
4 · MATA de HOZ – CERVERA de PISUERGA
MATA de HOZ – CERVERA de PISUERGA (53 Kms)
La preciosa comarca de Valle de Valdeolea nos despide de Cantabría entre restos neóliticos, puentes medievales y templos de orígenes románicos.
Castilla y León nos recibe con vistas a la Montaña Palentina a la que iremos aproximándonos mientras atravesamos villas históricas como Aguilar de Campoo y seguimos el curso del Río Pisuerga.
Hola amigos!
El ajetreado final de etapa de ayer nos brindó la oportunidad de dormir en una antigua casona, quizá perteneciente al linaje de la familia de los Cossío, al menos su escudo de armas se deja ver en esta dovela.

Además, a varios metros de distancia se halla una pieza románica de alto valor, como es la Iglesia de San Juan Bautista, románica, de una sola nave y con ábside semicircular. Hay algunos capiteles y canecillos ornamentados en su exterior con formas de aves y felinos.
La iglesia, construida en el siglo XII sufrió reformas y algunos añadidos posteriores que hicieron que la entrada sur quedase cobijada en un espacio interior bajo una cubierta de madera. Esta entrada tiene ya su arco apuntado, claro síntoma del estilo gótico que lo combina con otros románicos como el ajedrezado de algunas arquivoltas.
Al asomarnos al interior descubrimos su bóveda de cañón, un pequeño coro y una antigua pila bautismal. El arco triunfal de medio punto descansa en capiteles ornamentados con distintas escenas. En la planta encontramos lápidas talladas con el mismo escudo de los Cossío visto en la casona.
Pero sin duda, lo que resalta en este templo son las pinturas murales del ábside que relatan sucesos de la llegada al mundo Jesucristo, como la anunciación a María o la visita de ésta a su prima Isabel. Estos frescos creados en el siglo XV se le atribuyen a un desconocido “Maestro de San Felices”, llamado así al encontrarse pinturas de igual factura en la Iglesia de San Felices de Castillería.
Nosotros sí que estamos felices: gracias a nuestro hospedero, Gonzalo, hemos podido conocer el interior de esta Iglesia.
Nos despedimos de él y de este fantástico lugar para reanudar la marcha tomando la Carretera local dirección a Espinosa, barrio que salvaremos tras cruzar el Río Camesa, con el permiso de estas señoras, por supuesto.
Bellas praderías salpicadas de animales en libertad nos esperan en este precioso tramo de la comarca de Valle de Valdeolea, donde es inevitable dejarse atrapar por las embaucadoras escenas que reparte.
Al fondo dejamos las últimas estribaciones de la Sierra de Hijar, que resguarda por el Norte a este apacible enclave.
Un entorno que también cobija varios monumentos funerarios o conmemorativos procedentes del Neolítico, como son los Menhires. El Menhir de Peñahincada (ver vídeo de la etapa) mide más de tres metros de altitud y se le conoce también con el nombre de “Piedra de Sansón”.
La presencia de estos monolitos puede deberse a la ocupación de este valle por parte de los primeros asentamientos de agricultores y ganaderos, alrededor de los 4 ó 5.000 años antes de Cristo. Otra de las interpretaciones de estos monumentos podía consistir en la de marcar un territorio.
En la siguiente aldea, Reinosilla, los Cossío vuelven a dejar su huella con esta torre levantada en el siglo XVII (Torre de los Cossío). Y por si hubiera alguna duda de la pertenencia, aquí plantan su sello.
No muy lejos de allí, tomando la vía CA-284 llegamos a Casasola en la que hay que desviarse unos metros si se quiere visitar su antiguo puente (Puente de Casasola). La estructura es casi imperceptible desde el camino, por lo que es mejor descender para apreciarlo.
Aunque al principio se consideró de factura romana, los estudios posteriores lo datan entre el siglo XVI y XVIII. El puente que salva las aguas del río Camesa, se levantó en sillería y dispone de cinco arcos de medio punto.
Reanudamos la marcha incorporándonos a la vía CA-834, en la que si prestamos atención podremos divisar nuevos hitos megalíticos como el Menhir de La Puentecilla, de 2 metros 35 centímetros de altura; y el de La Llaneda, más alto, con 3 metros y 78 centímetros.
Ambos están muy próximos de la siguiente población que ladearemos, Las Quintanillas, de cuyos tejados resalta por un lado, el Palacio de los Marqueses de Carriaga, construido en el siglo XVII y que porta un escudo de grandes dimensiones. Por otro lado, la Iglesia barroca de San Vicente, construida entre los siglos XVII y XVIII.
Progresamos por el asfalto hasta alcanzar el siguiente pueblo, La Quintana, que contiene una pequeña Ermita del siglo XVI (Ermita de San Blas).
Continuamos surcando el valle bañado por el Río Camesa, al que se le une también el Arroyo de las Quintanillas, este último tomando el nombre del concejo por el que discurre.
El trazado nos conduce a Las Henestrosas, donde se encuentra el Palacio de la Corralada, construido en el siglo XVIII y que comprende varios edificios, como la Capilla de Santa Ana en la que observamos una pequeña espadaña y una hornacina con una imagen que parece asustarse del ostentoso escudo del linaje Calderón de la Barca que hay a su izquierda.
Dejamos el asfalto para incorporarnos a un carril de tierra en el que es fácil adivinar la figura del siguiente templo a examinar.

