea de ferrocarril La Robla – Bilbao, y posteriormente la carretera CL-626, por la que circularemos durante unos tres kilómetros hasta la villa de La Valcueva.
El dibujo de la arteria principal de la urbe se ve interrumpido por la pequeña Ermita de San Antonio, de restauración reciente y levantada en piedra de mampostería. Pasamos sin detenernos para continuar por una pista vecinal paralela a la 626 y que nos conducirá 500 metros después a Palazuelo.
Esta localidad nos recibe con su Iglesia de San Martín que ha sufrido bastantes reformas como se aprecia en algunos muros de su nave.
La espadaña parece mantener su antiguo aspecto, al igual que la mayoría del conjunto compuesto por su atrio porticado. En su muro se aprecia una lápida sepulcral del linaje de los Baca Bazán, del siglo XVII. En la estructura del templo también se adivinan dos relojes de sol, uno semicircular mal orientado y otro cuadrado datado en el año 1739.
Saliendo de Palazuelo las señales regresan a la CL-626 para rodarla hasta Robles de la Valcueva. El templo que aquí se alza rinde igualmente devoción a San Martín y también ha sufrido una reciente restauración desnudando de cal su factura de piedra.
Reanudamos la marcha flanqueando de inicio el Arroyo de los Molinos, unos de los afluentes de un río Torío que da nombre al valle cuyas vegas ahora atravesamos.
En este enclave, a pocos metros de la orilla del río se planta la Ermita de Santa María de Boinas. Aunque hay documentos que ya la citan en el siglo XV sus orígenes de construcción probablemente sean románicos. Sin embargo, el templo actual es una reconstrucción ya que sufrió un incendio durante la Guerra Civil Española que calcinó un valioso retablo barroco y lo más importante, la talla de la Virgen de Boinas. Este hecho no ha impedido que los vecinos celebren cada 15 de agosto la romería en honor a su patrona.
Si nos asomamos al interior vemos cómo la recuerdan con una modesta imagen pintada en madera.
Uno de los misterios de este templo lo encontramos en su atrio porticado, en el dintel de la entrada, al lado de su esquina inferior derecha. Se trata de la figura de una mujer de estilo difícil de catalogar y que porta una serie de objetos también complicados de descifrar. Toda una incógnita que nos mantiene fascinados al reanudar la marcha.
Las indicaciones nos aproximan al Río Torío, famoso por la calidad de sus truchas, y que salvaremos por un puente de la carretera CL-626.
Desde el puente iniciamos un ascenso de casi 2 kilómetros sumidos en asfalto hasta la localidad de Robledo de Fenar.
Atravesamos la localidad por una de sus calles hasta dar con su Iglesia de El Salvador, situada a las afueras. De este templo también restaurado, nos llama la atención el remate plano de su espadaña, contrario al piramidal del que solemos estar más acostumbrados.
Otro empuje hacia arriba nos introduce en las casas de Solana de Fenar, pero pronto tendemos a descender saliendo rápidamente de la población.
Un nuevo entorno se abre a continuación. Se trata del Valle de Fenar, por el que discurre su Arroyo homónimo que navegará paralelo a nosotros.
Echamos la vista atrás y comprobamos cómo las cumbres de Sierras Blancas todavía nos regalan su presencia. Una majestuosa escolta que sin duda nos recarga de energías.
El perfil vuelve a ascender, aunque no de manera rigurosa, permitiéndonos un tránsito llevadero hasta las casas colindantes de la localidad de Candanedo de Fenar. No llegaremos a profundizar en la urbe, ya que las señales nos desvían rápidamente por otra pista de tierra dejando los tejados a nuestra derecha.
Valga la redundancia, las cosas van sobre ruedas en esta etapa, las bicicletas que nos proporcionaron los amigos de Bicigrino están respondiendo a las mil maravilla.
Las vías de ferrocarril reaparecen y compartimos junto a ellas un kilómetro antes de rebasarlas otra vez. Mientras tanto, el paisaje trasero se amplía con la ganancia de altura cediéndonos nuevas perspectivas.
Una vez cruzado el ferrocarril disfrutaremos de un tendido descenso hasta La Robla. Por esta vía agrícola nos alegra coincidir con otros compañeros ciclistas. Estos al conocer la zona nos hablan del bonito trazado que todavía nos resta por recorrer en este Camino Olvidado. Esta pista también evita la carretera, aunque por ello no cruzaremos las poblaciones de Rabanal de Fenar y Brugos de Fenar.
