Río HIGUERÓN-Acequia de LÍZAR
Hoy os presentamos una variopinta ruta por el Parque Natural Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. Concretamente nos trasladamos a bonita localidad de Frigiliana para incorporarnos al sendero del Río Higuerón.
Este trazado remonta el río hacia el norte por el propio cauce, lo que significa que tendremos que refrescarnos los pies en multitud de ocasiones.
Avanzaremos por un paisaje encajonado por las angosturas existentes entre distintos cerros y lomas de la sierra que ya en la época de dominación musulmana, los árabes supieron aprovechar para abastecerse de agua por medio de las acequias.
Culminaremos la primera parte de la jornada en los Cahorros altos del Higuerón, una serie de saltos de agua y pequeñas cascadas que harán todavía más espectacular este sendero.
El viaje de vuelta lo realizamos por la Acequia de Lízar, un canal de agua que asoma con vértigo por las vertientes de la sierra. Tendremos que extremar las precauciones, ya que es un tránsito que entraña riesgos evidentes al no disponer de acondicionamiento en varios kilómetros.
✖ Abstenerse gente con problemas de vértigo 😰
A pesar de ello, hacer el regreso por aquí es espectacular puesto que se disfruta de toda la sierra que quedaba oculta cuando íbamos por el río.
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Frigiliana
Hola amig@s!
Nos encontramos en Frigiliana, uno de los pueblos más encantadores de la provincia de Málaga. Entre su amplia oferta turística encontramos un gran número de senderos que nos permiten descubrir parte del Parque Natural de las Sierras de Almijara, Tejeda y Alhama y hoy queremos mostraros uno de ellos.
La ruta se inicia en la parte baja del pueblo, tomando la calle conocida como Camino Boticario. Mientras descendemos, vamos tomando conciencia del recorrido que nos espera, donde tendremos que dejarnos atrapar por las paredes de un cañón. Un terreno en el que cobran protagonismo las acequias, antiguos sistemas de regadío que se delatan trazando líneas divisorias en las vertientes mientras transportan el agua.
Nosotros recorreremos una de ellas, aunque la dejaremos para el viaje de vuelta de esta ruta.
El Río Higuerón
Ahora nos concentramos en seguir el Río Higuerón dirección norte, que nada más alcanzarlo nos presenta sus credenciales: un continuo caudal sobre superficie pedregosa en la que habrá que ser habilidosos en más de una ocasión.
En principio evitamos mojarnos los pies, las horas frías de la mañana, donde el sol apenas puede asomarse entre las paredes de la garganta, hacen que la temperatura del agua todavía no resulte agradable.
Cascada de Lízar
Precisamente el sol hace acto de presencia en un buen momento, justo cuando nos acercamos a la Cascada de Lízar, haciendo que ésta luzca esplendorosa.
La caída de agua se precipita directamente desde la acequia de Lízar que cabalga por el monte bastantes metros por encima de nuestras cabezas. El agua vertida llega a caer sobre otra acequia aprovechando de esta forma que se desperdicie lo menos posible este recurso tan valioso de la naturaleza.
El agua que traían y que traen todavía estas acequias se suelen almacenar en albercas o pozos para su posterior suministro en agricultura o para el consumo humano.
Pozo Batán
Justo unos 300 metros después encontramos uno de estos pozos, el de Batán, construido originariamente por los árabes.
Todas estas infraestructuras traídas a la península entre los siglos VIII y X después de Cristo, fueron creadas para aprovechar el agua de las lluvias, manantiales y arroyos de esta sierra.
Estad atentos a ciertas bifurcaciones, no debemos dejar nunca el curso del río.
La geología del lugar está cargado de alicientes, como algunas cavidades provocadas por la erosión, o la superposición de capas de relieves y elevaciones que se van descubriendo conforme avanzamos.
Vamos a tener una buena dosis de pies mojados, así que se agradecen los tramos en los que el río nos da un respiro. A nuestra izquierda se encuentra la que suministra al Pozo Batán, imperceptible al quedar oculta por la vegetación. Solo la tendremos a la vista en su inicio, mediante una hilera de hormigón que sale obligatoriamente a beber del río.