Y es que la Iglesia de Santa María la Real se planta en un pequeño altozano desde el que goza de vistas privilegiadas a las vegas del valle.

El templo se construyó entre el siglo XII y XIII con trazas románicas y góticas aunque en el siglo XVI sufrió reformas, como la incorporación de la torre. De su ábside semicircular nos llama la atención el arco lobulado de su ventana y una de las columnas sobre las que se apoya, que es helicoidal.
Capiteles y canecillos manifiestan iconografía diversa: figuras humana, animales, vegetales…
Motivos vegetales encontramos en los capiteles donde descansan las cuatro arquivoltas apuntadas de la portada sur.
Por último, decir que este templo fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 1982.
Relanzamos las pedaladas dirigiéndonos ahora al suroeste, cruzando la aldea de Bercedo por un cómodo perfil paralelo al curso del Río Camesa. No obstante, el caudal cambiará de dirección en cuanto nos acerquemos a Cuena, última población de la Comunidad Cántabra que transitaremos.
Su Iglesia de Santa María, plantada en un alto hace de buena anfitriona. Tiene orígenes mozárabes, pero la que vemos hoy día es del siglo XIII, aunque con reformas del siglo XVI como la torre que parte de la antigua espadaña.

Para pasar de Cantabria a Castilla y León hay que superar un corto repecho de apenas un kilómetro. Después el perfil se estabiliza para prepararnos ante un agradecido descenso que nos presenta al oeste, en el horizonte, las cumbres de la Sierra de la Peña, en la montaña Palentina.

Pero antes de dirigirnos hacia allí debemos descender algo más al sur, momento en el que damos caza a los peregrinos con los que coincidimos en la casona de Mata de Hoz. Buen Camino para ellos!
La pista nos da acceso a la enorme depresión que atraviesa el Río Rubagón cruzando localidades como Nestar, a la que no llegaremos a entrar y dejándonos joyas romanas como el Puente Perdiz.
Un paso que todavía conserva cinco ojos y más de treinta metros de su construcción original, probablemente levantado en el año I antes de Cristo. Como bien menciona este centro de interpretación situado a varios metros, el puente pertenecía a la antigua calzada romana que unía Pisoraca (actual Herrera de Pisuerga) con Portus Blendium (actual Suances).
Acompañamos al Rubagón unos 600 metros dirección sureste hasta la próxima intersección, en la que tendremos que girar a la derecha. Aquí el cereal parece dominar casi toda la extensión de terreno que no implique una elevación más exigente del perfil. Primero lo atravesamos por un carril de tierra para luego hacerlo por la carretera PP-2201.