Los primeros indicios de la proximidad de la Robla los presenciamos con su Fábrica de cementos. Después las indicaciones nos colocarán en el asfalto que va directo a la localidad, aunque antes de entrar en ella debemos salvar la infraestructura ferroviaria por medio de un paso a nivel superior.
La Robla también suele ser el final de la primera etapa del Camino de San Salvador, un precioso itinerario que tomaban los peregrinos para ir a visitar la Catedral de Oviedo para venerar sus reliquias. En el siguiente vídeo podéis ver el resumen de este camino.
Nos dirigimos al Albergue de Peregrinos para intentar sellar la credencial aunque no tenemos mucha fortuna.
Parece que todos están disfrutando de las Fiestas de Celada que celebra la localidad: charanga, pasacalles, arte urbano, conciertos y nosotros lo gozamos acompañados de una suculenta pizza a base de cecina y variedad de quesos.
Salimos de La Robla por un paso a nivel inferior que salva otra línea de ferrocarril y nos coloca en la cercana villa de Llanos de Alba. Agradecemos esta puesta en marcha con un perfil distendido aunque no nos engañemos, pronto seremos sorprendidos por una pista de tierra ascendente. Pero a estas alturas no vamos a permitir que una exigente subida de unos 500 metros nos corte la digestión. Así que a tomárselo con calma.
Superado este escollo descendemos divisando a lo lejos los tejados de la siguiente población Sorribos de Alba. Aquí lograremos combatir momentaneamente otra de las dificultades que se nos presenta: el calor.
En estas circunstancias se crea un vínculo muy especial con estos aparatos.
Reanudamos la marcha avanzando por la urbe y teniendo presente que vamos a afrontar unos 6 kilómetros de ascenso que nos harán pasar de los 1000 a 1200 metros de altitud.
En general no es una ascensión rigurosa, la mayor parte por asfalto, aunque hay alguna sorpresa que otra.
La próxima localidad a visitar es Olleros de Alba cuya entrada la afrontamos por la carretera C-623. Está ubicada en un bonito entorno bañado por las aguas del Arroyo de San Martín y protegida por las Peñas de Fontañón.
Un buen lugar para plantar su Ermita de Entresierra, edificio construido en el siglo XVII en estilo barroco.
Avanzamos por la Calle Real buscando conectar de nuevo con la C-623, pero para alcanzarla las señales nos sorprenden con este pequeño obstáculo.
Y por supuesto, el ascenso continúa después.
El calor no ayuda mucho en el esfuerzo, por eso es importante realizar pausas y aprovechar las vistas que obtenemos con la ganancia de altura. Desde aquí podemos divisar la fábrica de cemento de La Robla.
Y cuando por fin coronamos el ascenso, la estampa de la comarca de la Montaña de Luna nos abre sus puertas.
No subiremos a estas cumbres si no que las flanquearemos descendiendo por las vegas del valle formado por el Río Torre. El primer pueblo que sale a nuestro paso es Carrocera, que es capital del municipio homónimo. Entre sus edificios se descubre la Iglesia de San Pedro, un templo de una sola nave con un arco triunfal de medio punto en su interior que da acceso a la cabecera en la que se encuentra el Apóstol. Este porta en su mano derecha las llaves que dan acceso al Reino de los Cielos.
Abandonamos la población cruzando el Río Torre e incorporándonos a un carril de tierra que sigue franqueando sus vegas dedicadas principalmente a la agricultura. El perfil sigue siendo descendente, así que avanzamos con rapidez.
La senda desemboca en las calles de Otero de las Dueñas donde llama la atención la Iglesia de Santa María Magdalena cuya construcción se llevó a cabo a inicios del siglo XX aunque su torre se elevó aún más en los años 60. La Iglesia que tiene planta de cruz latina dispone, en la base meridional de la torre, de una placa sobre piedra conmemorando la épica victoria contra los franceses en una batalla que aquí tuvo lugar en la Guerra de la Independencia, hace más de 200 años.
El último kilómetro lo realizamos por asfalto hasta nuestro destino de hoy, La Magdalena, lugar en el que pernoctaremos en un decente hostal de carretera en vísperas de afrontar las interesantes etapas que todavía nos restan de este Camino Olvidado.
Hasta la próxima!