Un río co numerosos alicientes
A partir de aquí el Higuerón amplía su oferta de juegos para mantenernos super entretenidos. Improvisados puentes a base de maderas y piedras ponen a prueba nuestras destrezas para vadear un cauce que serpentea sin tapujos bajo nuestros pies. Y cuando queremos evitarlo por tramos secos, son otros los elementos los que hacen este recorrido estimulante.
El pino carrasco jalona los márgenes del río, y junto a él, una variada gama vegetal compuesta por juncos, zarzas, adelfas, rosales, carrizos, brezos o torviscos, este último añadiendo con sus bayas otras tonalidades al entorno.
Aunque el agua nos da pequeñas treguas es inevitable volver a toparnos con ella, aunque en este intervalo es medianamente sencillo elegir el mejor acceso para sortearlo. Además, parece que aquí el caudal corre con menos brío, la pendiente es poco pronunciada y el río no tiene apenas profundidad.
Evitar el agua no siempre es la mejor opción, ya que la vegetación puede meternos en una encerrona debido a la espesura. Con todo salimos airosos para continuar.
Al final, llega un momento en el que ya no nos importa pisar el cauce, siempre y cuando no entrañe riesgos. Además hay ocasiones en las que agradecemos que sea imposible desprenderse de él, pues avanzar es vivificante, como ir por esta alfombra mojada que brinca alegre en sentido contrario a nuestro pasos.
La naturaleza ha sido aquí benévola, diseñando esta maravillosa ruta para que el ser humano pueda disfrutarla. Eso sí, siempre respetando el medio ambiente.
Progresamos unas veces escogiendo el trazado que dicta el Higuerón, otras por las bifurcaciones que utiliza para descongestionarse cuando hay crecidas. Cualquiera de ellas es válida aunque bien es cierto que por los ramales secos se avanza con mayor presteza.
Encajonados entre el Cerro de los Monederos y la Sierra de Enmedio
El río que discurre ahora entre las Lomas que descienden del Cerro de los Monederos y las de la Sierra de Enmedio pronto pasará a un espacio más abierto, donde la orografía parece ir descorriendo los perfiles para mostrarnos algunas de las cotas más emblemáticas de este entorno, como los Cerros Lucero y Venta de los Panaderos.
Entre la temperatura del sol y lo que refleja el pedregal blanco calizo no es mala idea echarse una buena protección solar, ya que el sol aprieta Agua para refrescarnos, nos sobra.
Y no os dejéis engañar por el manso aspecto que ahora presenta el río y el terreno, esto es solo un pequeño paréntesis para afrontar lo que nos resta de ascenso. Mientras tanto, disfrutad de las vistas que dan al Cerro Cisne y al Puerto de los Umbrales.
Por aquí también inicia su andadura la Acequia de Lízar, que conoceremos a la vuelta.
Aunque apriete el sol el tramo se hace muy entretenido por la variopinta amalgama de cumbres y sierras que nos rodean, y por aquellas otras que se asoman con timidez en la lejanía cuando se descubren con el serpenteo del trazado. También podremos divisar el Cerro de los Civiles, el Collado de los Bojes y el Cerro Pichirri. Bajo este último cerro finalizaremos la primera parte de la jornada.
El perfil se vuelve más abrupto
De forma progresiva vamos notando cómo la orografía vuelve a encajonarnos y el perfil y el firme se vuelve más quebrado y vertical. Esta es la parte más exigente del trazado, donde el río tiene que ir salvando el terreno mediante pequeños saltos de agua.
El sitio es fascinante pero requerirá de toda nuestra concentración para superar esos escalones de piedra húmeda que se nos pongan por delante. Atento a los resbalones y a los lugares en los que colocamos los pies, a veces quedan atrapados entre las piedras. Los tobillos también pueden sufrir algún susto.