No hay que ser muy avispado para darse cuenta de cómo ciertos peñascos asoman de las cimas de varios cerros que nos rodean. La forma y el tamaño los delatan fácilmente. Son afloramientos de roca caliza característicos de esta zona que quizá eran más frecuentes hace miles de años, pero que el tiempo y las inclemencias meteorológicas los han ido desgastando.
Grijera, la pequeña urbe que atravesamos a continuación también presenta estos elementos a simple vista entre sus calles .
Pero quizá el máximo exponente de estos afloramientos lo encontramos en el hito de las Peñas de Grijera. Una pequeña loma transversal de este a oeste coronada por una cresta rocosa.
Se dice que a los pies del cerro hubo un antiguo castro que usaba la línea rocosa a modo de protección, de hecho se han encontrado restos arqueológicos de cerámicas que pudieron pertenecer a este asentamiento.
Lo que está claro es que esta barrera de piedra no deja indiferente al estar plantada en medio de este despejado páramo y, además, parece hacer de antesala de la siguiente localidad que visitaremos: Aguilar de Campoo.
Lo primero que resalta de esta villa es su Castillo, ya que está levantado en la cima de la Peña Aguilón a unos 957 metros de altura. El complejo se construyó en el siglo XII sobre una torre defensiva anterior procedente de la época de la reconquista; después sufrió reformas en el siglo XIV. Está fabricado a base de sillares de factura irregular y sus esquinas finalizan en torres cilíndricas. De las entradas de arco de medio punto disponibles solo una de ellas está operativa.
A los pies de la peña se ubica uno de los máximos ejemplos del románico palentino, la Iglesia de Santa Cecilia.
El templo se construyó entre finales del siglo XII y principios del XIII. Su planta es de tres naves y el ábside recto, quizá sustituyendo a uno antiguo semicircular.
De su torre resalta el cuerpo superior con ventanales separados en dos cuerpos por medio de pilastras. Son las llamadas ventanas ajimezadas. Los arcos son de medio punto y los motivos vegetales e imaginería fantástica decoran los pilares de las columnas. La torre destaca también por contener columnas en sus esquinas.
La portada principal del siglo XIII, sobresale del muro con un tejado y en su entrada encontramos cuatro arquivoltas apuntadas que descansan en capiteles con motivos vegetales.
En el interior encontramos una cubierta de madera a dos aguas y naves se paradas por tramos de arcos de medio punto. La cubierta del ábside es de crucería y el arco triunfal que le da acceso descansa en capiteles por un lado de iconografía vegetal y con ábaco de arpías, y por el otro representando la escena en la que Herodes ordenó a sus soldados, vestidos con cotas de malla, la ejecución de niños ante la mirada horrorizada de sus madres.
Hay otros capiteles historiados de bella factura donde soldados y leones se enzarzan en una batalla, donde José es vendido por sus hermanos a los ismaelitas e Isaac va a ser sacrificado por su padre.
Hay otros elementos de interés como una pila bautismal, unas hornacinas con arcos polilobulados, un alquerque o juego de 9 en raya, el sepulcro del supuesto autor que construyó el castillo o el escudo del linaje de los Lara, familia que apadrinó la construcción de esta iglesia.
Si tenéis oportunidad, no os perdáis la visita guiada de este templo llevada a cabo por una apasionada y simpática guía.
Nosotros descendemos ahora a la urbe para adentrarnos en sus calles y ser testigos de su espíritu medieval que bien se conserva en ciertos edificios y blasones de la época.
En la Plaza de España, se levanta la Colegiata de San Miguel construida en el siglo XIV sobre otra de trazas románicas, aunque sus verdaderos orígenes son visigodos. En el siglo XVI se finalizó la torre con dos cuerpos en estilo herreriano. En la fachada principal podemos observar incrustado, un antiguo tímpano románico de un Cristo acompañado por ángeles.
Su entrada consta de 8 arquivoltas apuntadas y en el interior se advierten las bóvedas de crucería de las tres naves. En el Altar Mayor se planta un retablo de un discípulo del Maestro Alonso Berruguete. Es de estilo renacentista, elaborado entre los años 1555 y 1565. En su cuerpo central, entre columnas jónicas se planta el Arcángel Miguel, patrón al que se dedica el templo.
Otros elementos de interés son los sepulcros en arcosolio, un sagrario tabernáculo del siglo XVII restaurado, algunas tallas como la de la Virgen con el niño y varias pinturas.
Aguilar de Campoo también nos presenta de manera oficial al Río Pisuerga, que nos acompañará durante un gran número de kilómetros hasta nuestro de destino hoy. Y no hay mejor forma de familiarizarnos con él que circulando por el apacible Paseo de la Cascajera.
Su Puente Mayor de orígenes románicos es uno de los pasos más antiguos de la villa y se sitúa muy cerca de una de las antiguas 7 puertas de acceso, cuando la ciudad estaba rodeada por una muralla. Se trata de la Puerta del Paseo Real por la que las señales del camino nos hacen pasar.
Es una obra del siglo XIV con paso de arco apuntado y terminada como una torre almenada.
Su nombre hace justicia a este paseo jalonado por plátanos de sombra que llega directo al Monasterio de Santa María la Real.
Pero antes reparamos en un panel donde se describe la ruta del románico en bicicleta que creó el presentador y aventurero Jesús Calleja. Pasaremos por alguno de estos puntos.

EL Monasterio de Santa María la Real nos recibe a los pies del cerro Peña Longa, por un ala del complejo construida en el siglo XVII y que hoy forma parte del Instituto de Bachillerato Santa María La Real. Del antiguo convento construido entre los siglos XII y XIII se conserva la Iglesia y el Claustro aunque luego se añadieron nuevas dependencias en los siglos XVI y XVIII. Exteriormente llama la atención su gran espadaña y el ábside central con contrafuertes radiales.

La Desamortización de Mendizábal provocó la ruina del Monasterio, pero en el siglo XX logró recuperarse a base de restauraciones.
Continuamos la marcha por el Paseo de los 5 caños, desde el que vemos crecer los 48 metros del muro de contención del Embalse de Aguilar a medida que nos aproximamos. Tendremos que subir a lo alto, y será nuestra elección hacerlo por donde más nos apetezca.
Y ya que estamos arriba, aprovechamos para deleitarnos con el panorama paisajístico abierto a las cumbres de las Sierras de la Peña, del Brezo y Parque Natural Fuentes Carrionas y Fuente Cobre, pura montaña palentina.

Por el otro flanco, las vegas de la ribera del Pisuerga cuyo caudal es regulado desde estas instalaciones.
Tras la presa debemos afrontar un corto pero exigente repecho de unos 600 metros para superar el Monte de la Serna. Después, realizaremos un agradable descenso de 2 kilómetros cuyos primeros compases asoman al pantano, pero que al poco nos irá separando de él para introducirnos en las vegas del Arroyo Corvio, cuyo pueblo homónimo nos sorprende con su Iglesia de Santa Juliana.
Un edificio construido en el siglo XIII en una etapa de transición del románico al gótico. De hecho su portada de 5 arquivoltas es apuntada y más que capiteles, parece tener pulseras con motivos vegetales. La antigua espadaña se reemplazó por esta curiosa torre campanario rematada con un tejado a dos aguas que nos recuerda a los pintorescos hórreos gallegos.