Las telas de araña se interponen en el trazado, síntoma de que el lugar no había sido muy transitado en el momento de nuestra visita. Pese a lo comprometido de algunos puntos, nos sentimos como niños en un parque de atracciones. Ese toque de dificultad genera una adrenalina muy estimulante.
Además, el trazado cada vez se vuelve más impactante creando literalmente un pasillo natural entre la roca creando sensaciones a caballo entre la incertidumbre y el misterio.
Y cuando no es la roca lo que nos cierra, lo hace la vegetación. Después nuevos saltos pondrán a prueba nuestra destreza, pero quién dijo miedo.
Desembocadura del Barranco del Perro
Al a la altura de la desembocadura del Barranco del Perro en el Río Higuerón el trazado se abre un poco más al cielo y el caudal baja algo más tendido. Por aquí se deja ver de nuevo la cumbre del Cerro Cisne.
Tras este tramo en el que es posible liberar un poco la tensión del esfuerzo, las elevaciones verticales del Cerro Pichirri y Puerto de los Umbrales nos encierran de nuevo en un paisaje accidentado. Así que la diversión regresa. Cuidado con las tonalidades marrones de la piedra, eso es síntoma de superficie resbaladiza.
Por cierto, un calzado ideal para realizar esta ruta son unas zapatillas de trekking que tengan un buen agarre. Los hay que lo hacen con chanclas aunque con ese calzado pueden colarse piedrecillas en los pies o sufrir alguna rozadura.
Cahorros Altos del Río Higuerón
Hay saltos que no nos generan confianza, así que intentamos sortearlos por la maleza o la roca.
Los muros que nos encierran cada vez son más altos, y las caídas de agua se van presentando más escarpadas. Estos son los Cahorros Altos del Río Higuerón señal de que nos encontramos bajo los dominios del Cerro Pichirri.
Muy pronto llegaremos a una cascada de mayor envergadura a la que no parece sencillo trepar. Aquí el recorrido parece ponerse más serio y no queremos darnos la vuelta sin antes ver qué hay al otro lado.
Con mi ayuda Sandra consigue trepar a lo alto y con ello captar espectaculares imágenes de esta angostura que le llevan a otra cascada. Y más allá continúa la aventura, pero como no lo vemos muy claro a la hora de superar estas dificultades y se nos hace tarde, decidimos darnos la vuelta.
Reponemos fuerzas con un buen bocadillo de jamón y a por la segunda parte de la jornada, que tampoco se queda atrás en espectacularidad.
La Acequia de Lízar
Transitar la Acequia de Lízar desde sus inicios tiene su miga. De hecho, no lo teníamos muy claro porque nada te libra del vértigo y del 🚧riesgo patente que hay en sus 6 kilómetros de recorrido.
Ya de entrada, la roca del desfiladero hace que te lo pienses empujándote al vacío, pero lejos de rendirnos hay opciones de pasar arrastrándonos primero por la acequia y segundo de apretarnos como buenamente podemos contra la piedra.
Vamos, como todo sea así esto va a ser un sinvivir.
Por fortuna estos obstáculos solo se dan al principio aunque después debemos mantener obligatoriamente la concentración para avanzar por el muro de la acequia, que asoma con vértigo hacia la caída al río.
Y cuando no nos sentimos seguros preferimos ir por el caudal, aunque avanzar por aquí es más lento.
El camino por aquí es más largo que por el río, ya que la acequia va perfilando el dibujo de las vertientes que caen al valle del Higuerón. Afortunadamente hay algunos arcenes de tierra que nos libran de ceñir las pisadas a los muros de hormigón y quitan un poco de peligro.
Una cosa está clara, desde aquí podemos divisar perfectamente todas las cumbres de las sierras que permanecían ocultas cuando íbamos por el río. Las vistas son espectaculares.
En ocasiones volvemos a empaparnos con el agua del canal para sofocar el calor, aunque hay tramos en los que se hace inevitable ir por dentro de la acequia, ya que los muros se estrechan, desaparecen los arcenes e incluso se tiene que salvar el paso por un barranco a modo de puente.