Saliendo de Corvio iniciamos un perfil rompepiernas que dispone de alguna pausa destacable, como la que nos ofrece la Necrópolis de Santiuste. Se trata de varios sepulcros con forma humana excavados en la roca y datados entre los siglos VIII y X.

Todas miran a oriente respetando la disposición canónica y probablemente pudieron pertenecer a una antigua ermita rupestre hoy desaparecida.
Volvemos a las andadas siguiendo el llamado Camino de las Tenadas que marca una silueta irregular con tendencia ascendente. Un buen escaparate para seguir disfrutando de vistas a la cercana montaña palentina.

Hay un último repecho de exugencia antes de llegar a Matamorisca, a la que llegamos ya en el descenso y en la que no nos detendremos.
Nosotros elegimos la opción directa, que va paralela a la carretera CL-626 por un carril de tierra. La presencia cercana del asfalto y sus vehículos impide sentirnos completamente aislados de toda civilización en este atractivo páramo que sobrecoge por su amplitud y por esa barrera de cimas que nunca parece llegar.

Es un terreno de suaves ondulaciones que a los 3 kilómetros comenzará una tendencia descendente con la intención de alcanzar al gran protagonista de esta última parte de la Etapa.

Nos referimos al Río Pisuerga, que ya se mostrará en Salinas (Salinas de Pisuerga), aunque antes en esta localidad daremos un vistazo a su Iglesia de San Pelayo, construida en el siglo XVI. Su torre hace la función de pórtico, con arcos de medio punto, a una entrada renacentista presidida por una imagen San Pelayo con un curioso brazo en jarra, ¿estaría impaciente por vernos llegar?
El que no se hace esperar es el Pisuerga, cuyo murmullo acapara el sonido ambiente y acompaña al curso del caudal por este bonito paraje. Cruzamos el río por su Puente medieval construido en el siglo XVI y formado por 9 ojos. Y a los ojos y al resto de los sentidos es fácil seducirlos en este contexto.

Pero debemos continuar, con la gran noticia de ir pegados al Pisuerga por el agradable camino Salinas-Barcenilla, remontando la corriente de agua por un perfil ascendente casi imperceptible.
El caudal nos introduce en Barcenilla, que cuenta con un templo construido en el siglo XVI sobre otro anterior románico (Iglesia de la Asunción). Después sufrió reformas en el siglo XVIII y en el XIX se levantó la torre sobre la base románica. En la cabecera se todavía se aprecian algunos detalles góticos.

La carretera PP-2128 recorre el kilómetro que separa esta población de Quintanaluengos, otra encantadora villa que cuenta entre su arquitectura con el Palacio de los Velasco, un edificio barroco construido en el siglo XVII. Simpáticos elementos son las sirenas y leones que adornan su blasón.
El palacio también cuenta con una pequeña capilla.
No muy lejos de allí se alza la Iglesia de San Lorenzo, con fábrica de sillería gótica que conserva la espadaña románica de la estructura anterior.
Quintanaluengos también cuenta con algunas canalizaciones que engalanan todavía más su urbanización.

Seguimos avanzamos por este valle agrícola y ganadero con ganas de reencontrarnos de nuevo con el Pisuerga, cuya vegetación ribereña ya nos da pistas de su proximidad.

Desde luego, los últimos kilómetros de esta etapa se agradecen: bonitas estampas se suman a un perfil de cómodo paseo que nada tiene que ver con lo sufrido en las etapas anteriores.
No entraremos en las calles de Ligüerzana, pero sí en las de Vado, la siguiente población al paso, que cuenta con la Iglesia de San Sebastián, un edificio con base gótica pero que sufrió posteriormente reformas y añadidos barrocos.
Si queremos volver a las vegas del Pisuerga, debemos cruzar esta pasarela que salva un afluente, el Río Rivera. Después, todo lo que nos resta es dejarnos llevar por las parcelas y propiedades aledañas a nuestro destino de hoy, Cervera de Pisuerga.
Pues nada más, hasta la próxima!