Tramo espectacular pero peligroso
Prestad atención también al estado de los muros y arcenes, hay muchos deteriorados que es mejor evitarlos por el riesgo a desprendimientos.
Desde aquí observamos perfectamente el recorrido a media altura de la acequia por la vertiente este de las Lomas de El Fuerte y del Pedregal. Y abajo ganamos distancia con el río.
Las crestas de la Sierra de Enmedio tratan de distraernos, y las del Cerro Cisne y Cerro Lucero igual, pero estamos concienciados en medir bien los pasos para disfrutar con cierta seguridad. Ya que estamos metidos en este fregado, aprovechamos las pausas necesarias para deleitarnos con el entorno.
Hay algunos salientes más espectaculares que otros, pero está claro que cada metro de esta acequia no defrauda. Y la caída hacia el río cada vez impresiona más.
Menuda infraestructura montaron aquí para llevar el agua. En esta ocasión pasa por debajo de la roca, aunque nosotros la tendremos que rodear para incorporarnos después al cauce. Ir por encima del muro aquí no procede, el panorama cada vez se pone más peligroso.
Tramo con balaustrada de cable de acero
En este sentido agradecemos que metros más tarde se comience a instalar una balaustrada de metal con cables de acero, ganando el tramo un extra de seguridad. Con todo esta ruta está pendiente de finalizar su acondicionamiento, por lo que no es aconsejable su tránsito si se sufre de vértigo y no se sabe ir con cuidado.
Avanzando un poco más por aquí, podemos dar una última visual a las elevaciones de la Sierra de Almijara que nos han acompañado en esta jornada. Poco a poco, la acequia de Lízar nos va sacando de este intrincado valle para mostrarnos el Meditarraneo.
También ahora, que vamos rodeando el Monte Ariza, comenzamos a ver otra de las cumbres características de estos montes, el Almendrón. Y escasos metros después ya divisamos Frigiliana.
Tramo con balaustrada de cable de acero
A continuación, un intervalo de plataformas metálicas se superpone a la acequia, que corre bajo nuestros pies.
Esto nos permite despreocuparnos del firme por unos momentos para disfrutar de las vistas…Pero estas pasarelas no durarán mucho, y tampoco la balaustrada, que en breve se sustituirán por un cable que a veces no cumple con comodidad su función.
Pozo de Lízar
Casi mejor ir por dentro del canal. Ahora, se suma al camino una tubería que ya no nos abandonará hasta el final de la acequia, en el Pozo de Lízar. Aquí observamos el complejo de la toma de agua de la acequia, que por cierto, nos resulta algo enrevesado salir de él.
Lo logramos salvando una valla que por fin nos coloca en el pozo, superando con ello el comprometido tramo de esta acequia.
Muy cerca, hay un estupendo mirador con vistas a las cimas de esta franja suroriental de las Sierras de Tejeda y Almijara.
Castillo de Lízar
Este balcón se ubica en los antiguos dominios del Castillo de Lízar, el cual ocupaba el Cerro de la Sabina que estamos afrontando ahora. Del edificio apenas quedan restos esparcidos de la muralla, ya que fue mandado a destruir en 1569 para evitar que los moriscos volviesen a ocupar este lugar.
Desde lo alto del cerro hay vistas espectaculares a Frigiliana y Nerja, allí en la costa. También volvemos a mirar al cañón del Higuerón, donde se deja ver el Pozo de Batán, que flanqueamos en la mañana.
Descendemos y obtenemos otras apasionantes vistas del trazado que hemos realizado esta jornada.
Descenso a Frigiliana
Finalmente, nos introducimos en la población de Frigiliana por una calzada empedrada entre bonitas zonas ajardinadas aderezadas con piezas de arte contemporáneo.
Este tramo no tiene desperdicio ya que podremos admirar de un vistazo general el por qué a este pueblo se le considera uno de los más bonitos de España. Aunque para saborearlo bien lo mejor es recorrer sus calles de marcada herencia morisca. Pero eso lo dejaremos para otro momento, ahora a descansar.
Hasta la próxima.